Cuando empecé a ver Arcane no tenía idea de donde me estaba metiendo. Tuve suerte porque empecé a verla ya cuando su segunda temporada estaba anunciada, y a unos días de su estreno. Ya me había llamado la atención cuando salió hace unos años y Netflix la promocionaba en sus cuentas de redes sociales; lo vendían como un producto basado en el popular juego en línea League of Legends que se caracterizaría por sus escenas de acción y un revolucionario estilo de animación.
El resultado no podría ser mejor. Arcane se deja ver en un solo día si tienes el tiempo suficiente, porque las ganas de hacerlo sí que las vas a tener desde la primera escena. Desde que el humo y los puños y la sangre y el pavimento y el acero y las lágrimas de las protagonistas se apoderan de la pantalla, fusionándose todo lo anterior en una explosión de colores llamativos que impresionarán a cualquiera.
La animación puede recordar bastante a las nuevas películas de Miles Morales como sucesor del Hombre Araña, sus dos partes hacen uso de la herramienta llamada Cel Shading: la combinación de elementos en 3D y en 2D. Con esto cada fotograma se convierte en una parte imprescindible del todo que vendría siendo el producto final. Es una técnica llamativa que también ha servido para realizar la más reciente película de Las Tortugas Ninjas o la divertidísima Los Mitchell Contra Las Máquinas. Como ya venía contando, el color y la extravagancia juegan un papel importantísimo en estas obras, ya que, sin restarle intensidad a los segmentos estáticos o dramáticos, dejan ver su potencial en las vistosísimas escenas de acción.
¿Pero por qué el mundo de Arcane es tan atractivo e inmersivo? La clave está en su lenguaje primario, en su concepción primigenia como videojuego y después como producto televisivo. Ya había un universo de League of Legends creado hace mucho tiempo, con sus propios arcos argumentales, personajes y mitología. Esta serie es solo un capítulo más dentro de los libros de historia de dicha licencia. Jinx (antes Powder) y Vi son solo dos piezas que componen algo más grande, así como todos los personajes secundarios que les rodean.
Esto último llega a tal punto que ambas chicas pueden quedar secundadas de sus papeles como protagonistas y, lo que había empezado como un argumento de búsqueda y redención familiar se ha convertido en un programa serio donde cada voz tiene algo que decir sobre la guerra, donde todos tienen intereses encontrados en el inicio o no de un conflicto bélico, donde la política aparece marginada al principio para después convertirse en parte esencial de la segunda temporada. Arcane llega a convertirse en un estudio sobre las distintas clases sociales que componen un país: Piltóver y los Bajos Mundos (the Underworld) y las consecuencias que caen sobre ambas facciones debido a la carrera armamentística de la magia.
Al momento de esta redacción he visto tres episodios de su segunda parte y se puede notar la valentía del equipo de trabajo detrás de cada uno de ellos. Con el primer acto ya dejaron claro que no se andan con rodeos y que sus personajes estarán siempre en movimiento, que como todo buen histrión, son propensos a cambios físicos y mentales. Netflix sabía lo que tenía en las manos cuando estrenó la segunda temporada y fue más que acertada su apuesta por dividir todo en tres arcos. En un inicio, un nudo y un desenlace que se podrían traducir como la continuación de un prólogo tan bueno como impactante.
Porque ya que nos ponemos a teorizar, la primera temporada de Arcane dejó de ser eso hace mucho tiempo. Se siente como un preludio de algo más grande, como cuando empiezas a escribir una novela y le das caminos tan distintos a tus protagonistas que se convierten en algo inesperado: cambian fisionomía, psicología y geografía. El tiempo ha mellado sus espíritus hasta convertirlos en máquinas de muerte o generales de la destrucción en busca de venganza; científicos avergonzados de su creación o anarquistas deslumbrados con todo el mundo de corrupción y poder que les rodea. Y en medio de todo esto se encuentra un par de hermanas cuya relación quedó destrozada por culpa de un malentendido.
Quienes escriben la adaptación se han dado cuenta de la inmensidad y evolución de la saga que están contando, y no me sorprendería que, llegado el momento, Jinx y Vi quedaran relegadas a roles secundarios. La guerra se acerca, la política empieza a ser parte importante de la trama con senadores que hacen uso de diálogos inteligentes y persuasivos; la gente empieza a elegir bandos, cantar himnos y adorar a sus héroes. Es aquí donde una tercera temporada se asoma, más sangrienta, y más demoledora, una tercera temporada que sirva para cerrar cada hueco argumental planteado, y contar una guerra que se viene tejiendo desde los primeros episodios a la par que se resuelve el enfrentamiento de las hermanas.
Es innegable que los videojuegos han encontrado su espacio narrativo en la televisión, ya sea con Fallout, The Last of Us, Castlevania, Tomb Raider, Cyberpunk 2077, y unas cuantas más, el medio televisivo ha sabido invertir en el traslado del lenguaje interactivo al audiovisual. Pero Arcane ha sabido desmarcarse de cualquier otro producto, ya sea por su estilo, por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. Por su coraje, por su violencia extrema y precisa, por su avance constante y su amor hacia el gaming, porque es una apuesta por los videojuegos, es una apuesta por el storytelling.