Eduardo Guerra Garriga se reconoce como un combatiente internacionalista de Granada, aunque en papeles sea solo internacionalista. En su mente persiste la tensión de días donde el destino decidiría si se reencontraba con su familia o no.
Desde el 19 de octubre de 1983, el panorama político en Granada estaba revuelto. El golpe de Estado perpetuado por disidentes del Partido de La Nueva Joya contra el primer ministro Maurice Bishop y su posterior asesinato pusieron al mundo a la espera de qué sucedería en el país.
El Gobierno de Estados Unidos utilizó el pretexto de rescatar a sus estudiantes universitarios para invadir Granada, donde se hallaban 784* cubanos trabajando, la mayoría en la construcción de un aeropuerto. Eduardo era uno de ellos.
EL PERSONAL CUBANO SE CONVIRTIÓ EN COMBATIENTE
Desde el día 19, decretaron toque de queda, lo que imposibilitó la salida de los cubanos del “Contingente XX Aniversario de la Victoria de Girón” del campamento. Ellos, que fueron a Granada con el propósito de construir el aeropuerto de Point Salines, esperaron durante seis días por indicaciones, con el peligro inminente de una invasión por parte de los Estados Unidos.
“El 25 de octubre llegaron las tropas americanas. Los francotiradores asesinaron a muchos compañeros, ellos tiraban por encima de nosotros, y nosotros en el medio de los granadinos. Los americanos decían por altoparlantes que no querían problemas con los cubanos, sí, pero mataron, y mataron a 24 cubanos e hirieron a ciento y pico más”, rememora Guerra Garriga.
La defensa era la única opción, “ellos vinieron a acabar con Granada, porque se tiraron con todo, por el mar, la tierra, el aire”. Guerra Garriga, campesino y constructor llegado a ese territorio como armador de prefabricado, tuvo que defender su posición con las 24 balas que tenía el fusil de asalto AK-47, además del conocimiento básico por haber cursado el Servicio Militar Activo.
“Caballero, venir a morirse aquí, tan lejos, no”, se dijo.
En ese momento de tensión extrema recordó a su familia. Si Estados Unidos estaba siendo capaz de atacar una isla tan pequeña, seguramente también había atacado a Cuba. La incertidumbre perturbaba más su mente que el hecho de tener las bombas y tiros como ruido de ambiente.
En Cuba tenía a sus hijos pequeños y a su esposa, a quienes dejó atrás para cumplir la misión en el hermano pueblo. Desconocía entonces si estaban bien y si algún día los volvería a ver. La comunicación con el exterior era poca y en momentos como aquellos podía suceder cualquier cosa.
Una vez agotadas las municiones, no pudo más que esperar. “Si los cubanos, los pocos cubanos que habían ahí, hacían un poco de resistencia, allí no quedaba ni la tierra”, aunque al final, la superioridad de la armada americana sobrepasó todo empeño de defender la posición.
Un total de 24 cubanos perdieron la vida durante la invasión a Granada.
CESE DEL FUEGO Y TRASLADO DE HERIDOS Y PERSONAL CUBANO
Una de las cosas que recuerda con mayor fuerza de esos días fue la tortura psicológica a la que fue sometido. “Los americanos me hicieron 20 000 entrevistas, que si Fidel no me iba a recibir en este país, que si el Gobierno no me iba a recibir. Cada 20 o 30 minutos me sacaban del campo de concentración para entrevistarme. Un día me dijeron:
—¿Qué tú eres en Cuba?
—Bueno soy pecuario, —contesté, pero insistió.
—Mira, en Canadá tenemos mucho trabajo, y en Estados Unidos. —a lo que respondí:
—Oye, si algún día ustedes me sueltan de aquí, yo para donde quiero irme es para el Caimán. —dije en referencia a la forma de la isla de Cuba.
“Un día nos sacaron en una camioneta a tres de nosotros, querían vestirnos de militares para que vieran que el Gobierno cubano tenía militares ahí, que éramos militares y no constructores; y decían que el aeropuerto que hacíamos allí era militar”, cuando en realidad se destinaba a potenciar el desarrollo económico de Granada.
Guerra Garriga cuenta cómo no dejaban a la Cruz Roja ni a los periodistas acercárseles los primeros días, no podían dar ni recibir informaciones.
—¿Cuándo supiste que estaba vivo? —le preguntó a su mujer, que nos acompañaba en el transcurso de la entrevista—.
—Como a los 15 días de la invasión.
Luego de días de encierro y bajo vigilancia, le permitieron escribir un telegrama para hacerle saber a su familia que estaba vivo, aunque en la fecha no tenía idea de lo que sucedería con él.
Al personal lo sacaban por grupos, los llevaban para el aeropuerto y los viraban con el pretexto de que Castro iba a invadir, o que Ronald Reagan, el presidente de los Estados Unidos en aquel entonces, no permitiría que salieran. En un vil juego por hacerles probar la libertad, para luego regresarlos al campo de concentración, querían crear falsas esperanzas del retorno a su hogar.
“Yo decía: ‘Bueno, ahora nos tiran para el mar, como se hizo en Argentina, cuando montaban a los rehenes y los tiraban en el mar’”.
Una vez en el avión, cuenta que estuvo en el aire entre dos y tres horas, mucho más tiempo del que habían demorado de Cuba a Granada, así que pensó que lo llevaban a otro sitio, hasta que pisó tierra y divisó en la lejanía un avión de Cubana de Aviación.
