Pedro Vera: fe en el teatro

Pedro Vera fe en el teatro

En sus obras, Pedro Vera buscaba conmover desde una perspectiva de desentrañamiento de la realidad. Foto: Sergio Martínez.

Pedro Jesús Vera González-Quevedo falleció el pasado miércoles a los 70 años en su natal Unión de Reyes, lugar al que le dedicó el más grande de sus empeños creativos: el conjunto dramático Teatro D’ Sur.

Su primera vocación fue religiosa, pasó algún tiempo estudiando en el Seminario San Basilio Magno, en Santiago de Cuba. Luego, sus inquietudes artísticas lo condujeron al Movimiento de la Nueva Trova y realizó espectáculos memorables que mezclaban poesía y canción, pero su verdadera fe, su credo y su amor más puro fue el teatro.

Llevó a las tablas textos raigales de la historia de la dramaturgia cubana y universal: Réquiem por Yarini, de Carlos Felipe; Dos viejos pánicos, de Virgilio Piñera; La violación, deReinaldo Montero; Clitemnestra o el crimen, de Marguerite Yourcenar; más de medio centenar de puestas.

Poseedor de esa energía vital que solo se le concede a unos pocos elegidos, estaba lleno de proyectos y ganas de hacer. Poquísimo tiempo antes de despedirse de este mundo soñaba con el montaje que le dedicaría al centenario de Abelardo Estorino, uno de sus escritores favoritos.

El periódico Girón desea compartir con sus lectores algunos testimonios de Pedro Vera sobre sus inicios en el arte y la fundación de Teatro D’ Sur.

FUNDADOR DEL MOVIMIENTO DE LA NUEVA TROVA

“No son muy conocidos mis vínculos con el Movimiento de la Nueva Trova. En los 70, en Unión de Reyes había un grupo de jóvenes vinculados a la cultura, en la asociación Hermanos Saiz, amigos de distintas procedencias entre los cuales estaba Jorge Laguito, Jorge Luis Cabrera, José Luis Brito y otros, que nos conocíamos de la familiaridad de un pueblo.

“Habilitamos un pequeño local de la UJC e hicimos un concierto con canciones latinoamericanas de Mercedes Sosa, de Teresita Fernández, Víctor Jara, combinadas con poemas de Benedetti, Guillén, Martí. Ahí surge el grupo TET (Teatro Experimental de la Trova), porque todos teníamos inquietudes teatrales también.

“Le imprimíamos un corte dramático, usábamos telones, una silla colonial como atrezo, la guitarra también como objeto; era un espectáculo muy experimental y muy interactivo. Algunos sectores, más tradicionalistas, nos veían como un poco raros, pero en Unión de Reyes aquello fue un éxito”.

TEATRO D

“Cuando se crea el Ministerio de Cultura, a Armando Hart se le ocurrió la maravillosa idea de potenciar las instituciones de la comunidad, que cada una contara con un coro, una banda, una librería, un grupo de teatro. Esto permitió una democratización de las artes en los pueblos de Cuba.

“Por ese entonces me di a la tarea de formar Teatro D (que luego sería Teatro D’ Sur) con actores provenientes de grupos anteriores; porque el nuestro ha sido un pueblo con una tradición teatral de más de un siglo, alimentada, después de 1959, por los primeros grupos de graduados de instructores de arte: René Quirós, Ernesto Guevara, Aida Rondón, entre otros.

La sorpresa, de Virgilio Piñera; fue nuestra primera obra, con Celia Rivero, una actriz ya mayor que había tenido un trabajo muy destacado en Unión; Robertico González, un actor-instructor; y María Victoria del Valle. Ernesto Guevara fue el primer productor y Felipe Zamora, sonidista.

“Unos meses más tarde llegó Wilfredo Mesa y empezamos a montar La casa Vieja, de Abelardo Estorino. No aparecía por ninguna parte el texto porque había estado ‘recogido’ durante el Quinquenio Gris y fue Tula, la tía de Pepe (Estorino), quien nos lo consiguió. Para su estreno, el primero de julio de 1981, vino el propio Abelardo, y tuvimos nuestros primeros comentarios en Juventud Rebelde.

“Era una época en que el movimiento de artistas aficionados se encontraba en plena efervescencia creativa, estaban los grupos Miguel de Armas, en Jovellanos, Patria o Muerte y Chispa, ambos de Cárdenas, Teatro Experimental del Espacio, en Colón, y otros muchos.

“Después le llegó el turno a Réquiem por Yarini, una obra importantísima de Carlos Felipe, bastante censurada y criticada, que se estrenó a inicios de la Revolución y no se retomó más hasta ese momento.

“La volvimos a presentar en 1986, pero de una manera menos convencional, después de un entrenamiento técnico-físico brutal, en el cual vino a ayudarnos, desde La Habana, Vicente Revuelta.

“En el 87 fuimos invitados al Primer Festival Nacional de Grupos Categoría A, en Camagüey. Arrasamos con los premios. Ya a inicios de la década siguiente nos profesionalizamos.“Coincidimos con una época dorada del teatro y la supimos aprovechar. En mi opinión, tuvimos la osadía de formar un grupo con teatro serio, no comedias de ocasión, vinculado a lo mejor de la dramaturgia nacional”.

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Sobre el autor: Giselle Bello Muñoz

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