Los ¡105 años! de Orestes Menéndez

Los ¡105 años! de Orestes Menéndez

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Orestes Menéndez Alzola disfruta pasar las mañanas en el portal de la casa donde ha vivido las últimas cuatro décadas de su longeva vida. Sentado en un sillón de ruedas recibe el saludo cariñoso de sus seres queridos y vecinos del barrio. El veterano arribó a los 105 años de edad y sus familiares decidieron agasajarlo con una fiesta de cumpleaños.

Desde bien temprano comenzaron con los preparativos. Colocan cadenetas y piñatas, mientras él permanece pensativo en su sillón, repasando quizá los tantos años vividos y las múltiples experiencias acumuladas en su azarosa vida.

Orestes nació el 9 de noviembre de 1919, en la finca San Luis, asentamiento próximo a San José de Marcos. Desde niño le acompañó ese carácter bonachón y afable que tanta simpatía despierta en las personas que le conocen.

Siempre fue un hombre de trabajo y lo mismo se destacó en las labores agrarias que como constructor. Participó en la edificación de las escuelas que conformaron el plan citrícola de Jagüey Grande, y las callosidades de sus manos se robustecieron más al echar los cimientos del poblado de San José de Marcos, donde también fundaría un hogar, junto a su esposa Ernestina y sus ocho hijos.

La jubilación tras arribar a los 60 no representó el asueto o la holganza. Todo lo contrario. Regresó a las labores del campo en un sitio próximo al poblado donde vivía. Hasta bien avanzado de edad, aún se le veía con una guataca limpiando los surcos.

Al fallecer su esposa Ernestina, su hija Hilda le pide que se traslade hasta Torriente. Y allí ha pasado casi 40 años, bajo el cuidado y cariño de su familia.

Con más de 100 años todavía se le veía jugar dominó, alimentar los animales del patio y separar las impurezas del arroz. Disfrutaba caminar pequeñas distancias para saludar a sus amigos del barrio de Bachichi.

En el 2023, una isquemia le provocó una caída y desde entonces, por precaución, su hija lo mantiene en un sillón de ruedas la mayor parte del tiempo. Las piernas se le han tornado débiles y sus frases al conversar son más cortas.

Pero sí logra reconocer a cuánta persona le saluda, y hasta le llama por su nombre. Y un buen caldo en la tarde le estimula y en la noche prefiere un vaso de leche.

Orestes es de esas personas que cuando ríe deja escapar la nobleza de su alma, por eso su 105 cumpleaños se convierte en noticia en su pueblo y mucho sacuden a felicitarlo. Más que el asombroso hecho de sobrepasar un siglo, todos acuden para congratularle porque siempre asumió su vida con total entrega al trabajo y bajo esos preceptos educó a sus hijos, por eso son tantos los que reverencian su existencia.

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Sobre el autor: Arnaldo Mirabal Hernández

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