Ya en la próxima nave, cuyo destino tenía por fin el “Caimán”, “recuerdo que nos dieron un traguito de ron. Yo estaba todo desbaratado y sucio. Una vez en aguas jurisdiccionales de Cuba, casi entrando al aeropuerto José Martí, tocaron el Himno Nacional. Lo recuerdo y me erizo”.
Guerra Garriga llegó a Cuba sano y salvo. Al bajar del avión tuvo la oportunidad de conocer a Fidel Castro, con quien anhelaba encontrarse desde pequeño, así como a los miembros del Buró Político.
“Nos montaron en una guagua y La Habana entera estaba en la calle. Yo te voy a decir una cosa: aquello parecía que había entrado el Ejército Rebelde en el 59. La gente lloraba en la calle, la gente lloraba al vernos pasar”.
Eduardo junto a su esposa. /Foto: Pedro Pablo Chaviano
Eduardo junto a sus nietas / Foto: Pedro Pablo Chaviano
CORRAL NUEVO, SU CASA
Eduardo Guerra Garriga regresa cerca de las 10 de la mañana. El camino empedrado y desgastado lo obliga a hacer equilibrio para no botar el poco de leche que lleva para su familia. En Corral Nuevo, a 10 km del centro de la ciudad de Matanzas, casi todo el mundo lo conoce, bastará con preguntar por Eduardo, el que estuvo en Granada, o Eduardo, el del Poder Popular, y amablemente los pobladores indicarán dónde encontrarlo.
Él trabajaba como operador de molinos en la Mina de yeso de la localidad cuando cerca de los años 80 preguntaron por algún constructor que quisiera sumarse a la misión internacionalista en Granada. Desde hacía un tiempo admiraba a Maurice Bishop y deseaba conocer su país, una Islita con cerca de 7 000 habitantes en medio del Caribe.
Ello marcó su vida, y al regresar se dedicó a defender los ideales revolucionarios y trabajó para lograr un mayor desarrollo en Corral Nuevo. Muy cercano a la fecha, fue electo delegado del Poder Popular, y por los siguientes 12 años vio a Corral Nuevo crecer, aunque las condiciones no eran ni remotamente las de ahora.
“El pueblo puso su confianza en mí, me ayudaba y me respetaba. Se logró construir el médico de las familias, el círculo infantil, una cafetería, se arregló el terreno de pelota. Al inicio de la Revolución, el pueblo tenía muy pocas casas, de guano, sin prácticamente electricidad, muy diferente a lo que tenemos hoy en día”.
Al entrar a su casa, modesta, como la describe él, resalta en la pared un reconocimiento por su labor como Artista Aficionado. Ocupa un lugar privilegiado en su sala porque es, tal vez, uno de sus mayores orgullos.
Foto 6: Eduardo Guerra en la grabación de un video clip musical.
—¿Usted canta?
—“Yo canto, sí, estuve en el Ejército Central en un grupo, íbamos a festivales y cuando salí del Servicio Militar estudié un poco de solfeo, y estuve en un Coro Provincial que quedaba cerca de la sede del Poder Popular en Matanzas. Luego seguí actuando como artista aficionado, aunque me desvinculé de la música por una temporada porque estuve trabajando en el campo y el tiempo no daba.
“Poco después me fui para Cultura, era operador de audio, pero también hacía de promotor, hasta que me retiré hace como cinco años. Mi sueño era ser médico o artista, no solo músico, me hubiese encantado ser artista dramático”.
Guerra Garriga habla con orgullo de Corral Nuevo, la tierra que lo vio crecer, donde cumplirá próximamente sus 70 años. El amor por su terruño, por Matanzas, lo ha animado a componer canciones y poemas que interpreta ocasionalmente en las fiestas del pueblo, porque, aunque se haya retirado, no puede dejar de hacer lo que le gusta.
Hoy mantiene su finquita linda, como orgullosamente cuenta. En las mañanas trabaja allí, cuida de la tierra y de sus animales. Se preocupa por la sequía, por si se le enferman los cultivos. Llega a la casa y su nieta lo recibe sonriente. Cuarenta años después de los sucesos en Granada puede descansar tranquilamente en su hogar, puede abrazar a sus hijos, y a su esposa. (Por: Arleen Matamoros Morales, estudiante de Periodismo)
*Cifras publicadas en la revista Bohemia
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Redacción del periódico Girón :
Estos son los verdaderos héroes de esta historia y los 24 mártires aportados por la Misión Cubana, pero sin embargo, más nunca se habló del miserable Jefe de las tropas (oficial del cual no recuerdo su nombre) que engañó a Fidel y al Pueblo Cubano prometiendo que dejarían sus vidas combatiendo a los yankis en momentos de mucha tensión emocional y lo que hizo fue esconderse y entregarse cobardemente para salvar la vida y fue descubierto después por los interrogatorios que le hicieron al regreso. Igual tuvimos un héroe que fue herido en su columna vertebral y quedó inválido hasta el resto de su vida que vivió en el Reparto Pastorita en Peñas Altas, Matanzas .
Sólo fue degradado y separado de las FAR y ! a gozar a papeleta ! vivito y coleando . Hace falta poner estas cosas también en estas historias porque sucedieron aunque nos avergüence !!!!!!!