La pequeña Eimy disfruta a plenitud los Campamentos de Verano para niños con diabetes.
La pequeña Eimy Alisson comenzó a presentar los síntomas de la enfermedad a los seis años, cuando apenas cursaba el preescolar. Bajó mucho de peso, tenía demasiada sed y presentó inconsistencias urinarias.
Su madre, Yudisleidys Suárez Lauzán, pensó que aquello era una secuela del confinamiento durante la pandemia de covid-19; pero un médico amigo de la familia recomendó hacerle análisis.
Cuando el glucómetro marcó nueve puntos, era casi una certeza que la niña padecía de diabetes mellitus tipo uno, una afección grave y crónica que ocurre cuando los niveles de glucosa en sangre de una persona son altos porque su cuerpo no puede producir insulina, o al menos la cantidad suficiente.
La noticia cambió por completo la vida a toda la familia, a partir de ese momento la pequeña tendría que asumir un estricto sistema de alimentación y medicación en el que un descuido puede poner en riesgo su vida.
La madre reconoce que desde el inicio entró en juego la compleja situación económica que atraviesa el país. Tuvo que conseguir jeringuillas, alcohol, algodón y tirillas para el glucómetro, pero hasta la fecha nunca le ha faltado la insulina por la farmacia.
Si para algunos adultos ponerse una inyección ocasional puede llegar a ser un problema, imagínense lo duro que debe ser para una niña pequeña asumir que tendrá que pincharse cuatro veces al día por el resto de su vida. Sin embargo, Eimy aprendió a hacerlo ella misma, desde bien temprano y sin miedo, porque con ello ganaba autonomía.
Yudisleidy nos cuenta que el primer encuentro de su hija con la aguja fue un mediodía en el hospital, y le tocaba en el ombligo debido a que tenía el azúcar demasiado alta. La jeringa no aparecía por ninguna parte, hasta que finalmente un médico trajo una de la sala de Terapia Intensiva.
El padre de la pequeña reside en el extranjero hace algunos años. Ha sido una ayuda indispensable para su enfermedad, ya que garantiza buena parte de los insumos médicos necesarios.
Respecto a los médicos del Pediátrico que atendieron a Emiy, solo hay elogios por parte de la familia. “Si hay una rama de la medicina en la que todavía se trabaja con un amor y una profesionalidad increíble en este país, pese a las carencias, es en la atención a los niños —comenta la madre—. No puedo dejar pasar la oportunidad de agradecerle a la enfermera Yoly, que estuvo con nosotros en todo momento”.
Yudisleidys agradece también el intercambio en el grupo de WhatsApp Ángeles Guerreros, un espacio que reúne a padres que tienen hijos pequeños con diabetes para compartir experiencias sobre la enfermedad e insumos médicos.
En cuanto a la alimentación, Eimy recibe una dieta por la bodega, aunque algunos alimentos presentan una baja calidad; algo que pude corroborar en persona cuando la pequeña me ofreció una de las galletas que obtiene por esa vía.
Existe un grupo de empresas y organismos, entre ellos Cimex, que realizan donativos para ayudar a las familias en este tipo de situaciones. De esta manera, Yudisleidys tiene acceso a otra dieta con una mejor calidad, cuya variedad y cantidad ha ido disminuyendo con los meses, pero que aún así representa una ayuda importante.
Otro ejemplo del esfuerzo de las instituciones del Estado por mejorar la calidad de vida de los niños con diabetes son los campamentos de verano, que les regalan tres días con cuatro noches a los pequeños con un familiar en hoteles de Varadero.
Un espacio que incluye charlas, conferencias e intercambio con especialistas.“Uno de los puntos positivos de estos campamentos es que la pequeña puede relacionarse con otros niños que padecen su enfermedad, y ver cómo hay otros que también deben aprender a vivir con las limitaciones que esta provoca”, refiere la madre.
Por suerte, la escuela primaria le queda cerca a la familia y Yudisleidys puede monitorear los horarios de su hija y acudir a ella ante cualquier emergencia. Aún así, nos comenta que siempre va a exigirle que se valga por ella misma para que se sienta segura.
De momento, la diabetes mellitus tipo uno no tiene cura, pero en los últimos años se han logrado avances importantes en este sentido, mediante novedosas terapias celulares. La familia de Eimy nunca perderá la esperanza, pero les queda luchar día tras día para que la enfermedad no le impida a la pequeña vivir a plenitud.
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