Al ritmo de los tambores, una rumba hacía eco en el local que visitamos aquella mañana. Con el objetivo de conocer un sitio singular, llegamos hasta la calle Contreras entre Jovellanos y Matanzas, donde el arte existe para hacer historia.
Nos referimos al Museo de Arte Lorenzo Padilla Díaz. Este guarda en su interior un importante legado cultural y alberga diversas colecciones artísticas de un valor incalculable. Allí nos recibió Jenny Páez Morales, especialista del Museo, quien nos aseguró que este, gracias a sus piezas, no solo nos transporta al pasado, sino que desempeña un papel fundamental en la preservación del patrimonio artístico, tanto de Matanzas como de Cuba y otras partes del mundo.
Situado en el corazón de la ciudad, la institución se crea el 19 de mayo de 1998, fruto de un arduo trabajo para la exposición e intercambio artístico. En el transcurso de 26 años, ha visto crecer sus colecciones, llegando al total de 2 000 piezas de una variedad de técnicas inmensa.
Entre ellas se disfruta la presencia del arte de Francisco Cobo Pérez y Agustín Drake Aldama, además de Fidelio Ponce de León, Esteban Valderrama Peña, Alberto Tarascó Martínez, Francisco Coro Marrodán, José Felipe Núñez Booth y Juan Esnard Heydrich.
UN MECENAS ENAMORADO DE SU CIUDAD
“Cada vez que vendía un cuadro, compraba una o dos piezas. Así fui coleccionando, y cada vez que adquiría una solo pensaba en Matanzas. Quería darle ese regalo a mi ciudad natal… Mi ilusión era poder abrir un museo con esas obras.”
Las palabras de Lorenzo Padilla Díaz, expresadas en la página Foundation Lorenzo Padilla, revelan sus sueños y aspiraciones como destacado exponente del arte en nuestra región y más allá. A pesar de residir en París casi toda su vida, nunca olvidó sus raíces matanceras y se esforzó por materializar su anhelo de establecer un museo en la patria pequeña.
Lorenzo ha donado más de 800 obras, entre las que se destacan pinturas, dibujos, carteles y grabados. En el 2023, como tributo a su persona, el museo cambió su nombre para honrar a quien hizo posible su creación y desarrollo. Padilla logró su visión, al final, crear y surtir un espacio para que el arte hiciera historia.
EL ARTE EN NUESTRAS RAÍCES Y LAS RAÍCES DEL ARTE
“Fiel a mis orígenes, abastecí también el museo con obras originales de arte africano, porque soy muy sensible a la cultura afrocubana», declaró Padilla. Gracias a él, la institución atesora una importante Colección de Arte Tradicional Africano, entre las más significativas en Cuba y Latinoamérica.
Esta es un fascinante testimonio de la rica diversidad cultural y artística del continente negro. Con 596 piezas en representación de 20 países de África Subsahariana, no solo destaca por la antigüedad de sus ejemplares, como las terracotas de las culturas Nok y Sao; sino también por la variedad de expresiones artísticas: esculturas, máscaras, textiles y objetos utilitarios.
El arte tradicional africano refleja el desarrollo y la evolución de diversas culturas y pueblos. La producción artística en estas sociedades está profundamente arraigada en su cosmogonía, donde los ancestros y las fuerzas naturales juegan un papel central. La estética de estas obras se caracteriza más por su simbolismo que por una representación figurativa, ofreciendo una visión singular de la vida cotidiana y las creencias de estas comunidades.
Las muñecas de fertilidad Namji y Akuaba son ejemplos significativos que tienen un valor estético, así como funcional en el contexto cultural. Las máscaras, que son esenciales en muchas ceremonias, transmiten una espiritualidad profunda y reflejan la elegancia de lo africano. Las placas de bronce del Reino de Benin muestran la maestría de los artesanos. Estas últimas no eran meros objetos ornamentales del palacio real, sino que a la vez cuentan historias sobre el poder y la riqueza de la cultura Edo.
Finalmente, la inclusión de instrumentos musicales subraya la importancia de la música en la vida diaria africana. Acompañaba todas las facetas de la existencia de estas tribus, desde rituales hasta celebraciones. Su conexión con la danza y el uso de máscaras resulta fundamental para entender su función.
Esta colección es un deleite visual, y resulta un puente hacia una comprensión más profunda de las tradiciones y valores que han dado forma a las civilizaciones africanas a lo largo del tiempo.
«Deseo que el Museo de Matanzas se convierta en el más grande del mundo dedicado a los artistas desconocidos u olvidados del planeta», expresó Padilla, afirmaba así su compromiso con aquellos creadores que merecen ser reconocidos y recordados por su contribución a la conformación de un sitio donde se atesora parte de nuestras raíces, aunque alejadas por geografía, cercanas en lo identitario. (Por: Gisell López Martell y Líz Lenay Guerrero Pérez, estudiantes de Periodismo)
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