Gilberto Subiaurt durante la celebración de sus 35 años de vida artística en la Casa de la Memoria Escénica.
“El actor debe estar a medio camino entre la consciencia y la entrega al personaje”, asevera con rotundidad Gilberto Subiaurt, quien en este 2022 cumple 35 años de vida artística, en los que ha desempeñado disímiles roles en torno al universo del teatro.
Director, dramaturgo, narrador y, por supuesto, actor, este creador unionense es recordado por el público por encarnar al Adrián de la telenovela Si me pudieras querer, a Tirito en El gato de Chinchila o La Locura a caballo, y por los monólogos Condenados y Polvo.
Una mención especial merece Edith, obra escrita por él mismo, donde interpretó a todos los hombres que fueron importantes en la vida de la cantante parisina.
En una hermosa tarde de encuentro y rememoración, en el espacio dedicado por la Casa de la Memoria Escénica, el martes 13 de septiembre, a los 25 años del estreno de Edith y los 35 de vida artística de Gilberto Subiaurt, este compartió algunos recuerdos sobre el surgimiento de su vocación, la llegada al mundo de las tablas y su posterior desempeño en él.
“Yo era un guajirito con un potro que llevaba las vacas a tomar agua y sembraba junto a mi papá, pero desde aquel tiempo soñaba con ser este hombre que soy hoy y eso se lo debo a mi hermano, que estudiaba en La Habana y volvía con las historias de las películas que veía, los teatros, los ballets. Él me creó el deseo de ser artista”.
Tuvieron que pasar algunos años más para que concretara su anhelo. Comenzó la carrera de agronomía, que luego abandonó. Se desempeñó como profesor de biología y de inglés, hasta que, finalmente, llegó a Teatro D´Sur.
“Pedro Vera es un gran maestro, aún hoy. En mi desempeño cotidiano pongo en práctica cosas que él me enseñó”.
Luego se incorporó al elenco del Mirón Cubano, con la pieza El gato de Chinchila o La Locura a caballo, y continuó su formación al lado de Miriam Muñoz, Manolo Hernández, Albio Paz, entre otros.
“Albio era un hombre muy inteligente que me afianzó muchas cosas, incluso desde el punto de vista dramatúrgico. Cuando él vio Condenados, no le agradaba la actriz del final, al siguiente ensayo lo volvimos a hacer y me dijo: ‘A ti te gusta, vamos a apuntalarla’, y entonces me explicó lo que eran los puntales del teatro”.
Decidió probar suerte en La Habana. “Quería hacer televisión y no podía esperar que vinieran a Matanzas”. Allí tuvo un intenso trabajo tanto en la pantalla chica como en el ámbito escénico. Fue fundador de la agrupación El Público, se desempeñó junto a dramaturgos de la talla de José Milián y Abelardo Estorino.
Sin embargo, Gilberto Subiaurt regresó para cuidar de su madre enferma y se quedó en la urbe yumurina por amor a su inmensa bahía, “al color azul que toma la ciudad algunas tardes”, y porque la mayor parte de su repertorio se ha estrenado aquí y siente que eso lo ata irremediablemente.
Cuando se le pregunta qué le falta por hacer, no duda en contestar que le encantaría enfrentarse con una pieza como Rey Lear, de Shakespeare, o Viaje de un largo día hacia la noche, de Eugene O’ Neill.
“Igualmente desearía reencontrarme con los clásicos del teatro cubano, con directores con los que trabajé antes, y comprobar, a partir de la experiencia que ya tengo, si el camino recorrido ha valido para algo.
“Hay obras mías que quiero llevar a escena: Luces, Mentiras y Personas, esta última la concebí a partir de la experiencia de cuidar a mi madre.
“A mí la vida me parece muy larga, miro todo lo que he hecho y luce interminable, y aún me queda por crear. Tengo una amiga psicóloga que me dice que eso está relacionado con los personajes, con tantas historias que he interpretado”.