Ficha técnica de Suzume:
Título original: Suzume no tojimari
Año: 2022 (estreno en Japón); 2023 (estreno global)
País: Japón
Dirección: Makoto Shinkai
Guión: Makoto Shinkai
Banda sonora: Kazuma Jinnouchi, Radwimps
Reparto: Nanoka Hara, Akari Miura, Hokuto Matsumura, Kana Hanazawa, Ann Yamane, Eri Fukatsu, Shota Sometani
Duración: 122 minutos
En materia de autores hábiles al expresar ideas a través de objetos, y ahí está Boorman hablando de la existencia con su preciada Excalibur, o Ford haciendo elegía de una forma de vida desaparecida bajo una flor del desierto, después de Shinkai esas simples sillitas de madera en que se mecen los niños hasta romperle una pata y caerse supondrán, mediante el recuerdo de Suzume, la puerta tras la cual nos reconoceremos en el pasado e identificaremos el origen de nuestros cambios, frustraciones e inquietudes.
Y como, a mis ojos, lo que verdaderamente engrandece a quienes expresan de este modo la idea central de una película es la manera en que lo hacen, mejor cuanto menos énfasis en ello pongan y más recuerden que hay toda una historia tejida alrededor que no puede decaer, Shinkai sigue siendo grande en Suzume. Lleva siendo grande tantos estrenos ya que empiezo a temer por el estado de las arcas de su imaginación.
Es cierto que, tras la primera impresión, no estira tanto la suspensión cardíaca y retinal durante las secuencias más impactantes, por lo menos no a los niveles de infartante deslumbramiento que obtenía en Tu nombre y El tiempo contigo; más bien aprovecha los silencios, los momentos en que mayor distancia establecemos de los personajes, en una búsqueda de reflexión por encima de la emoción (operación contraria a su anterior par de obras maestras). También subraya menos el latido romántico que atraviesa, una tras otra, sus historias. Pero no nos engañemos: continúa al nivel por el cual, si continúa trabajando tan inteligente y sensiblemente como en este último proyecto, nos arrepentiremos si desciende.
Makoto Shinkai es de los artistas más desacomplejadamente sublimes, y poderosamente emotivos, con los que podemos contar para sosegar el alma de cualquier peso. Si el tema que le interesa es, por ejemplo, el amor adolescente, en defensa del mismo se lanza al vacío (acción recurrente en sus últimas películas) hasta ponernos la carne de gallina de una forma u otra, con mayor sinceridad que otros cineastas de adultez pretenciosa, y menos efectiva, sobre todo, cuando se valen de personajes infantiles o juveniles para imponer sus puntos de vista.
Esta vez, una búsqueda de identidad y raíces centra sus prioridades y sutilezas, y pese a la espectacularidad de los momentos más épicos, el resultado es menos arrollador, más sereno y contenido que en las ocasiones precedentes, si bien continúa perteneciendo a la etapa diferenciada (por temática y animación) que empezó justamente después de la también portentosa El jardín de las palabras e integran, además de Suzume, la muy pareja dupla de Tu nombre y El tiempo contigo.
En esta trilogía formal (argumental si se las relaciona por la presencia en cameos de personajes intercambiados de una a otra fugazmente), sigue siendo un estilo asombroso, de indescriptible alcance y belleza, el que utiliza: los cielos, los cuatro elementos, los entornos citadino y campestre, además de la evidente depuración en cuanto a personajes, objetos y fondos en cada plano. Si variase en un próximo film, Suzume quedaría como testamento de una modalidad de animación incomparable y única en la historia del cine.
Lo que pone a Shinkai por encima de muchos es que sobresale igual de bien dibujando las cualidades y ambiciones de un niño que de un adulto. Ahora bien; obviando las edades en que concluyen su aventura los protagonistas de Tu nombre, o los de El jardín de las palabras, pocos de sus personajes se sienten tan preparados para transitar de la etapa iniciática a la siguiente como la valiente Suzume, una vez concluido su periplo.
Desde el eficaz y atrapante comienzo, en ella ha sembrado su creador la simiente de madurez que recubre todo el relato, y solo al final adquiere sentido. Por cómo viaja del gozo imparable a la abstracción más dramática, podemos juzgar la riqueza empática que la película atesora más allá de un innegable talento técnico y destreza narrativa.
En activo, ahora mismo es posible que muy pocos aparte de él y Guillermo del Toro sean capaces de defender con semejante fuerza la fantasía, o de forma similar apegarse con devoción casi infantil a historias contadas como solo un adulto puede (y solo un adulto que disfruta como un niño de esa clase de historias mientras se depura aún más, si cabe, como narrador).