Para los cubanos, Martí es un paradigma. Cuando nos piden definir la identidad de esta Isla, la huella martiana brota con la misma espontaneidad con la cual hablamos de la bandera de la estrella solitaria.
Ante los visitantes foráneos nos orgullecemos de catalogarlo como el “más universal” de nosotros, y hablamos de su obra, conocida en no pocos rincones del orbe, convencidos de que no debemos atrapar en la finitud de la nación tanta palabra luminosa, sino que es preciso compartirla para que traiga dicha y bien a otros pueblos.
Para José de Jesús Campos Pacheco, polígloto y profesor betancourense, traducir la obra del Apóstol al esperanto ha sido una de las experiencias más conmovedoras de su carrera.
“En el año 2009 la editorial Monda Asembleo Socia (MAS), que en aquella fecha radicaba en Alemania, me concede la oportunidad de publicar un libro donde figura una relación de cuentos, teatro y leyendas de Cuba y Latinoamerica, dedicado a los niños.
“De inmediato pensé que la huella martiana no podía faltar. Con anterioridad yo había publicado breves artículos sobre el Apóstol en la revista Juna Amiko, pero en esta ocasión quise traducir a Meñique, esa historia emotiva que nos habla del valor, la inteligencia y el buen corazón. Incluí, además, pensamientos extraídos de la Edad de Oro que transmiten mensajes a la niñez y un breve resumen del patriotismo en Martí. Para ello tuve la colaboración de Vilhelmo Lutermano, un amigo que domina también el esperanto”.
A la labor de Jose, como le llaman sus amigos, se sumó el artista de la plástica Danny Daniel Perera Gutiérrez, quien ilustró la historia del pequeño personaje que nos demuestra cómo el saber vale más que la fuerza.
“En el año 2010, durante el 95 Congreso Universal de Esperanto, que tuvo su sede en La Habana, se presentó el volumen que ya había sido difundido en Polonia. Los delegados a la cita acogieron con alegría las páginas dedicadas a nuestro Héroe Nacional y yo sentí una emoción tremenda por haber contribuido a divulgarla”.
En estos momentos, Campos Pacheco está enfrascado en la traducción de El camarón encantado y mantiene una estrecha colaboración con la revista Juna Amiko, donde continúa mostrando el quehacer de autores cubanos y especialmente de su pueblo natal, Pedro Betancourt.
No obstante, este 28 de enero volvió a encontrarse con las páginas del intrépido Fingruleto (Meñique). A través de ellas se siente más cerca del Maestro, por la alegría de haber llevado un fragmento de su universalidad a una de las lenguas más difundidas y habladas en el mundo.