Podría decirse que parte de la belleza de Matanzas reside en su bahía. Fue allí donde surgió su nombre que con el paso de los siglos ha perdido ese halo sangriento, signado por la violencia.
Sus aguas transparentes nos regalan la paz necesaria, y nos hace sentirnos orgullosos de permanecer anclados a sus orillas.
En ciertos días claros y de escaso viento, las tranquilas aguas asumirán el reflejo del cielo como un espejo gigante que reproduce el azul más sugestivo que nos convida a sentarnos unos segundos para admirar tanta belleza.