Estévez y La Novia de Lázaro

En La novia de Lázaro hay una serie de referentes objetuales que nos llevan al original de la Loynaz, que dialoga con la estética de Pedro Vera.

Instituciones y creadores vinculados a Rolando Estévez Jordán celebraron su cumpleaños 70, fundiendo las manifestaciones a través de las cuales se expresó  el polifacético artista matancero, que tanto amó  a la ciudad, a la que quiso llamar Bellamar, en vez de Matanzas. 

Tanto en el Museo Farmacéutico como en la Sala Teatro Icarón, los lugares donde ocurrieron los homenajes el 1o de diciembre, se recordó su presencia entre nosotros, eterna, afianzada en la cultura  matancera, en la cubana. 

De alguna manera  estuvo con todos, el poeta, pintor, promotor, performance, el diseñador  escénico y gráfico, que trabajó con la mayoría de nuestros grupos, pero también con Buendía.

En nuestros archivos están varios de sus afiches y la imagen de sus diseños, una vía de eternizar lo efímero del teatro. 

Quiero detenerme en uno de ellos, que lo vincula a su sensibilidad poética, a su mirada de creador de libros-arte que viene de Ediciones Vigía y de su última  creación, Ediciones El Fortín, un afiche y programa de mano, que lo une a un colectivo como Teatro D’ Sur y a un director como Pedro Vera, que este año también cumpliría 70. 

Dos creadores muy queridos, que trabajaron juntos en varias puestas, como La Ventana Tejida, La Casa Vieja, Dos viejos pánicos, Epílogo con perros y arcángeles, entre otros. 

En La novia de Lázaro, estrenado por Teatro D’ Sur, inspirado en el poema de Dulce María Loynaz, Estévez combina su poética en el diseño escenográfico, de luces y vestuario, con el del programa de mano y el afiche, con la sensibilidad del libro manufacturado, para convertirlo en una obra de arte única, como ha hecho en su carrera con otros espectáculos, como Las penas que a mi me matan o Edith, protagonizados por Miriam Muñoz. 

Lea también: Pedro Vera: fe en el teatro

Rolando Estévez Jordán, fragmentos de una entrevista inédita

En La novia de Lázaro hay una serie de referentes objetuales que nos llevan al original de la Loynaz, que dialoga con la estética de Pedro Vera, y en el que las luces y sombras, adquieren un valor simbólico, con los tejidos, texturas y elementos, como las velas o el maniquí, tejido en alambre, que ofrece transparencia y luz, funcionalidad, dramaticidad y belleza. 

Se trata de un texto complejo, cargado del pensamiento religioso de la autora, marcado por signos que trazan una partitura. Estévez, buen poeta él mismo,  consigue traducir el lenguaje literario y escénico en su perspectiva creativa, y ofrecernos una metáfora visual sobre el escenario y en su diseño gráfico, que quizá muchos han olvidado, porque  La Novia de Lázaro fue una puesta que tuvo una corta vida, como algunas en el teatro; pero que dinamitó un texto poético, que tenía en sí mismo una fuerza dramática trascendente y mística. 

Gracias a las imágenes que incentivan la memoria en diversos planos, podemos  conectarnos con lo que ha desaparecido, pero permanece en el espíritu vivo de los archivos, y en las fotos de Ramón Pacheco Salazar, en las que se ve a la actriz Sahili Moreda Gallardo aportando su vida. 

La ciudad celebró su paso por los 70, con el vigor y la fuerza de los poetas, que llevan la belleza, la tragedia y el esplendor de una nación en su obra. Sus amigos  brindaron por él, con el rojo vino que se derrama, como un afluente, o situaron girasoles en los espacios de representación.

De alguna manera, La Novia de Lázaro me permite rendir homenaje a Estévez y a Pedro Vera, porque los une en la poesía literaria y en la que desprende la escena, porque los misterios de la vida y la muerte se funden en la creación artística, porque cuando busco en la papelería, de alguna manera renace una metáfora que inunda y trasciende.

Recomendado para usted

Sobre el autor: Ulises Rodríguez Febles

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *