De seguro has visto últimamente en Matanzas a jóvenes y adolescentes disfrazados caminando por zonas céntricas de la ciudad. Da lo mismo si están vestidos y maquillados como un superhéroe de una famosa franquicia de películas o de un personaje de anime o manga, por norma la reacción de la gente es de asombro o extrañeza.
Pues este tipo de práctica se llama cosplay un término que se origina de la contracción de costume (disfraz en inglés) y play (que viene de role play que significa asumir un rol o un papel de un personaje equis). En Cuba el fenómeno tomó fuerza a partir del año 2012, con espacios fijos en eventos tan importantes a nivel nacional como la Feria del Libro.
Desde hace ya una década, en Camagüey se celebra anualmente un evento llamado Hanami (término usado en Japón para definir el acto de observar cerezos florecidos). La fecha escogida para la realización del mismo es abril, cuando florecen los robles blancos en dicha provincia oriental y así poder realizar un paralelismo.
La versión camagüeyana comprende además demostraciones de artes marciales como el Kendo y el Aikido, torneos de videojuegos, concursos, karaoke temáticos y una especie de picnic.
En el caso de Matanzas los jóvenes que practican cosplay activamente, integran el proyecto Animat, un grupo sin ánimo de lucro que promueve el disfrute y consumo del anime, los videojuegos y la cultura japonesa en general.
Volverse un cosplayer es muy diferente de disfrazarse ocasionalmente para una fiesta o una actividad. Asumir el papel del personaje al que se imita va más allá de una simple caracterización, y en muchas partes del mundo es considerado una expresión artística.
INVENTAR CON LO QUE SE PUEDA
Sabrina Valle Díaz reconoce que, pese a llevar ya 15 años disfrazándose y participando en eventos de este tipo, el cosplay en Cuba es un pasatiempo caro y difícil debido a lo complejo que es conseguir los recursos para poder construir los trajes, los accesorios y el maquillaje.
En la mayoría de los casos los cosplayers se ven obligados a usar lo que tengan a mano para poder lograr ese parecido al que aspiran con el personaje que interpretarán. Además de que por norma hay que aprender de costura, pintura, artesanía y sobre todo ser muy original para sacarle el mayor partido a los materiales.
Según nos cuenta Sabrina ella inventa mucho para armar sus disfraces y que en términos de tiempo los más sencillos pueden tomarle de dos a tres semanas y los más complejos puede requerir meses de trabajo, pero que el resultado vale todo el esfuerzo.
De conjunto con Animat, ella muestra sus cosplays en desfiles, eventos temáticos y exposiciones online, pero reconoce que lo principal es divertirse y hacer amigos que compartan el amor por la cultura japonesa. En estos momentos cada provincia ha logrado armar su propio proyecto y han logrado generar un ambiente de comunidad.
Máximo Vizcaíno Martínez ha realizado cosplays que exigen varios accesorios con cierta complejidad en su realización, para este reportaje nos mostró su caracterización del Demonio de la Espada del anime Chainsaw Man, que como el nombre indica lleva tres hojas metálicas pegadas al cuerpo.
Además también cuenta con un disfraz del Soldado de Invierno de los comics y películas de Marvel que requiere simular una prótesis de hierro en un brazo y al cual le sumó el escudo del Capitán América. Ambos cosplays requirieron un trabajo artesanal serio con papel aluminio, cartón y demás elementos, sin contar el acabado final para darle más realismo.
Para Máximo el cosplay es un reto, una manera de ponerse a prueba a sí mismo tanto en la creación del personaje como en la interpretación. Por su entrega a su pasatiempo, en la pasada edición del Festival Atenas Rock fue reconocido por su rol como el pirata Jack Sparrow y fue ganador en la competencia de disfraces del evento.
El COSPLAY Y LA SALUD MENTAL
Asumir roles de personajes de ficción es beneficioso para la salud mental y puede servir de ayuda para superar la depresión. Además puede llegar a ser un paso de avance para los adolescentes y jóvenes que les cuesta interactuar con personas fuera del ámbito familiar.
El joven licenciado en Psicología David C. Matheu reconoce que la actividad de crear el disfraz, conformar los accesorios y escoger el maquillaje, ya de por sí tiene un valor como pasatiempo. Por otra parte, el hecho de asumir un rol de un personaje ficticio con el que se tiene un vínculo, sirve como vía para relacionarse y ganar en autoestima.
Es importante enfatizar en el valor de la identidad que se asume, ya que al compenetrarse con las características físicas y psicológicas del rol asumido, personas tímidas e introspectivas pueden alcanzar ese plus de interacción social que tanto necesitan.
El disfraz los dota de ese escudo, de esa protección que le falta ante una sociedad que los abruma y simplemente adoptan los valores y la proyección del personaje representado para proyectarse de una manera en la que normalmente no podrían.
David plantea que, en términos de salud mental, el cosplay sirve como mecanismo de descubrimiento tanto personal como social y que para los amantes del anime, los universos de fantasía y el rol, es una opción a tener en cuenta para tratar trastornos de depresión, soledad y limitaciones en la comunicación.
Aunque como toda actividad humana, si es llevada al extremo puede ser perjudicial para provocar una enajenación de la realidad y acentuar la introspección, pero esto se resuelve volviendo la práctica un espacio colectivo donde participen familiares y amigos.
NORMALIZAR EL FENÓMENO
La cosplayer Sabrina Valle comenta que todavía hay personas que reaccionan negativamente al ver al grupo disfrazados por la calle. Una de las preguntas más comunes que le realizan es: “¿Muchacha, tú vas para un cumpleaños?”.
Cuenta Daniel Zúñiga Martín que una vez se propició un mal entendido con dos policías por ir disfrazado de Deadpool con dos katanas plásticas y pistolas de juguete. Aunque finalmente las autoridades lo entendieron, lo que le recomendaron es que “dejara de andar vestido así por la calle”.
Falta mucho todavía para que fenómenos como el cosplay se normalicen en Cuba, una sociedad que aún le cuesta desligarse de conductas conservadoras y acepta con reticencia las prácticas culturales foráneas.
De momento los muchachos de Animat continúan disfrazándose y ganando espacios donde mostrar su arte tanto en Matanzas como en el resto del país, y saben que su punto fuerte es la consolidación de una comunidad unida en torno al pasatiempo que aman.
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