Quien transite con frecuencia por la acera del Instituto Preuniversitario Urbano José Luis Dubrocq, en la ciudad yumurina, de seguro habrá visto cómo algunos alumnos utilizan las áreas exteriores de la institución para fumar, lo que en el reglamento del plantel les resulta prohibido.
Tal práctica no es exclusiva de allí. Con certeza, se repite en otros centros educacionales; incluso en niveles inferiores de enseñanza. Así lo confirma la estadística ofrecida por el sitio digital del Ministerio de Salud Pública en Cuba: “El 30 % de los estudiantes de secundaria básica ha probado el cigarro alguna vez y el 17,9 % fuma. En noveno grado, el 25,6 % posee el hábito”.
La curiosidad y la imitación constituyen los motivos que los impulsan a ceder ante tan dañino vicio. Le siguen la presión de los amigos, la aceptación social, anticipación a la edad adulta y la rebeldía propia de la etapa.
De tal modo, engrosan una lista que en la Isla involucra a más de 2 millones de personas. En detalles, afecta a cuatro de cada 10 hombres (41,4 %) y a dos de cada 10 mujeres (23 %). El 76 % comienza antes de los 20 años y alrededor del 69 % de los niños son fumadores pasivos.
Un estudio publicado en la Revista de Información Científica para la Dirección en Salud, en el 2021, centrado en el período más crítico de la pandemia del SARS-CoV-2, reveló que en el 2020, pese a las limitaciones económicas del país y las medidas higiénico-sanitarias establecidas, el comportamiento del hábito en general promedió una cajetilla por día, lo que se ha mantenido estable hasta hoy y rompe con la tendencia decreciente que se mostraba desde 2017.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que el tabaco mata anualmente a ocho millones de seres humanos en el planeta. Los anuarios estadísticos en Cuba lo relacionan con las primeras causas de muerte, entre las que destacan las enfermedades del corazón y los tumores malignos, coincidiendo con el comportamiento a nivel global.
Las cifras anteriores, fruto de las investigaciones, imponen la necesidad de revertir esa situación y continuar trabajando de manera integrada en aras de alcanzar mayores logros en el control del tabaquismo, lo que representaría un triunfo para la salud y calidad de vida de la población.
Aun cuando en nuestra Isla existe un arraigo cultural del consumo de los productos derivados del tabaco, y su producción complejiza el escenario, urge fomentar nuevas estrategias preventivas que consigan reducir la prevalencia de fumadores.
Por ejemplo, en Santiago de Cuba desarrollan un proyecto denominado Payaxum, intervención educativa dirigida a niños y niñas del municipio de Contramaestre. Se trata de un payaso terapéutico que les enseña, mediante escenas muy preparadas, mensajes que puedan empoderarlos y llevarlos a la meditación de los riesgos que conlleva consumir cigarros y tabaco.
La iniciativa del colectivo de promoción del ramo de ese territorio ha despertado curiosidad en las escuelas y círculos infantiles, adonde han llegado de la forma más sencilla, alegre y llamativa, llevando con sus saberes de educadores de salud diversos mensajes a través del arte terapia.
Así, consolidan la máxima martiana de que “en prever está todo el arte de salvar”. Y es que las muertes por tabaquismo resultan prevenibles. Por eso, cualquier acción dirigida a recordar el peligro que representa este hábito para la salud humana, la sociedad, el medio ambiente y la economía resulta bienvenida.
Un soplo de aire limpio podrá convertirse en brisa y más tarde, poco a poco, año tras año, en rachas de oxígeno puro, en atmósfera libre de humo, esa que necesitan los habitantes de nuestro planeta para vivir sanos. Una atmósfera ideal y posible. Apagar un cigarrillo hoy, o no encenderlo, puede ser el inicio. No estar en la lista de los fumadores: la mejor opción. (Caricatura: Miguel Morales Madrigal)