Durante siglos en torno a las fábricas de azúcar en Matanzas surgieron leyendas y mitos que los esclavos reproducían quizá para mitigar su sufrimiento.
Muchas de estas leyendas fueron fruto del misticismo africano, pero a pesar de los aires de modernidad, aún persisten en el imaginario popular de los bateyes azucareros.
Otras, en cambio, surgieron a partir de hechos reales, pero con el paso de los años se mezclaron con la fantasía y viajaban de generación en generación con cierta aureola mágica.
Como toda gran industria, a lo largo de la zafra ocurrían accidentes que les costaba la vida a los obreros. De ahí que en cada inicio de campaña los azucareros decidieran sacrificar animales para saciar “el hambre de los hierros”.
En casi todos los ingenios matanceros, la sangre de un chivo o un carnero se esparcía por el basculador y los molinos, con la esperanza de que por mediación divina disminuyeran los mortales incidentes.
EL JAGÜEY DE OGGÚN EN EL CENTRAL RENÉ FRAGA
En el centro del batey del Central René Fraga, del municipio de Colón, se erige un centenario y frondoso Jagüey. A lo largo de las décadas, su sombra ha cobijado a los habitantes y obreros de la industria; sin embargo, el imponente arbusto encierra un significado especial y místico.
Desde hace casi un siglo, a ese inmenso árbol se le conoce como el Jagüey de Oggún. Oggún en la cultura yoruba se representa como el orisha de los hierros, dueño de las herramientas y las cadenas, personifica la fortaleza.
Tal vez este sea el motivo por el cual, desde hace más de 100 años, al comienzo de la zafra los pobladores realizan una gran ceremonia alrededor de su tronco, convocando a la deidad para que permita una zafra exitosa.
LA MADRE DE AGUA DEL CENTRAL 6 DE AGOSTO
El 6 de Agosto es de los tantos ingenios que dejaron de existir en Cuba, pero los pobladores aún hablan de la madre de agua; una gran serpiente que, según algunos, recorría el basculador del central en las noches oscuras.
Según la leyenda, al colocarse las primeras piedras del central, destruyeron la casa de una viejita que cuidaba y alimentaba a un gran majá de Santa María. Los viejos campesinos van legando el mito de que con los años estos reptiles se convertían en madres de agua, enormes sierpes con cuernos en la cabeza que alcanzan decenas de metros.
Quizá por eso en el batey 6 de Agosto, de Calimete, aunque ya no existe el central, todavía perduran quienes aseguran haber visto a la madre de agua por las ruinas de la edificación, buscando algún objeto que la anciana extraviara al morir.
CENTRAL ESPAÑA: ENTRE EL MITO Y LA REALIDAD
Del central España queda muy poco. Las viejas estructuras que se sostienen solo conservan la herrumbre; pero allí la realidad superó a la ficción.
A inicios de los 60, un intento terrorista contra la fábrica de Perico se frustró cuando una avioneta proveniente de la Florida explotó en pleno vuelo, tras un error de manipulación de los pilotos asesinos. Ese día, milagrosamente, se salvaron las vidas de los obreros, ya que la industria se encontraba en plena molienda.
Aquella dramática jornada dejó una herida abierta en los habitantes, a quienes la piel se les encrespa a 64 años del suceso. La avioneta se hizo pedazos en el aire y los restos humanos de uno de los pilotos se diseminaron por todo el batey. El otro individuo cayó intacto en el cuarto de una niña.
Pero todo no quedó ahí. En agradecimiento a la buenaventura, los azucareros construyeron un cristo obrero para colocarlo en el centro del pueblo, y este también se hizo leyenda.
Por la tensión surgida posteriormente entre las relaciones de la Iglesia Católica y el Gobierno revolucionario, la estatua fue retirada, desatando, según cuentan, accidentes mortales en la fábrica.
Incluso, cuando en lugar de la estatua religiosa, colocaron una del general mambí Antonio Maceo, una rama de un árbol destruyó al prócer de nuestras Luchas de Independencia, lo que despertó el recelo, la piedad o el miedo de los moradores.
El mesías de bronce sufrió un verdadero vía crucis. Casi termina sus días como pieza del central; hasta que finalmente amaneció en un costado de la iglesia del pueblito. Desde entonces, muchos habitantes acuden a la estatua para rendirle culto, muchos fieles depositan dinero a sus pies.
En la pasada contienda azucarera entraron en molienda apenas dos centrales. La modernidad y los tantos avatares a los que se enfrenta la industria, así como los hombres y mujeres que la sostienen, pueden atentar contra las viejas historias del pasado. No obstante, en las noches oscuras, quién duda que los obreros revivan los mitos y leyendas que durante siglos perviven aferrados a los hierros de un central, muchas veces salpicados de azúcar… y hasta de sangre.