Un ajetreo peculiar transforma el entorno de la base de supertanqueros en la zona industrial de la ciudad de Matanzas. El polvo provocado por infinidad de equipos pesados que laboran en diversas tareas y de los camiones que no paran de sacar escombros y restos de metales, brinda la imagen del continuo esfuerzo por rescatar con celeridad las áreas colapsadas tras el incendio de grandes proporciones que devastó la zona a inicios del pasado mes.
El aire todavía contiene el olor a combustible quemado, y el hollín de las cenizas hace de las suyas al respirar cuando la brisa o las maquinarias lo convierten en pequeños torbellinos.
En medio de esas adversidades, decenas de hombres y mujeres de varias provincias y empresas desafían al reloj para ganar la batalla a que están abocados: reanimar esa «araña» de tuberías de muchos diámetros, con sus tanques y edificaciones.
Pocos metros al sur del tanque 49, el último en incendiarse, la bandera cubana ondea en una enorme asta. Ella preside la hidalguía y el afán de estos cubanos que asumen el derrotero humano y tecnológico de borrar en la zona las huellas de la tragedia.
Cambia el panorama
Volver y apreciar las secuelas, impacta. Al entrar a los tanques 49 y 51 quedamos sin palabras. El destrozo y el ensañamiento de las llamas al punto de doblegar el acero nos deja sin aliento.
Para que puedan entrar los equipos especializados, en cada uno se abrieron enormes compuertas a punta de soldadura. El tanque 50 y el 52 seguirán después.
En el 51 ya comenzó el desguace de todas sus estructuras, pero están muy dobladas por el intenso calor al que fueron sometidas, lo cual dificulta mucho la labor de cortarlas para su extracción.
En plena faena encontramos a Guillermo Ruiz Pérez, que acumula casi 30 años en el oficio de oxicortador. Lleva varias jornadas de sol a sol en la difícil tarea de trozar con la mecha los restos de las estructuras, que luego se aprovecharán para recuperar materia prima.
«Aquí hemos hecho de todo. Ahora desmantelamos este, pero imagínese lo que fue entrar, porque las planchas de las paredes tienen 25 milímetros de grosor (más de una pulgada)», nos dice este hombre, pequeño y delgado.
«Es duro cuando uno piensa lo cerca que murieron nuestros héroes, pero hay que hacerlo rápido y con calidad, para que se recupere totalmente la base», recalca, mientras se quita la careta protectora y los guantes de cuero.
Al despedirse me da su mano áspera y regresa a su mecha, para ir cortando las planchas dobladas en medio del chisporroteo y el calor que genera su equipo.
Antonio Perna Rodríguez, especialista principal de la actividad ferrosa de la empresa de Recuperación de Materias Primas de Matanzas, explica a JR que en esa faena hay diez oxicortadores, seis de ellos de la provincia de Artemisa.
«La tarea más difícil es abrir las paredes de los tanques, porque todavía se encuentran dentro muchos residuales y hay que calcular los parámetros de explosividad y los gases. Después es que se empieza a trabajar con el oxicorte para abrir una compuerta y limpiarlo por dentro», explica.
Como ya se desactivó el tanque 51, se pican las estructuras del tamaño de las camas de las rastras para trasladarlas. Se trata de aprovechar hasta las planchas metálicas del piso, útiles para empresas como Azcuba, y el resto del material que puede ir para la acería.
Además del colectivo del Grupo Empresarial de Reciclaje matancero, hay trabajadores de Bahía Honda, Artemisa, La Habana y Matanzas. «Las labores están divididas en la fase de desmantelamiento con equipos tecnológicos, y después la del oxicorte», precisa Perna Rodríguez, quien insiste en que ya se ve otro panorama en la mayoría de las áreas.
«Las tuberías las picamos con equipos tecnológicos, como las cizallas traídas de Bahía Honda y Artemisa, porque esos conductos contienen residuales de combustible y se podrían encender con las antorchas. Hay que hacerlo todo, pero bien hecho, para preservar la vida de los hombres, que es lo fundamental», resume el especialista.
Recuperación desde el inicio
Lázaro Quintero Hernández, director comercial de la División Territorial de Comercialización de Combustibles Matanzas, comenta a este diario que la recuperación comenzó prácticamente desde el inicio del incendio, sin detenerse.
«Se buscaron muchas variantes con el objetivo de mantener la vitalidad de la base, porque la comercializadora de combustibles no detuvo la distribución durante el incendio ni después: se siguió distribuyendo gas a la población y el combustible para las calderas de los hospitales, para que las empresas siguieran sus producciones y los servicentros pudieran abastecer los vehículos», expone Quintero Hernández.
Destacó la labor de los trabajadores de la UNE (Unión Nacional Eléctrica), su heroicidad para restablecer la energía en el edificio central de la base, donde están los servidores informáticos, principales soportes que sirven de ramas a las diferentes áreas de la entidad.
Faltan cuestiones eléctricas relacionadas con las subestaciones internas de la base para garantizar otros servicios, pero lo fundamental se ha asegurado.
