Marta y su amor por los Cocodrilos de Matanzas

Nunca ha perdido la fe en ellos. Ni siquiera cuando muchos le dimos la espalda ante una mala racha o le auguramos que no clasificarían. Se le vio preocupada, eso sí, más no vencida. Esa esperanza contra viento y marea, que solo albergan los enamorados, la lleva por dentro y es capaz de gritar que “esto no se acaba hasta que se acaba”, aunque estén a punto del nocaut.  

Cuando juegan sus Cocodrilos a Marta Beatriz Williams Boada la puedes encontrar pegada a su radio o en el Victoria de Girón, gritándole algunas de sus ocurrencias al pícher de turno, discrepando como el mejor analista, inquieta ante una mala jugada o decisión arbitral o dejándole bien claro a cualquiera que nadie puede hablar mal de su equipo, al menos no delante de ella. 

Su bandera, su pulsera de los saurios y la peluca roja la acompañan siempre en épocas de Serie Nacional de Béisbol.

Su bandera remendada, pero en alto, su pulsera de los saurios y la peluca roja la acompañan siempre en épocas de Serie Nacional de Béisbol y la distinguen en cualquier recinto deportivo del país en el que se encuentre.  

Si le preguntas de dónde le viene ese amor por los Cocodrilos de Matanzas te dirá que su pasión primera fue por el béisbol y comenzó desde niña cuando jugaba a la manito en la calle o en el patio de su casa. Y creció al verse diestra con el bate e involucrarse en los juegos donde participaban su hermano Mandy y su primo Angelito con sus compañeros de escuela. 

“Como no existía en el barrio espacios para practicar, los muchachos se iban a jugar para el terreno del Yumuri, llamado Standard. En aquel lugar no le permitían entrar si no iban con un adulto, y aunque solo tenía 18 años decidí acompañarlos y en menos de 10 días me vi de directora de un equipo infantil”, rememora. 

Después se convirtió en seguidora de los equipos matanceros. “Me gustaba sentarme encima de primera, disfrutaba mucho la polémica con los aficionados de otros conjuntos, por supuesto, nunca hubo falta de respeto, al contrario, se asombraban de que una mujer conociera y amara el deporte nacional, porque éramos pocas las que íbamos.

“Con el tiempo comencé a relacionarme con los integrantes de las peñas, pero nunca me llamó la atención estar en alguna, lo mío era apoyar lo mismo en la pelota, en el baloncesto o el hockey, deportes en los que Matanzas tenía buenos equipos. 

Por cuenta propia los seguía por todos los territorios del país junto a otros fans que se hicieron llamar Los Despeñados. Solo se le han resistido los estadios de Guantánamo, Santiago de Cuba y la Isla de la Juventud, a los que aspira conquistar algún día. 

“A partir de un incidente en una provincia y de conocer a Olguita, la presidenta de la peña Las Cocodrilas Limonareñas que conduce a mujeres increíbles, empiezo a pensar seriamente en el asunto de crear una peña, además de que algunos compañeros de trabajo ya habían formulado la propuesta. 

Consulto con Olguita y ella apoyó la idea, se comprometió a ayudar y me puso en contacto con el funcionario del Inder, al frente de esa esfera y al que ya conocía porque trabajábamos juntos en las actividades desarrolladas en el barrio como parte del Proyecto La Marina”. 

Es presidenta de la Peña Cocodrilos X Siempre de la Fiscalía Provincial de Matanzas.

Así nació oficialmente hace apenas un año la Peña Cocodrilos X Siempre de la Fiscalía Provincial de Matanzas de la cual es presidenta. “He involucrado a muchas personas, pero no sé cómo lo he logrado, quizás por mi perseverancia o porque somos cubanos y el deporte forma parte de nuestro ADN, el caso es que ya conformamos la peña, aunque siempre me sentiré parte de Las Cocodrilas Limonareñas”, comenta. 

“En los Cocodrilos siempre he confiado, imagínate que estando en mala racha íbamos un grupo detrás de ellos a otros estadios de otras provincias. Un día nos reunimos siete matanceros en el José Antonio Huelga pero nos hicimos sentir.  

“Cuando clasificaron para sus fanáticos no fue ninguna sorpresa porque nunca perdimos la confianza. Una mala racha no define la calidad de un equipo. Mantengo buenas relaciones con todos, son chicos respetuosos y más con nosotras a las que consideran de la tercera edad”. 

Dice y sonríe. Quizás recuerde algunos de esos momentos en que espera concluya el juego para abrazarlos, besarlos y, como una madre, aconsejarlos para próximos desafíos. Así guarda cada instante cercano en instantáneas que conforman sus más preciados recuerdos. 

Conserva las instantáneas junto a sus peloteros.

Sin embargo, en algo siempre ha sido enérgica. “A la afición la debe caracterizar el respeto. Hay quienes no dejan de gritarle a los peloteros y a los árbitros, y resultan graciosos, pero no usan ofensas. Ofender no te da la razón, aunque a veces las decisiones arbitrales te sacan de quicio”.

Ahora, bien cerca de la final, se siente segura y aspira, por supuesto, a ganar el campeonato. Este año volverá a sonar su conga en el mismo corazón de La Marina y a convertir su casa en una verdadera guarida para sus saurios. Y es que los fanes, como ella, son el jugador que le falta al equipo. Esos que, aún sin ser conscientes de su verdadero protagonismo, también se dejan la piel en el terreno.  


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Sobre el autor: Jessica Acevedo Alfonso

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