Tekken
En una tarde de lluvia por allá por el 2004, mi hermano, diez años mayor que yo, me llevó por primera vez a jugar con sus amigos a casa del hombre que alquilaba una Playstation 1.
Pese a que el juego fue estrenado en el mundo en 1998, ya contaba con un video en animación 3D que introducía la historia del juego y para un niño que, por aquel entonces, solo había jugado a Super Mario, el cambio fue abismal. Incluso recuerdo que al ver unos de los finales desbloqueables donde el malo del juego ganaba, me asusté y me escondí detrás de mi hermano.
Tekken representó para mí el salto generacional entre consolas y no solo en las cinemáticas. También en lo jugable aparecía por primera vez la tercera dimensión, lo cual cambió la manera en la entendíamos los juegos de pelea, una característica que beneficiaba, además, a los personajes y a sus sets de movimientos.
La saga de combates a patadas y puñetazos desarrollada por NAMCO y distribuida por Namco Bandai Games, la compañía del logo que sale antes de la intro del juego, fue de las más populares del género junto a juegazos de la calidad de Street Fighter, Mortal Kombat, Killer Instinct y Soulcalibur.
La historia de Tekken cuenta los conflictos de la familia Mishima y sus luchas internas por el control de la empresa, el imperio financiero: Mishima Zaibatsu. Su dueño, Heihachi Mishima, enemistado con su hijo, y posteriormente su nieto, decide organizar un torneo de artes marciales para decidir el heredero de su fortuna.
El argumento varía de una entrega a otra, pero el torneo de los Mishima siempre se hace presente. La marca de maldición de la familia, que los dota de fuerza y poderes sobrenaturales también es un aspecto importante que gana relevancia con cada nuevo juego.
El punto fuerte de Tekken, es su diseño de personajes. Todos y cada uno de ellos son únicos y memorables, y les juro que no escribo desde la nostalgia. Cada detalle como la personalidad, el vestuario, los rasgos físicos, la nacionalidad y el tipo de arte marcial que usan, forman una parte esencial de la historia de cada uno. Probablemente sea el único juego de pelea del que recuerdo de memoria el nombre de cada luchador.
Lo básico para ganar en este juego, es la capacidad de memorizar combos y saber conectarlos. Recuerdo que con un personaje llamado Hwoarang, cuyo arte marcial se enfocaba en las patadas, mi hermano lograba encadenar golpe tras golpe en una secuencia que abrumaba a los rivales, mientras que yo, ya un poco más mayor, elegía a Paul para intercalar la defensa con contrataques contundentes.
Tekken fue un juego de eso a los que dediqué horas en compañía de amigos, donde cada cual tenía un luchador favorito y lo defendía como si aquello fuera una cuestión de honor. A día de hoy las nuevas entregas de la saga todavía son un portento gráfico y han sabido conservar la esencia que lo distingue del resto.
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