Más aplausos a las nueve

No recuerdo a quién se le ocurrieron los aplausos de las nueve en aquellos días oscuros de la covid, más oscuros que cualquier período anterior o posterior, donde más que luces se apagaban vidas. Solo tengo claro que los aplausos se mantuvieron por muchísimo tiempo, como un homenaje a los héroes de batas blancas que se enfrentaban cara a cara con la muerte, y también a todos aquellos corajudos que se adentraban en la Zona Roja.

El viernes 18 de octubre, a las 11 de la mañana, toda la Isla se apagó. De Oriente a Occidente no quedó un foco prendido, aunque a los instantes ciertas plantas salvadoras iluminaran algunas viviendas, y otras mantuvieran vitales los principales centros asistenciales del país. Lo que en un inicio pareció un apagón habitual, de esos que ya casi tocan por la libreta debido al déficit creciente de generación de los últimos meses, se volvió otra terrible pesadilla que por más de 90 horas mantuvo a Cuba insomne.

Aunque esta vez sus protagonistas no entraron a «Zonas Rojas», sí se arriesgaron y sacrificaron por otros. Me vienen a la mente los aguerridos que repararon la Guiteras, casi que con las calderas aún hirviendo, para que pudiera generar megas con urgencia, o los linieros que solucionaron averías bajo aguaceros con tal de lograr la estabilidad en el microsistema de la provincia.

Sus uniformes no fueron blancos o verdes como en 2020-21, pero su coraje sí estuvo tan alto como las palmas de esta Isla donde no se tendrán recursos económicos, pero se derrocha humanismo y amor por el prójimo.

La desconexión del Sistema Electroenergético Nacional trajo días negros para los hogares de millones de cubanos, que perdieron sus pocos alimentos por la falta de refrigeración, donde hubo cortes masivos de leche destinada a infantes, marcado déficit de agua, calor, mosquitos como reyes de las noches… Pero también hubo sacrificios y empatía a flor de piel, y se demostró una vez más que en tiempos difíciles unidos somos más fuertes.


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A raíz de un post de facebook, donde el periodista Lázaro Manuel Alonso convocaba nuevamente a aplausos a las nueve, como en aquellos tiempos oscuros de la Pandemia, un amigo bombero compartía emotivas palabras dedicadas a los eléctricos:

Hay que sentarse delante de un despacho para entender, ninguno tiene planta en su casa, sus familiares también tienen apagón, se les echó a perder la comida, andan en la oscuridad de la noche trabajando, haciendo zanjas para poner cables nuevos aun lloviendo. Hay que ponerse en los zapatos de esos hombres que llevan días sin ir a su casa. Sí, son héroes, porque hacen maravillas con unidades obsoletas y no se rinden”.

Muchos de esos eléctricos seguirán sin descansar, porque en los próximos días partirán al Oriente del país a seguir haciendo por los suyos, estando donde más los necesitan.

Merecidísimos entonces los aplausos para los que no cesan en el empeño de ayudar y salvar, de alejar la oscuridad en sus múltiples formas de expresión. Merecidísimas las palmas para los que empataron cables, aportaron ideas, guiaron certeramente, los que prepararon y distribuyeron caldosas, para los que compartiendo su energía, la de su planta, la que sale de su bolsillo, para que otros pudieran recargar celulares o refrigerar algún alimento.

También para aquellos que no se rindieron ante la oscuridad, los que innovaron para llevar un bocado de alimento al estómago de los suyos, los que calmaron lágrimas, los que a pesar de los pesares se mantuvieron firmes desde su trinchera, fuera cual fuera.

Merecidísimos aplausos para cada matancero, para cada cubano, para cada mano amiga que desde dentro y fuera de la Isla se extiende para ayudar. Lo decía el Maestro: “Solo el amor engendra la maravilla”.

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