Este 3 de junio se celebró en Cuba el Día de la Enfermería Nacional y Bessi estuvo feliz por todo el amor prodigado a su hermosa y sacrificada profesión. Fotos: Ramón Pacheco Salazar
Sería interminable escribir acerca de todas las cualidades personales y profesionales que permitieron a Bessi Eloisa Betancourt Alfonso merecer tan diversos homenajes en su vida como enfermera, pues habría que agregar otras conductas que exaltan su vida.
Oriunda del poblado de Sabanilla del Encomendador, hoy Juan Gualberto Gómez, donde naciera en 1941, procede de una familia humilde. Tuvo la posibilidad de estudiar hasta noveno grado junto a sus seis hermanos, de los que sobreviven Reynier y Maricia, prole del matrimonio formado por Zoila y Ramiro.
Ya residente en la ciudad de Matanzas, se une al grupo de su barrio en Pueblo Nuevo, parte hacia Varadero, recibe preparación y, en pocos días, se le ve impartir clases en el pueblo de Venegas, del municipio de Yaguajay, en la provincia de Sancti Spíritus. Como parte de la Campaña de Alfabetización, se inserta en las brigadas Conrado Benítez.
“Campaña inolvidable, histórica por su significado nacional y en experiencia para quienes vivimos aquellos insólitos momentos, en los que erradicamos una de las peores herencias de anteriores épocas: el analfabetismo, sobre todo en áreas rurales, llanas y montañosas”, aseveró Bessi.
El tiempo no se detuvo y ella tampoco, pues en la etapa final de la campaña aparece publicada la convocatoria para auxiliares de Enfermería, profesión que desde jovencita fue de su agrado.
Constituyó el primer curso de la especialidad luego del triunfo de la Revolución. Al concluir sus estudios fue ubicada en el hospital José R. López Tabrane, “donde estuve durante la llamada Crisis de Octubre, en 1962. Nadie tembló, pese a ser jóvenes. Siempre estuvimos preparadas y alertas ante cualquier situación que se diera”.
Como estímulo a su alto sentido del deber cumplido la autorizaron a continuar estudios superiores sin haber cumplido los dos años requeridos para obtener ese derecho.
“Llega etapa colmada de hechos, como la matrícula para Enfermera General, militante de la UJC y candidata a delegada al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes de Argelia, que no se realizó. Participante en los primeros Exámenes de la Dignidad, egreso en 1965 y ejerzo como jefa de servicios de mi profesión en el mencionado recinto hospitalario”.
Con la llegada de 1966 comienza para ella otro importante trayecto, desde la escuela capitalina Carlos J. Finlay, donde recibe conocimiento en Docencia y Administración, la atención a macheteros en la zafra azucarera en el territorio de Martí, hasta de nuevo titular de servicios de la especialidad en la que fuera Clínica Matanzas, hoy policlínico Samuel Fernández, en el barrio yumurino de La Playa.
“Esta última institución contaba con ocho sectores e igual número de “seños” para la atención en el terreno, además del resto de las labores, sin quebrantar el cumplimiento de cada indicación médica para todo tipo de paciente, incluidas embarazadas, paridas, encamados, etc. Y se cumplía de forma tan inmaculada como el blanco de sus uniformes. El deber no podía soslayarse, ni era admitido.
“Durante la Zafra de los 10 Millones, en 1970, participamos de forma activa, como todo nuestro pueblo, aunque ocupaba en ese entonces similar cargo, pero a nivel regional. Los plantones de caña devinieron nuestras pacientes los sábados y domingos, y había que atenderlos muy bien. Jamás fallamos en ambas responsabilidades”.
Emocionada recuerda cómo Matanzas cumplió el enorme reto que significaba el millón de toneladas de azúcar, y que ese año fue promovida a Jefa provincial de Enfermería, en momentos en que realizaba una supervisión a cada municipio. Devino premio a la consagración profesional y a cuanta labor se le encomendara.
