Los más de 300 hombres que por estos días “asaltan” la Guiteras caminan, suben y bajan las interminables escaleras, se secan el sudor de la frente y a veces las manchas de agua grisácea, que caen desde la zona donde limpian la caldera y sin remedio se impregnan a los uniformes. Sueldan, se alcanzan herramientas, limpian, verifican, aprovechan cada minuto para cumplir con éxito el tiempo estimado y que la Guiteras logre arrancar nuevamente, con 240 megawatts (MW), mientras se escribe este texto.
Cuando se recorre la Central Termoeléctrica Antonio Guiteras (CTE) en estos días de parada se tiene la impresión, quizá desde el lente de quien la visita por primera vez, de que no es tan grande como uno se la imagina. Tal vez escuchar tantas veces que se trata de la mayor y más eficiente unidad de generación del país hace que la idea de su dimensión física se torne gigante, para quienes no hayan estado allí.
Son las tres de la tarde de un martes soleado, que después será lluvioso y más tarde traerá sol de nuevo. Han pasado casi 40 de las 72 horas previstas. Los operarios transitan por todas las áreas; algunos se amontonan en las afueras de las oficinas, meriendan; otros toman un descanso ante la lluvia persistente.
SETENTA Y DOS HORAS QUE ESTREMECEN AL PAÍS
Por estos días el ingeniero Román Pérez Castañeda recibe a cada equipo de prensa que llega hasta el lugar para indagar sobre la marcha de las obras. Román, 57 años, casi 27 en la CTE, ingeniero electro físico y especialista principal del Grupo de Gestión de Importaciones, no escatima detalles para aclarar el objetivo fundamental de la parada: elevar la confiabilidad de la planta para disminuir el riesgo de posibles averías.
Inicialmente, se había analizado la posibilidad de una detención de 10 días con el objetivo de elevar la energía que generan. “Nosotros estábamos entregando alrededor de 180 MW, cuando podemos generar por encima de los 280.
“Sin embargo, en la espera de la autorización, surgieron varias dificultades. Las zonas del economizador y los Calentadores de Aire Regenerativo (CAR) estaban bien sucias, por el tipo de combustible que estamos quemando y por el tiempo que llevamos sin salir de servicio”.
A ello se sumó un tercer problema: la cámara termográfica detectó puntos de altas temperaturas, lo que indicaba falta de hermeticidad. En el argot de los trabajadores de la Guiteras, esta situación se conoce como “punto rojo”. Se trata de un inconveniente que, de no solucionarse con prontitud, bien podría provocar un incendio de proporciones incalculables, asegura Pérez Castañeda, obligándoles a colocar al pie de la planta un camión de bomberos que no se ha movido del lugar.
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Para el veterano, graduado en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, “representa un sacrilegio trabajar por debajo de los 280 MW, aspecto que echa por tierra nuestra eficiencia”.
Cuando se reitera que se trata del bloque unitario más eficiente del país, Pérez Castañeda menciona parámetros que emulan con plantas mucho más modernas, sin los más de 30 años de explotación y con una reparación aplazada por casi una década.
Incluso, recuerda aquella vez que intentaron crear una nueva unidad y, cuando exigieron que en el primer año debería alcanzar indicadores de consumo específico que no sobrepasaran los 230 gramos por cada kilowatt, los empresarios extranjeros casi dejan escapar una sonrisa ante semejante petición.
“Esa petición, al parecer inalcanzable, era el indicador con el que siempre hemos trabajado. Nos caracterizamos por una generación estable alcanzada una disponibilidad por encima del 90 %, por supuesto, cuando tenemos las condiciones adecuadas. Esos son indicadores de plantas nuevas y son los números con los que estamos adaptados a operar. Pero hoy no sucede así”.
Los tres días que permanezca la unidad fuera del sistema electroenergético nacional permitirán al menos devolverle un poco de esa eficiencia perdida. En esos tres ejes fundamentales descansa la ruta crítica que abarca más de 230 tareas a ejecutar.
Se concentran 18 brigadas de la EMCE en estos tres puntos críticos, aunque, como reconoce Román, siempre aparecen en la práctica otras acciones que tampoco pueden esperar e igualmente han previsto. Tres días no son suficientes para poder alcanzar la máxima carga de 330 MW, una cifra que no han podido saborear desde que utilizan crudo cubano, pero, como él mismo dice, las lógicas de Cuba son diferentes a las del resto del mundo.
“En cualquier país la decisión en base a la eficiencia económica sería parar completamente y reparar todo lo que necesita la planta; pero aquí tratamos de afectar lo menos posible al pueblo, aunque no siempre se entienda y por eso lo hacemos poco a poco, compensando por un lado hasta que las condiciones permitan hacer una parada más larga o el mantenimiento general”, argumenta.
¡300 VALIENTES TOMAN LA GUITERAS!
Al detenerse el funcionamiento de la planta, comienza una vorágine de trabajo impresionante. El ingeniero Leonardo La O Quiala, director de la Unidad Empresarial de Base Empresa de Mantenimiento a Centrales Eléctricas (EMCE) de Matanzas, se encuentra en la Dirección General de la unidad.
Junto a otros directivos y operarios tendrán un contacto para determinar el camino a seguir. Su teléfono celular suena continuamente. Se le observa dar órdenes mediante el dispositivo, como un jefe en un campo de batalla que orienta a la tropas por cuál franco atacar.
“La arandela tiene que tener cuatro milímetros. ¡Revisen bien!”, exige. Luego entra a un amplio salón de reuniones donde aguardan otros compañeros. Todos llevan overol azul.
