
Cuando la intelectual argentina Kari Krenn define como «mafioso y patoteril» el mensaje de Estados Unidos, Israel y Marruecos, no exagera. Describe con precisión brutal una realidad geopolítica donde la ley del más fuerte pretende sustituir al derecho internacional.
Lo que ocurre en Gaza hoy -ese genocidio en cámara lenta- no es un hecho muy diferente al de otros escenarios. Sin emitir juicios de comparación, es el mismo patrón de impunidad que sostiene el bloqueo contra Cuba y la ocupación del Sáhara Occidental. Tres pueblos, un mismo verdugo: la alianza entre el sionismo expansionista, el imperialismo norteamericano y la monarquía marroquí, todos protegidos por la complicidad de organismos internacionales que funcionan como «los tres monos sabios».
Las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) deberían hacer sonrojar a cualquier ser humano con un ápice de conciencia: 42 000 lesiones graves, 5 000 amputaciones, entre ellas 4 000 en menores de edad. Detrás de cada número hay una vida destruida, un futuro truncado. La OMS documenta quemaduras graves, desfiguramientos, lesiones medulares y cerebrales. Son 167 000 heridos desde octubre de 2023, una cuarta parte con secuelas que alterarán sus vidas para siempre.
Pero Israel no se conforma con mutilar cuerpos. También asalta la ayuda humanitaria en aguas internacionales, como hizo esta semana con la flotilla Global Sumud. Este acto de piratería moderna envía un mensaje claro: «Somos amos del mundo y sus leyes no nos aplican». Mientras, otra flotilla con nueve barcos sigue su rumbo hacia Gaza, desafiando el bloqueo ilegal. La brutalidad israelí parece no tener límites.
Krenn acierta al conectar los puntos: Palestina, bombardeada diariamente, con un muro de apartheid que divide su territorio; Cuba, asfixiada por un bloqueo que dura seis décadas, disfrazado de «embargo»; y el Sáhara Occidental, dividido por el «muro de la vergüenza» marroquí, plagado de minas antipersonales.
El denominador común salta a la vista. Estados opresores contra pueblos que defienden su derecho a existir. Estados Unidos proporciona las armas a Israel y mantiene el cerco a Cuba. Marruecos ocupa el Sáhara con beneplácito estadounidense. Es el mismo juego geopolítico con diferentes escenarios.
Mientras, la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa condena… pero no actúa. La ONU emite resoluciones… que Israel ignora impunemente. Mientras, los pueblos sufren. Esta inoperancia no es casualidad: es diseño. Los organismos internacionales han sido secuestrados por los intereses de las grandes potencias.
¿Dónde está la aplicación del Derecho Internacional? ¿Dónde la protección a los civiles? ¿Dónde la defensa de la soberanía de los pueblos? Las respuestas se pierden en la burocracia de Ginebra y Nueva York mientras en Gaza los niños pierden sus extremidades, en Cuba faltan medicamentos y en el Sáhara se violan derechos humanos diariamente.
El mensaje de Krenn es profético: «Hoy es Palestina bombardeada, Cuba aislada, el Sáhara asediado… Mañana podemos ser cualquiera de nosotros». La impunidad de hoy es el precedente para los crímenes de mañana. Si Israel puede interceptar barcos en aguas internacionales, bombardear hospitales y escuelas, ¿qué impedirá que otros Estados actúen igual?
El «dios» que según los sionistas les dio derecho a Palestina es el mismo dios del «Destino Manifiesto» que Estados Unidos invocó para robar territorio mexicano, y el mismo que Marruecos usa para justificar su expansionismo. Es el delirio de superioridad convertido en política de Estado.
Frente a esta realidad, Krenn propone lo único sensato: «decisiones a nivel político CONTUNDENTES«. Ya basta de declaraciones vacías. Es hora de sanciones reales contra Israel; de la ruptura del bloqueo a Cuba; de la aplicación del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, y de una reforma profunda de la ONU para que sirva a los pueblos, no a las potencias.
La «Europa arrastrada» que menciona Kari Krenn debe dejar de ser cómplice. Los pueblos del mundo deben unirse en una solidaridad concreta. Como en Cuba hemos aprendido que frente al imperio la única respuesta es la resistencia unida y la dignidad inquebrantable.
Gaza, Cuba y el Sáhara son tres frentes de la misma batalla por un mundo multipolar donde los pueblos decidan su destino. La impunidad de Israel, Estados Unidos y Marruecos no es eterna. La historia muestra que los imperios caen, que los pueblos resisten y que la dignidad siempre encuentra el camino.
Como bien dice nuestra amiga, «definitivamente es la hora de los pueblos». Los organismos internacionales han demostrado su fracaso. Ahora nos toca a nosotros, desde la solidaridad activa, la denuncia incansable y la construcción de alternativas, decir ese «basta por favor» que tanto se necesita.
Porque al final, como enseñó Martí: «Peca contra la humanidad, el que fomente y propague la opresión…». Y la libertad de Palestina, Cuba y el Sáhara es, en esencia, la libertad de toda la humanidad.
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