“En consideración al trabajo realizado con las brigadistas sanitarias (1974) es que se me ocurre presentarlo como obra científica en la Jornada Nacional de Enfermería, con sede en La Habana, y, para sorpresa mía, el documento resultó premiado por el entonces ministro de Salud Pública, Dr. José Gutiérrez Muñiz”.
Además de candidata a asesora de la Organización Panamericana de la Salud en 1977, lidera la creación de la filial en Matanzas de la Sociedad Cubana de Enfermería, que un año antes se había instituido en el país. Época en la que estudia en el Instituto de Ciencias Básicas Victoria de Girón, y posteriormente, en el de Ciencias Médicas en el Hospital Calixto García, donde se gradúa de licenciada en una de las profesiones más humanas y sacrificadas.
“Uno de los momentos más tensos de su fructífera carrera lo constituyó su viaje a la ciudad de Holguín en los angustiosos días en que la epidemia del dengue hemorrágico asolaba a la población. Trabajamos con los pacientes infectados en hospitales improvisados. Desempeño que me exoneró de discutir la tesis de grado, con evaluación de cinco puntos”. Consideración a una actitud que lleva implícita el mérito al trabajo abnegado frente a cada persona atendida por Bessi, hecho que perdurará en quienes la recuerdan y reconocen en ella una discípula de Florence Nightingale, la Madre moderna de la Enfermería.
Su regreso a la Atenas de Cuba exigió de la protagonista de esta entrevista similar aporte en capacidad de trabajo, junto a la Dra. Esther Báez Pérez, en apoyo a la docencia médica media en el politécnico de la salud Mártires del 27 de Noviembre, alternándolo con atenciones a los territorios de Cárdenas y Colón, donde reciben la savia de sus conocimientos y experiencias.
“Desde hacía algún tiempo teníamos el propósito de iniciar la licenciatura en Enfermería en Matanzas, y así evitar los viajes a La Habana de nuestro personal. En 1984 se inicia el curso para trabajadores y, al año siguiente, el diurno para estudiantes. En la capital me preparé para impartir asignaturas. Asumí cuatro, pero, para lograrlo, tuve que alcanzar las categorías docentes universitarias exigidas, hasta llegar a la de Auxiliar en el 2021, luego de obtener, tres años antes, la de Investigador Agregado”.
Sentada en uno de los muebles de su sencilla vivienda, en la calle Maceo, entre Manzaneda y Zaragoza, en esta ciudad, medita antes de proseguir. Con mirada fija, manos entrelazadas, rompo el silencio. “Si humana y bella e mi profesión, no lo es menos enseñar para que otros asuman con idéntica actitud el presente y porvenir, para depositar en cada alumno el espíritu de sacrificio, porque lo más valioso es el paciente, al que tu presencia ante su cama le ofrece ánimo para recuperarse, vivir, regresar a casa, a la sociedad, ya curado”.
Al escucharla no extraña entonces cuánto se le escuchó y atendió en los numerosos eventos científicos a los que acudió, desde la base hasta los más altos, porque todos son vitales, incluidos los internacionales.
Tampoco sorprende al decir que hace unos años “inicié una investigación sobre la historia de la Enfermería en la provincia, lo que, a su vez, devino tesis para optar por el grado de Doctora en Ciencias, pero al jubilarme en septiembre último, decidí trabajar solo legado histórico bibliográfico”, aseveró esta militante revolucionaria, defensora a ultranza de su lealtad médica a la sociedad.
Ostenta numerosas condecoraciones y reconocimientos. Entre estos últimos el del exministro de Salud, Dr. Sergio del Valle Jiménez, Certificado por misión internacionalista en Kampala, capital de Uganda (1990), y Medalla Comandante Manuel “Piti” Fajardo Rivero, entre otras.
“Cuidar de uno, eso es amor; cuidar de cientos, eso es Enfermería”.
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