El bloque salió en la madrugada del lunes. Las fuerzas se vieron obligadas a esperar 30 horas para el enfriamiento del área, que alcanza elevadas temperaturas.
“Desde el amanecer del martes se trabaja en la limpieza del economizador. La ruta crítica y la actividad de mayor importancia sigue siendo el ‘punto rojo’ de la caldera, donde se concentran las actividades de más duración y complejidad”, explica Misbel Palmero Aguilar, director general de la CTE.
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Desde la entrada del edificio de oficinas, se logra ver a varios hombres que laboran en la planta a gran altura. La mayoría pertenece a la EMCE y asume cada labor con extrema seriedad. Para llegar hasta allá arriba hay que trasponer una interminable escalera de rejillas que transparenta la vista al vacío. El suelo de cada piso también es de ese material, que aseguran los propios operarios que evita un resbalón o caída.
El agua que se suministra a los calentadores de aire regenerativo persiste, como una llovizna por las paredes de la planta. Una atmósfera cargada golpea los sentidos. En una de las bases, un gran ventilador aleja los gases que se desprenden durante el proceso de lavado.
FAENA EN EL AVERNO
Jilme Lago Hernández, jefe de brigada de la EMCE, permanece atento a las labores en una de las áreas más complejas de toda la infraestructura de la planta. Para describir el lugar bastaría con hablar del inframundo. Los obreros que allí laboran deben penetrar por un angosto agujero y permanecer en una incómoda posición, en la que apenas les queda espacio para maniobrar los equipos.
El calor que produce el oxicorte o las partículas que desprende el chipijama hacen pensar en la relatividad del tiempo, convirtiendo cada minuto transcurrido en una eternidad. Precisamente allí se encuentra el “punto rojo”.
En ese espacio, conocido como cámara muerta inferior, ocurrió la avería. Lago Hernández observa cada acción de sus subordinados. “Estamos limpiando toda la zona, quitando el refractario o cualquier otro material dañado.
“Tienes que trabajar con la precisión de un cirujano. Debes evitar dañar la caldera. El área es muy pequeña, los hombres tienen que trabajar sentados, buscar la postura menos incómoda. Laboramos en equipos, se rotan constantemente porque la faena es muy desgastante, entre el espacio cerrado y el calor insoportable, resulta extremadamente agotador”.
Los obreros trabajan contra reloj, pero con sumo cuidado. Al culminar cada acción, un especialista llega y corrobora la calidad de la terminación. Permanecen 12 horas a más de 60 m de altura. Los alimentos se los suministran en el lugar. Cuando culmine su turno, a las siete de la tarde, otra brigada retomará las acciones. Las jornadas alcanzan las 24 horas en un proceso interminable.
Miguel Correa Aínza se introdujo con gran dificultad en el interior de la caldera. Después de 20 minutos de labor, logró retirar parte de la cubierta dañada.
Al salir, le ardían los ojos y el sudor le empapaba la frente. El tizne le cubre el rostro y todo el uniforme. Intenta pararse en algún lugar donde le de un golpe de aire puro. Le duelen los músculos por la difícil posición que asumió en ese período de tiempo, pero no le impedirá entrar otra vez al “inframundo”.
En el breve tiempo que tiene para conversar, dice que al llegar a su casa, en Limonar, debe recoger los animales. Luego dormirá hasta las cuatro de la mañana para estar aquí nuevamente a las siete, listo para lo que haga falta.
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La caldera recibe en su interior a mecánicos y soldadores que intentan solucionar el mencionado punto rojo que atenúa hoy sus capacidades. Desde afuera, donde se reúne un nutrido equipo de mecánicos, supervisores y ayudantes, Eberto Mesa Ramírez espera su turno para chequear que cada soldadura esté perfecta; bien sabe lo complejo de un mal paso y el tiempo apremia en esta labor.
Sostiene ocho varillas de soldar en sus manos, mientras explica que, aunque ahora se hace más visible, aquí están acostumbrados a estos mantenimientos, indispensables para el buen paso de la CTE Guiteras, su centro de trabajo hace casi 15 años y en donde ha transitado por numerosas responsabilidades.
“Yo creo que lo más peligroso han sido las averías, porque ha habido que activar la brigada en tiempo récord y se ha tenido que entrar a la caldera, incluso, en condiciones de temperaturas de más de 40 grados. Eso es peligroso, pero aquí todo el mundo está claro, y sabemos que nuestra responsabilidad es una tarea de prioridad uno para el país”.
En el piso superior, Jorge Luis Pestana Aliada, de solo 24 años y que lleva dos meses de trabajo con la EMCE, permanece afuera del economizador de la CTE Guiteras, mientras otro de sus compañeros se arrastra en su interior limpiando a presión de agua y sulfato esta pieza clave para la generación eléctrica, que ocupa hoy sus 12 horas de trabajo.
“Lo más complicado es el vapor y las condiciones del propio economizador, porque hay que trabajar a ras del suelo todo el tiempo. El trabajo es intenso pero nos gusta, y sabemos que el país lo necesita”.
Casi al filo de las siete de la noche, mientras oscurece en la Guiteras, llegará el segundo turno del día para continuar el trabajo. Hombres y mujeres, igualmente dispuestos, comprometidos, asumen con entereza esta labor, a pesar del cansancio o la peligrosidad, porque nada es más grande para ellos que la eficiencia, el tiempo que corre y el anhelo de devolver luz al país. (Por: Lisandra Pérez Coto y Arnaldo Mirabal Hernández)
Hombres arriesgados y hèroes desconocidos que bajo cualquier obstàculo siguen defendiendo el Honor.
«Como ellos hay MUCHOS y eso nos carga las pilas para seguir defendiendo la Revoluciòn «