El Cinematógrafo: Elegía a un tulipán negro
La primera vez que pasé sueño hasta bien tarde para ver una película, la recuerdo como si fuera hoy mismo, cayó jueves y era una de las tuyas. Por Multivisión. La dieron cerca del mediodía para repetirla en la medianoche, y el horario de escuela me obligó a quedarme despierto cuando mi generación entera dormía.
La primera vez que tuve dinero propio en mis manos, el que contenía mi alcancía polvorienta de la infancia, fue para comprar en la calle Medio un disco con un par de películas tuyas también. Un combo de aventuras viejas, de esos que casi nadie busca ya, donde estaban El Tulipán Negro y El Zorro.
sa última ya la había visto: fue el motivo del desvelo que te comentaba. Imagínate, el jinete enmascarado con la Z a punta de espada era uno de mis héroes predilectos de la infancia, y con solo escuchar a mis mayores describir las colas que se armaban en los cines de mi ciudad por verte a ti en el papel… ¡Alain Delon haciendo del Zorro! Te juro que hubiera ido a esa y posponía Tiburón si hacía falta.
Aquella noche, el esfuerzo por no pestañear valió la pena. Al día siguiente volví a la escuela cambiado, terminé feliz lo poco que me quedaba de primaria, con un nuevo referente cinematográfico en la cabeza y en el corazón. Entre los que tenía entonces, que no eran muchos, ninguno se comparaba con tus cabalgadas en el desierto ni tu manera de sonreír bajo un disfraz. Te volviste mi héroe, compadre.
Por cierto, olvidaba una tercera primera vez: en la que evadí una reunión de la cuadra, por quedarme agazapado en casa viendo mis dos adquisiciones delonescas, una tras otra. En ese entonces nada me desbancaba al Zorro del podio, pero actualmente prefiero al Tulipán…, ¿sabes? La encuentro mejor filmada, más orgánica, en la línea de las comedias finas, y tu doble actuación como los gemelos es sencillamente genial. De sexy bon vivant por un lado y de romántico idealista por otro: no necesitabas un antifaz, tu propia cara lo era a tu conveniencia.
Bueno, si vamos a hablar de actuación, el Tulipán está a la altura de tus Tom Ripley y Mr. Klein. Lograste una cosa que hasta a los íconos de capa y espada norteamericanos les resultaba difícil: unir el atractivo sexual con la energía de hombre de acción en el mismo plano. ¡Macho, tienes unos duelos y unas oportunidades de lucirte, donde lo mismo cruzas una estocada que te metes con una doncella, y no se ve forzado! Te salía tan natural como el asesinato en A pleno sol. Bueno, y en alguna otra. Podías ponerte peligroso y letal también, ¿no, Alain?
Aunque fuiste un excelente camarada de lances que nunca viviré, enseguida reconocí en ti al actor profundo, inquieto siempre por demostrar que lo sabía hacer, que no era solo un rostro y una apostura. Ahí tenemos, de paso, Un hombre tras el poder. ¿Te has visto bien en Un hombre tras el poder? ¿Crees que después de eso te hacía falta seguir demostrando tu talento a base de tours de force? ¡Tus minutos finales en pantalla… te comes la pantalla! ¡Eres el santo patrón de todos los ambiciosos del planeta en esa película!
Y, con todo, a pesar de tu éxito, pienso que tu estrella pudo agrandarse más. Qué lástima que Hollywood se te resistió, ¡y mira que lo intentaste! En cambio, va el español de Banderas y ¡zas! En par de añitos hace del Zorro. ¿Por qué el destino es tan burlón?
Al menos en Europa promoviste un choque de titanes, para mí, más estremecedor que un Batman vs. Superman: Delon & Belmondo, amigos y enemigos íntimos, en esa poco apreciada Borsalino que en su día reventó taquillas. Nunca creí que la mafia marsellesa iba a resultarme tan divertida, placentera y finalmente trágica. Hablando como los locos, me encanta el nombre de tu personaje, Roch Siffredi, aunque luego alguien lo haya versionado para labrarse el suyo en el mundo del porno. Oye, y en la secuela que hiciste, qué bien quedó esa escena en la que apareces brutalmente alcoholizado. Ya te digo: calidad garantizada. Donde sea que actúes, eso hay que verlo.
Me gusta pensar, ahora que te has ido, que donde sea que estés te reencuentras con tu primer (y público) gran amor. La señorita Romy Schneider. Hace poco fue que los vi a ambos en La piscina, que gracias a ustedes es uno de los thrillers más sexys de todos los tiempos sin ser la mata de la originalidad. ¡Qué tensión hay en esa película! Sin embargo, creo que ambos pudieron tener juntos una obra maestra superior en su haber.
Hasta tú lo dijiste en una entrevista en aquellos días, cuando te “acusaban” de prácticas homosexuales en tu vida y respondiste como el non plus ultra del hombre moderno: “¿Y qué si lo hice? Lo único que importa es amar”.
