Yesenia Hernández Ruíz se sintió atraída desde niña por la pintura, entre otras manifestaciones del arte, pero siempre le dijeron que los tatuajes eran de gente mala, de presidiarios, como si la tinta en la piel fuera una especie de marca que los definiera ante la sociedad.
Mientras iba creciendo, su círculo social se conformó en torno a la música rock, y sus amigos fueron entonces esos tatuados con piercings a los que debía temer. Entonces fue que descubrió que la tinta en la piel solo es un medio más para comunicarse y que tatuar era el medio que necesitaba para mostrar su arte.
—¿Cómo aprendiste a tatuar?
—Lo primero que tatué fue una estrella horrible, totalmente asimétrica. En aquel momento todavía estaba reuniendo el dinero para comprarme mis máquinas propias y un amigo me invitó a que practicara con las suyas y él se brindó de lienzo. La experiencia fue terrible, me temblaban las manos, no paraba de sudar y estaba súper nerviosa.
“Creo que empezar en lo que sea que uno quiera aprender y profesionalizarse, va un poco de eso, de hacerlo mal y de superar los miedos. Al final, ese momento me dio fuerzas para seguir y mejorar, y ahora solo queda la historia graciosa para contar.
“El proceso de aprendizaje en Cuba se vuelve un poco lento debido a la falta de recursos con los que se cuenta. Imagínate cuán complejo puede ser conseguir piel sintética para practicar. Lo que uno siempre resuelve con los amigos que te tiran el cabo y se arriesgan a que les hagas un garabato, siempre bajo la promesa de que cuando uno aprenda se los va a arreglar
“Cuando yo empecé no había ni datos para uno descargar tutoriales, así que tenía que cazar la Wifi como todo el mundo y gastarme mi par de horas en bajar los videos que necesitaba para instruirme en las cuestiones básicas del arte que quería aprender.
“También tengo que agradecerles a mis amigos tatuadores que me ayudaron en todo y me llevaban a ver cómo hacían sus ‘pinchas’ para yo ver de primera mano algunas técnicas. Así fue que poco a poco aprendí lo básico y después lo perfeccioné hasta realizar los trabajos más complejos que hago ahora”.
—¿Cuán difícil es conseguir los materiales para hacer tu arte?
—Eso es una tarea bien difícil, ya que la mayor parte de los recursos materiales que uno necesita tiene que mandarlos a buscar al extranjero o traerlos personalmente, que es mucho más complicado porque hay que sacar papeles o tener otra ciudadanía.
“Por suerte, existen personas que se dedican exclusivamente a traer materiales para tatuar y que saben dónde buscar equipos y utensilios de calidad, aunque son realmente pocas. Este tipo de limitaciones encarece el tatuaje, porque tenemos que lidiar con aumentos de precios, cambios de proveedores o sencillamente, con escasez de recursos.
“El precio del arte que hacemos, hoy en día varía en base al valor del dólar en el mercado informal, que es donde podemos adquirir esa moneda para luego pagar los materiales importados que necesitamos para trabajar. Yo, por ejemplo, estimo que el 90 % de lo que necesito para tatuar lo tengo que pagar en divisas.
—¿Has tenido alguna experiencia negativa por ser una mujer tatuadora?
—Con el mayor problema que he chocado por ser una mujer tatuadora es que algunos hombres han venido a que les tatúe cerca de sus partes íntimas, como si fuera una gracia, y por supuesto, yo me he negado educadamente. Pero a su vez, creo que las muchachas a las que les hago algún trabajo se sienten más cómodas conmigo o, tal vez, más seguras.
“El cuerpo femenino tiene más partes sexualizadas que el del hombre y muchas clientes mujeres acuden a mí para tatuarse zonas cercanas a los senos, los glúteos y demás, y de esta manera desaparece la pena por mostrarse y el riesgo a que el hombre que las atienda muestre actitudes poco profesionales.
“Aunque entiendo que existe todavía mucha discriminación en algunas profesiones asociadas a los hombres, pero en lo personal no me he sentido discriminada, sino todo lo contrario. Con mi familia sí fue un poco más complicado porque mi interés por los tatuajes surge por querer hacerme uno.
“El primero que me hice fue con 15 años, escondida de mi mamá, el día de su cumpleaños y dedicado a ella. Es muy pequeño y son dos piezas que forman un corazón, y que simbolizan la relación que tengo con mi madre. Mi segundo tatuaje fue ya con 18 años y ese sí lo vio y por poco me mata, literalmente.
“Algo que es gracioso, porque cuando yo empecé a tatuar ella se embulló y decidió hacerse uno conmigo y ahora está como que ‘enganchada’ y quiere seguir marcándose la piel. Por el momento, siento que soy yo la que debería ponerla de castigo ahora, pero bueno las cosas cambian y tengo que entenderla.
—Además de tatuar, haces cosplay y cantas.
—Más que cosplay, yo creo que lo que hago es un intento de maquillaje artístico. Esto si no lo he estudiado propiamente, pero me embullé con algunos tutoriales de internet y decidí probar con algunos amigos y en mí misma. El resultado gustó y ahora de vez en cuando me dedico a probar ideas. Es un hobby que me desestresa y que sirve de apoyo para postear contenido en mis redes sociales, pero en un futuro sí me gustaría aprender más.
“Aprecio lo de hacer cosplay como algo a lo que me quiero dedicar en un futuro, aunque aquí en Matanzas no hay muchas posibilidades de trabajo de momento. Como pasatiempo es algo demasiado caro, y no solo en Cuba, sino en el mundo entero.
“A cantar aprendí desde pequeña, con unos seis o siete años. Mi abuela solía llevarme a la iglesia de Pueblo Nuevo para que participara en los coros y después recibí clases de unos cuantos profesores, incluso de canto coral.
“En el rock and roll me inicié con 15 años, en la casa de la cultura con una banda que se llamaba The Missing Name y con el apoyo del grupo Blood Heresy, que nos invitaba a todas sus peñas, gané experiencia y seguridad al enfrentarme a un público.
“Con la agrupación Bendita Esquizofrenia fue que participé en el Festival Atenas Rock, que organiza cada año la Asociación Hermanos Saíz aquí en Matanzas, y fue una experiencia única, un momento mágico que voy a recordar toda mi vida con cariño especial, por todo lo que significó para mí y para mis amigos.
“Estar sobre un escenario con cientos de personas cantando las canciones de memoria contigo es algo indescriptible, y a lo que todo artista aspira a vivir al menos una vez en su carrera.
“Ese concierto también tiene un valor adicional porque fue el último de la banda antes de desintegrarse, por motivos personales de los miembros, así que lo gozamos conscientes de que teníamos que darlo todo para que fuera la mejor de las despedidas.
“Este año vuelvo a participar en el Atenas Rock, pero ahora como tatuadora y va a ser otra experiencia maravillosa, donde voy a mostrar otra versión de mi arte al público friki matancero.
“El mejor consejo que le puedo dar a todas las personas que quieren aprender a tatuar, es tener paciencia. El arte de insertar tinta en la piel requiere constancia y dedicación, y saber evaluar poco a poco el proceso, sin prisa, porque solo mediante la práctica es que se aprende de verdad.
Por otra parte, creo que es momento de normalizar que el tatuaje es solo otra expresión más del arte, y que tener tinta en la piel ni nos vuelve malas personas, ni raros, ni presidiarios. Así que el que quiera ponerse tinta, que lo piense bien, escoja un diseño que le guste y busque un profesional de confianza, sin ningún tipo de tabú. O mejor, que me llame a mí.
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