En siglos pasados y desde Islas Canarias llegaba a Cuba el mito de las brujas. Bellas mujeres por el día y aliadas del Diablo por la noche, cuando hacían de las suyas volando sobre escobas a la luz de la luna.
Prestigiosos investigadores cubanos, como Miguel Barnet, Samuel Feijóo y María del Carmen Victori, han recopilado testimonios sobre la presencia de brujas en varias zonas del país, con mayor incidencia hacia el Oriente nacional. Esteban Montejo, cimarrón entrevistado por Barnet, aseguraba haber presenciado una captura en Arioza, Cienfuegos, regando mostaza y ajonjolí en el suelo, lo que les imposibilitaba alzar el vuelo.
Años atrás escuché, en la comunidad cenaguera de Cocodrilos, extremo oriental de la Ciénaga de Zapata, acerca de un punto localizado entre ese poblado y la costa, identificado como Paso de las Mujeres, donde según testimonios se veían volar y se sentía la risa picaresca de varias mujeres.
Lo anterior evidencia la existencia del singular mito en el gran humedal, alimentado bajo las sombras temblorosas del quinqué, con la luna resplandeciendo en la copa de los árboles.