Según datos publicados en 2019, Cuba está comprendida entre los primeros 10 países emisores de emigrantes en los Estados Unidos. Ambas naciones tienen una historia migratoria de siglos, condicionada por factores geográficos, económicos, políticos, culturales y sociales en general.
Aunque la mayoría de los cubanos que viaja hacia ese país dice hacerlo buscando mejores posibilidades financieras para ayudar a la familia, lo cierto es que la manera en que algunos se comportan no se corresponde con ese objetivo e, incluso, han llegado a convertirse en rehén político del gobierno norteamericano.
Para nadie es secreto que esta pequeña isla del Caribe —que por demás cabe casi 70 veces dentro de los Estados Unidos—, no posee recursos que codiciar; no dispone de litio, apenas de petróleo; ni de otras riquezas como Venezuela, Bolivia o México; sin embargo, la obsesión del poderoso imperio por apropiarse de ella es histórica y para llegar a ese fin está dispuesto a emplear cualquier medio que sea necesario.
Y justo ese medio que usan ahora vienen siendo cubanos que residen allá y que, quizás por resentimiento, por no haber logrado materializar su sueño americano, o por determinados rencores, arremeten contra su país de origen con el odio más visceral que pudiera existir.
Las redes sociales devienen el escenario de enfrentamiento, agudizado desde hace varios meses en que entronizaron varias etiquetas, con el pretexto de ayudar a la Isla en el enfrentamiento a la covid-19. Sin embargo, el desenlace y, como colofón, los sucesos acaecidos el 11 de julio último, evidenciaron las verdaderas intenciones.
Como si las bombas vinieran dirigidas con nombres y apellidos clamaban a gritos una intervención militar a Cuba. Aunque el Noticiero Estelar de la Televisión Cubana ha mostrado un gran número de ejemplos, quienes navegamos por la red de redes, sabemos que existen muchísimos más.
En lo personal, por citar uno, me llamó la atención una joven que, cuando a principios de abril se produjo un incendio de pequeñas proporciones en un área próxima a la Cueva de Bellamar, se mostraba desesperada porque cerca de esa zona está la casa de su mamá. Sin embargo, fue de las que no ocultó su reclamo de invasión a Cuba como si esa misma zona no fuera a ser blanco de las bombas enemigas.
Insultos, improperios y hasta amenazas a su integridad física han recibido los defensores de nuestro proyecto social. He visto durante estos últimos tiempos cómo se deshacen amistades y hasta entre las mismas familias, esas a las que decían iban a ayudar, se han suscitado situaciones al no estar de acuerdo estas con la conducta despreciable que asumen contra su tierra.
Me consuela ver, al menos, que no son todos; que algunos aún admiten la pluralidad de criterios y se han mantenido al margen de los acontecimientos. Entonces, pienso en los afortunados que pueden juntarse con otros que tienen ideas diferentes, y respetarlos y abrazarlos como hermanos.
Ahora, con los que siguen incitando al odio, a las reyertas, a los enfrentamientos; los que nos ven a nosotros, hasta hace poco sus vecinos, parientes, compañeros de trabajo…, como los enemigos solo porque pensamos de un modo diferente, con esos sí no nos entendemos ni nos entenderemos jamás.