Alain, en honor a tus palabras, si una película te faltó fue Lo importante es amar. De la saga James Bond no hablemos porque a un francés no lo iban a usar ni doblado, pero la de Zulawski… No es que Fabio Testi lo haga mal, el pobre recibe todas las golpizas, el friendzoneo y el maquillaje sangriento que, según yo, te correspondían a ti. Pero Romy Schneider allí se siente sola. Aparte de su portentosa interpretación, tal parece que no tiene un alma a la que asirse en ese rodaje que tan duro debió ser. Y con tu presencia, quién sabe, quizá lo hubiera padecido menos. Romanticismos míos, que no soporto la manera en que Romy acabó sus días y asumo la derrota, sabiéndote ganador, desde que la vi en ese filme que a mí también me enamoró de ella.
Entre las cosas que he conseguido, de las que me enorgullezco un poco, por increíble que te parezca, una fue popularizarte en mi círculo. Mis socios te conocen y te admiran porque, tiempo atrás, yo le insistía a la gente para que vieran y les gustara lo que yo veía y me gustaba. Y tiempo atrás mis gustos se reducían al cine de aventuras, básicamente. Ahí figurabas tú, como un estandarte, cuando en realidad fuiste más que eso.
¡Ni siquiera me parecía importante que te hubieses atrevido a dirigir! Me ha hecho falta mucho más conocimiento de tu industria y sus cosas para apreciar, como un motivo de admiración adicional, a quien da el exigente paso de dirigir un par de veces. Tal vez no lo hicieras como un maestro, ni como un autor plenamente dicho, pero viendo Por la piel de un policía apuntabas a ser una especie de Eastwood francés, al menos en la fase de acción. Era entretenido y salvaje tu debut, y me da cierta gracia ese final. ¿Fue para quitarte la espinita de Lo importante es amar?
Cuando estaba en el pre, en un número humorístico que montaron los profesores, disfrazados de estudiantes y recreando cómo era su época, te citaron a ti. Salía un profe medio pepillo de tamaño recortado, haciendo del típico “creyentón” que se creía la última coca-cola de la escuela al campo, y la narradora decía: “Fulanito de tal, siempre caminando así y hablando asá, se creía que era Alain Delon…”. Hasta ahí todo perfecto, me reí yo igual que se rieron otros, pero me dio cosita cuando el texto aclaraba: “Alain Delon, el actor de cine”. Me llevé al momento que los comediantes no esperaban que ese chiste funcionase a la primera, y sí había funcionado. No era preciso que especificaran quién eras. Fue una tontería, pero no dejó de dolerme que tus propios fans de antaño te creyesen ya anticuado. Por ende, ese día yo me sentí anticuado.
La sensación cambia cuando te veo actuar en lo que sea, de gangster o de aventurero, de rico o de pobre, de asesino o de salvador. Creo que has sido uno de los íconos más versátiles del cine europeo, infravalorado por culpa de esa maldición con que la belleza condena y de la que se libran muy pocos. Acabaste librándote, pero por los pelos. Te dieron el César, para mi gusto, demasiado tarde. Yo te hubiera propuesto para ganarlo por tres o cuatro películas anteriores, sin exagerar, y ten cuidado no se me ocurran más.
En cualquier caso, no tuviste década mala. Estuviste genial hasta en aquel disparate de Astérix y Obélix en los juegos olímpicos donde hacías del César. De lo que más me reía era de tus poses y tu egolatría cada vez que te mirabas a un espejo o decías “¡Ave yo!” para que todos los demás dijeran “¡Ave César!”. El súmmum de la autoparodia, la luz de la calidad en una película mediocre.
Los otros días, cuando me salió en el buscador de Google la notificación de tu muerte, me dio por llorar. Ya sabía de tu tristeza en los últimos años, de tu decepción con el mundo. A la frase con que empezaba El silencio de un hombre, “No existe mayor soledad que la del samurái, salvo quizá la del tigre en la jungla”, yo le añadiría “… o la de una estrella en su ocaso”. Casi podría decir que me lo esperaba en cualquier momento, pero no que me fueras a dejar un vacío tan inmediato. Apenas me acordaba de incluirte entre mis favoritos cuando pasaba lista, y al instante me sentí mal por eso.
Supongo que uno llora a quien quiere, familiar o no, amigo o no, viva cerca o no: a quien quiere. Hay gente del cine a la que se llega a querer, porque incluso diciendo frases o haciendo cosas de mentira son más reales que muchas personas de este lado del vidrio, o de la lona. Como tú, que aparte de hacerme envidiar tu cara perfecta, y tu talento, me has dado una lección de compromiso, profesionalidad y cómo ser en sociedad cada vez que te he visto dar una entrevista o llenar un personaje. Y eso que no idealizo a los del cine, capaz que se lo crean.
Hace ya casi una semana, Alain; y en el mundo aún sigue de luto hasta el último tulipán negro. Aunque nunca lo supiste, tu obra me ayudó a vivir y a crecer, leyenda. Por eso, y porque más que leyenda para mí fuiste un amigo, te querré mucho siempre. Y aunque te tenga guardado en discos y carpetas donde reponerte, de algún modo siento que te voy a extrañar.
Gracias por El gatopardo, A pleno sol, Tony Arzenta, El Zorro, El Tulipán Negro, Borsalino, El eclipse, Un policía, Tres aventureros, Círculo rojo, El clan de los sicilianos, Le Samourai, El asesinato de Trotsky, La piscina, Borsalino y Compañía, Un hombre tras el poder, Diabólicamente tuyo, Los felinos, Scorpio, Uno de dos, Nuestra historia, La primera noche de la quietud…
Gracias, gracias por todo.
Au revoir, mon ami.