«Se trabajó fuerte en llevar la energía al muelle, que es muy importante, porque sin eso no podíamos atracar barcos ni se podría hacer ninguna operación, además de que es necesaria la electricidad allí para que funcione el sistema contra incendios», detalla el directivo.
Ya se restablecieron las comunicaciones telefónicas, dice, e incluso se van a modernizar: la pizarra central de la empresa, que es analógica, se sustituirá por una digital para optimizar la comunicación con los clientes y entre las áreas de la base.
«Se labora en el saneamiento de las zonas donde hubo derrame con el objetivo de minimizar el impacto al medioambiente y recuperar la mayor cantidad de combustible retenido en los diques; pero está muy denso y se trabaja en coordinación con otras empresas de Cupet que tienen calderas móviles para darle calor, minimizar la viscosidad y poder succionarlo», precisa Quintero Hernández.
Igualmente se avanza en el corte y restablecimiento de todas las líneas operacionales para devolverle vitalidad a la base: hacer los variados trasiegos de combustible y garantizar la carga de los buques en los muelles.
«Las líneas se picarán y restablecerán paulatinamente, porque ese es un trabajo que lleva soldadura, prensamblaje, inspección y comprobaciones. Mientras quede producto en las líneas hay que picarlas y sacarles ese combustible, para soldar con todas las medidas de seguridad que el proceso exige», argumenta.
Añade que se inspeccionaron todas las instalaciones en el perímetro del desastre y se demolieron las no recuperables, como el área de maquinado y la oficina de mantenimiento, todo el laboratorio, la garita de vigilancia y la posta médica.
En todos los casos se recupera la materia prima. Las estructuras metálicas se cortan y clasifican para decidir su destino final, y de las de hormigón se recupera el acero para construir cercas perimetrales, fundido en moldes.
«Nos queda pendiente una tarea complicada, que es la demolición del hongo (tanque de agua potable), para lo cual se estudia el método más adecuado, con todas las medidas de seguridad para evitar accidentes», asegura.
A la par se trabaja en el restablecimiento del sistema contra incendios, la recuperación de los muelles y las capacidades de agua de la caldera, y en la instalación de una bomba de agua del sistema de enfriamiento contra incendios en el muelle de aguas profundas.
«Trabajamos también en el embellecimiento y cambio de imagen de la zona. En general se avanza, aunque poco a poco porque son tareas complejas, con mucho volumen de chatarra y escombros, y muchas áreas por sanear.
El espíritu de la gente sobresale, con el apoyo de muchas empresas: las del propio sistema de la industria y los servicios básicos, como la UNE, Cupet, Micons, Recursos Hidráulicos, Etecsa, Gas Licuado Habana… y otras como Materia prima, la Empresa forestal, el Citma…
La recuperación es un trabajo de meses, pero la voluntad y la decisión de la gente para hacerlo se respira en cada lugar que uno recorre.
«Aunque se han limitado las operaciones en los muelles, no se ha dejado de trabajar en los barcos. Hoy funcionan dos de los cuatro muelles; quedan pendientes el Uno y el Dos, en los que se colocan bombas nuevas y se soluciona el acceso a la electricidad.
«La base de supertanqueros quedará mejor que como estaba. De los vestigios de la tragedia que todavía se ven, resurgiremos con una empresa más linda», concluye Quintero Hernández.
Todas las manos juntas
Osmany Arística Dueñas, liniero en caliente de la provincia de Cienfuegos, lleva aproximadamente 20 días junto a su brigada y dos técnicos de subestaciones.
«Estamos construyendo las líneas que enlazan con los grupos electrógenos, muy importantes para la generación eléctrica», afirma. «Es trabajoso, con mucho sol y polvo, y además es impresionante estar en este entorno, porque fue un hecho muy destructivo que nadie esperaba, pero hay que seguir pal´ante… Estaremos aquí hasta que termine todo el trabajo», resalta este hombre de 43 años de edad, quien desde 1999 trabaja en la UNE.
Dentro del tanque 51, los golpes y el ruido de las cizallas llaman la atención. Con esa tecnología se recuperan las planchas metálicas del piso. Esos equipos los operan Lázaro Argudín y Alexei Zamada, quienes se auxilian de Carlos Sanabria, el encargado del martillo. Todos coinciden en que la tarea es difícil, pero no imposible, y que permanecerán en esta faena mientras sea necesario.
Felito Barrientos Díaz, operador de equipos pesados de la ECOI 35, de Jovellanos, está en la base desde el día 26: «Vuelvo a mi pueblo en la tarde-noche y regreso bien temprano. Todo ese tiempo ha sido escombrando, evacuando cenizas, piedras y basura… Es complejo. Me ha impresionado mucho el gran desastre y, por supuesto, las pérdidas humanas. Lo vi al principio por la televisión, pero ahora lo vivo en carne propia. Siento la satisfacción de participar en esta recuperación hasta diez horas diarias».
El hormigueo de gente por todos lados no para. En la mayoría de las áreas se trabaja 24 horas. Pensar de vez en cuando en la desgracia pasada es inevitable, pero saben que su reto es enfocarse en el futuro y se esfuerzan para que este paraje de la rada matancera pronto luzca más hermoso, funcional y con mayores prestaciones. (Por: Hugo García)