Otro año que se va 

Nos lo merecemos, por los niños que vienen en camino y los antepasados que nos resguardan desde el cielo o la memoria. Foto: Raúl Navarro González.

Otro año que se va como si nada, como si no hubieran pasado 365 días, como un pestañazo, como lo que demora un fogón o un amor en prender. 

Otro año que se va, y pienso en los que se han ido, en los que no están, pero están. Me refiero a los que abriremos una cerveza y brindaremos a su salud, y allá donde se encuentren ellos harán lo mismo y el chin chin de las botellas sobrepasará países y rencillas y pasados. Hablo de las sillas vacías, el chiste pesado que nunca se contó y la falta de su cabeza en mi pecho para poder olerle el cabello recién lavado y así recibir el 2024 limpio de espíritu y de cuerpo. 

Otro año que se va y nos deja con sabor a mercurio en la boca porque Milei y sus patillas lobunas me asustan a morir, porque en la tierra del tango el «tengo” le gana la guerra al “quiero” y temo que el despojo, al final, se salga con la suya y eso no debería ocurrir. 

Otro año que se va y por lo menos no escuchamos hablar tanto de la Felton y la Guiteras, como si fuera un primo ingresado que debes preocuparte, constantemente, por su salud. Por suerte, hemos disfrutado este 2023 un poco más de la luz y sufrido menos la sombra. 

Otro año que se va y esa dama un poco creída con nombre sangriento y alma de poeta, esa que te comenta cuando nos falta todo, nos queda la poesía, cumplió su 330 aniversario y nosotros fuimos a reverenciarla, a mimarla y decirle, “sí, mi amor, no llores; estamos aquí para ti”.

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Otro año que se va y ahí estamos, asustados con el comercio electrónico, porque aún no nos sentimos bancarizados; más bien, sentados en el banquillo, en espera de lo que sucederá. Le pedimos al futuro que nos lleve suave, porque entre tantos sobresaltos uno tiene el corazón débil y tantas sorpresas no caben en el pecho. 

Otro año que se va y en Palestina las bombas siguen cayendo y cuando desde el cielo se arroja fuego sobre ti, no te importa que el mundo termine su recorrido alrededor del sol, solo te interesa que tus hijos puedan descubrirse vivos al otro día, ser un sobreviviente del odio y del metal. 

Otro año que se va, un poco anodino, pero por lo menos debemos agradecer la sobrevida a una epidemia o recuperarnos de un ciclón que nos corte la Isla, o de un incendio en una Zona Industrial que nos recuerde la ceniza que habita en nosotros y que una ciudad el fuego puede ponerla de rodillas; no sabemos si por impotencia o para rezar para que todo termine ya. 

Otro año que se va y hemos amado y por tal motivo sabemos que por dentro nos queda algo que palpita y se arroja a los peligros de quienes quieren sin miedo. 

Otro año que se va y con lo poco que tengamos celebraremos porque nos lo merecemos por los niños que vienen en camino y por nuestros antepasados que nos resguardan desde el cielo o la memoria y por nosotros, por nosotros que sobrevivimos a un 2023 medio soso o tan soso como puede ser habitar un archipiélago con tres monedas y demasiados boleros. 

Otro año que se va y te convido a levantar la copa y pedir todo lo bueno, todo lo bello y todo lo útil para el 2024, y que no olvidemos que el hombre es hermano del hombre. Entonces, hermano, ven acá y dame un abrazo y ahuyentemos todo lo feo, todo lo hiriente, todo lo desesperanzador.

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