Matanzas en el alma de Fina

Matanzas en el alma de Fina

En la época en que Josefina «Fina» García Marruz y Cintio Vitier Bolaños se casaron (1947), las parejas de clase media o alta cubanas acostumbraban a pasar la luna de miel en Miami, pero ellos decidieron que su viaje iba a ser por Cuba y el primer destino fue Matanzas, la “patria chica” del novio.

“No hay un solo lugar que no esté lleno de los recuerdos de nuestro viaje de bodas”, rememoraría la poetisa Fina García Marruz el 26 de enero de 2010. Fue la primera visita que haría a Matanzas sin su compañero de toda la vida y también la última de una larga existencia que se prolongaría hasta este 27 de junio de 2022.

Cintio y Fina fueron una de las parejas icónicas de la intelectualidad cubana del siglo XX y fue Cintio quien definió el concepto de matanceridad. “Como ustedes saben, aunque no nació aquí esta fue la ciudad de su infancia y adolescencia. Le llamaba provincia de mi alma”, rememoraría. “La fijación de Cintio Vitier con Matanzas era tanta que le llamaba Matanzano al tabaco Habano”, cuenta.

Fina tenía entonces 86 años y Cintio había partido hacía solo tres meses. Todas sus confesiones de aquella jornada estuvieron marcadas por la nostalgia. Llegó de la mano de su nieta Laura Vitier por invitación de la sede Universitaria Medardo Vitier Guanche y el encuentro fue en el museo Palacio de Junco. Aquel día iría también a la casona de la calle 2 de Mayo # 70, la casa-escuela donde vivió Cintio y a la iglesia de Los Carmelitas.

Yo quería conocer a Fina y aunque no asistí como periodista grabé todo lo que pude. Con un poco de suerte logré que mis grabaciones sobrevivieran después de tantos discos duros echados a perder. Eso, una foto y el autógrafo en su Poesía Completa, Tomo I son los tesoros que guardo de esa oportunidad única.

Corro el audio y Fina habla de amigos entrañables que los recibieron en el viaje de bodas, de Mario Argenter y Pancho Mederos, con quienes Cintio tocaba el violín en la orquesta de la iglesia de Los Carmelitas. Recordó los versos de Martí que el músico compartió al piano en aquella parada matancera de su luna de miel: “por tus ojos encendidos y lo mal puesto de un broche”… Se le olvida la letra y se lamenta: “un poema que me sabía de memoria”.

“Martí en tres cuartetas hace una historia a la que un novelista le hubiera dedicada 200 páginas”, comenta en referencia al poema. Entonces pone otro ejemplo para ilustrar el poder de síntesis extraordinario de Martí: “Honrar, honra, una palabra en dos tiempos verbales. ¡No se puede decir más en dos palabras!”

Menciona recuerdos sueltos: que Cintio siempre iba con Mario a escuchar a Lecuona a La Habana. Cintio decía que tenía más ambiciones como músico que como poeta. Quería ser concertista. Lo principal en él fue la música, hasta que conoció a Juan Ramón Jiménez”.

Entonces narra cómo conocieron a Juan Ramón durante la Guerra Civil Española, gracias a Fernando Ortiz: “¡Yo tenía 13 años y Cintio 15 y oímos aquellas conferencias en La Habana; fue a los 13 años y tengo 86 y no he olvidado una sola de sus palabras!

“Ahí nos conocimos Cintio y yo. Cintio y Eliseo (Diego) que habían sido compañeros de colegio y tenían una amistad que eran como hermanos, se fijaron en las dos hermanitas que no se vestían como las habaneras y llevaban unas boinas. Cintio lo ha contado muchas veces y yo le digo: tú no te fijaste solo en la boina”, y se ríe, pícara.

Relata Fina con orgullo cómo Juan Ramón elogiaba a Cintio. “Él le había llevado sus versos. Yo no, yo acababa de conocerlo y me decidí porque él quería acercarse a la poesía joven de Cuba y alguien le dijo que yo escribía. Fue tan generoso. Me avergüenza haberle dado mi poesía a Juan Ramón Jiménez. Aquello no servía para nada”, cuenta Fina, quien sería después Premio Nacional de Literatura en 1990.

Siempre modesta, en segundo plano, contó de aquel primer libro de Cintio que publicó con 17 años y al que Juan Ramón Jiménez escribiría la presentación. “Hizo un retrato de Cintio que casi vaticinó su futuro: poeta y músico, vive y muere en Cuba, existencia trascendental… Cintio decía que Juan Ramón Jiménez no nos enseñó su poesía, sino la poesía. ¡La poesía!”, remarca.

Fina repasa de corrido la obra de ambos vinculada a Martí después. Menciona la Sala Martí de la Biblioteca Nacional donde trabajaron y que fue la génesis del Centro de Estudios Martianos. “Seguimos publicando toda la vida. Nos hicimos cargo de una parte de la Edición Crítica de las Obras Completas de Martí”. Y termina recordando, orgullosa, que Cintio fue nombrado director honorario del Centro hasta su muerte.

En el audio una estudiante de Periodismo que estaba de prácticas (no logro reconocer su voz o recordar quién fue) le pregunta (cosas que preguntamos los principiantes) que cuál era su poema favorito. “No lo he pensado nunca”, suelta rápido Fina, pero después reflexiona: “los poemas que le dediqué a Cintio nunca los publiqué ni eran para ser publicados, creo que esos son los que prefiero.

“Una cosa que Cintio siempre decía, que gracias era la palabra más hermosa del idioma. Y yo digo que amor con amor se paga, como Martí”, escucho a Fina agradecer. Fue como si ambos hubieran regresado a Matanzas nuevamente ese día de enero de 2010, a cerrar el ciclo que iniciaron con su luna de miel, 62 años antes, en la ciudad del alma de Cintio.

“Ustedes me perdonarán por todos estos recuerdos, nada más que tengo recuerdos”, oigo en la grabación casi al final. Y quizás solo sean recuerdos sueltos de una Fina marcada por el dolor de la pérdida reciente del amor de su vida, pero tan hermosos, tan sinceros, que bien vale la pena que Matanzas los atesore. (Por: Yirmara Torres Hernández. Foto: Del archivo personal de la autora)

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