Rituales y semiótica de los fumadores cubanos. Fotos: Raúl Navarro
Todos los fumadores poseemos la idea de que nos jodemos por dentro de la misma manera. Con cada cigarro los pulmones se vuelven un poco más de piedra, hasta que pesen tanto que no podremos caminar ni levantarnos del sillón. Además, no creemos ni en reordenamiento ni en dobles monedas.
Tal vez por ello, cuando nos preguntan por qué fumamos, respondemos que «de algo hay que morirse». Y no va más allá de una justificación barata para decir que la señora Nicotina, muy matona ella, nos tiene agarrados por el cuello de la camisa; compartimos vocabulario y rituales que solo comprendemos los que llevamos una cruz de ceniza en la frente.
Nunca vayas a «picar» la última «bala» de una caja, aunque tengas una «rueda» en la mochila. Ello atrae la mala suerte, ese señor divorciado de guayabera ajada que se te aparece en tu casa a pegar la gorra y asegurarte, una y otra vez, que la felicidad es un cuento de camino.
PICAR: Acción de pedir un cigarro a otra persona; por lo general, se utiliza la palabra regalar, «regálame uno ahí, asere». También se relaciona con la acción de la mordida de un mosquito hembra, que no duele, pero sí jode.
BALA: Dígase de una unidad nicotínica simple. Tal vez su acepción venga de que se acaba rápido, como si fuera un disparo.
RUEDA: Forma de venta mayorista que constituyen 10 cajas unidas por un envoltorio de papel. Realmente, tiene forma cuadriculada, así que se desconoce de dónde proviene el término «rueda», porque… bueno… la rueda es redonda.
Comentan los que le saben al tema, los semióticos del alquitrán, que cuando le acercas «la chispa» a la punta, si luego de darle la primera «patá», el cigarro se prende solo por un lado, significa que te están siendo infiel y, si te echan el humo encima, entonces se trata de una declaración sexual.
CHISPA: Háblese de la fuente de fuego que se utiliza para encender, sea ya una fosforera, la resistencia de una hornilla eléctrica o una antorcha. No hay nada más triste que cuando hay material fumable y Prometeo se pierde en una de sus correrías locas.
PATÁ: Acto de aspirar un cigarro. También funciona como unidad de medida. «Ese se lo fumó el viento, en dos patás se acabó».
Siempre te casarás con una misma marca. Yo, por ejemplo, por culpa de los amigos que me introdujeron en este mundo, casi siempre compro Popular rojo; aunque, como en esta Isla las marcas se desmarcan y se pierden o no se sabe cuánto subirá su precio, uno aprende a echarle mano a lo primero que aparezca. Casi siempre los «fumadores sociales» lo que usan son «suaves», los inveterados, en cambio, se decantan por el «fuerte».
FUMADORES SOCIALES: Personas que solo se dejan llevar por el vicio en alguna celebración o evento especial, sobre todo cuando estas se acompañan con libaciones de carácter etílico.
SUAVES: Así se nombra a los cigarros de tabaco rubio, en su mayoría con algún saborizante como el mentol. Antes existía una marca muy seguida, los Hollywood, pero al parecer esta se retiró hacia el Hollywood real a intentar ser una estrella de cine y fracasó, porque nunca más se ha escuchado algo sobre ella. Había unos llamados «suaves de bodega», los Aromas, desaparecidos también; esa categoría era un chiste para ellos, porque intentar fumarlos era como aspirar un palo.
FUERTES: Cigarros fabricados a partir de tabaco negro. Estos se dividen en dos categorías: los de bodega o rompepechos y los de shopping. En la primera se hallan los Populares azules, los Titanes (a esos los dioses del Olimpo les dieron un golpe de estado) y los Criollos, de Holguín, de muy buena calidad por cierto. En la segunda se encuentran el Popular rojo y el H. Upman con sus diversas variaciones. Normalmente, el que hace uso de uno, ignora el otro (algo así como los Samsung y los iPhone) a menos que sea un caso de necesidad.
Si nos ponemos a investigar, surgirán otros conceptos relacionados con el fumar, que hasta pueden variar de un lugar a otro del país. Las cajas de cigarro traen diversas advertencias del Minsap, que incluso llegan a ser algo poéticas, como esa de «Juventud, divino tesoro; fumar, maldito castigo»; y ninguna de estas resulta falsa. De hecho, en esta tierra donde los vicios se nos dan tan bien, debemos de a poco abandonarlos, aunque se pierdan los rituales y la semiótica de la señora Nicotina.
Muy refrescante artículo. Fumé desde los 15 hasta los 40, nunca más lo hare aunque aun sueño que fumo. Me despierto alarmado diciendo coñ… lo volvi a coger!! Y con los precios de hoy!!! Ni loco.