“Y a fe que mientras hay que guerrear, en la guerra deben estar todos los jóvenes”. José Martí
Si preguntáramos a estudiantes de primaria cómo ven a José Martí —cuya imagen de seguro fue de las primeras que desde muy pequeños aprendieron a reconocer–, con certeza hablarían del niño que sufrió al ver a un esclavo negro colgado en una ceiba del monte; al que travieso iba cazando mariposas para luego besarlas y dejarlas escapar; o al hombre sincero que murió como él siempre quiso: de cara al Sol.
Muchos otros detalles pudieran, incluso, ofrecer: el autor de la Edad de Oro, esa obra imperecedera en la que transmite a los infantes enseñanzas tan valiosas como que la avaricia rompe el saco y la inteligencia supera a la fuerza. También valores como la amistad, la responsabilidad, y el amor a la familia, a la Patria y a los héroes.
Los adolescentes referirían, entonces, esa etapa de abusos por las que tuvo que atravesar cuando en las canteras de San Lázaro era obligado a realizar trabajos forzosos que le dejaron secuelas por el resto de su vida; y al respecto hablarían, pues, de cómo se entregó en cuerpo y alma a las luchas por la independencia de Cuba, porque quería un futuro distinto con todos y para el bien de todos.
Ya la mirada de los jóvenes tendría en cuenta, tal vez, su trascendencia universal. Lo más probable es que vean en él más que a un apóstol, a uno de los más altos representantes de la literatura cubana. Reconocerían su mente justiciera y el hecho de haberse adelantado a su tiempo. De distintas maneras y acorde con lo aprendido, cada uno de nosotros tiene una visión muy personal del héroe. ¿Pero, hasta qué punto nos acercamos a su vida y obra?
EL HÉROE QUE ADMIRAMOS
Cintio Vitier, narrador, ensayista y crítico cubano, afirmó que en José Martí se ubican la brújula y el escudo para enfrentar los desafíos presentes y futuros de la sociedad moderna. Cuando de asumir tales retos se trata corresponde a la juventud una enorme dosis de responsabilidad.
De ahí la importancia que reviste conocer con profundidad su legado. Sin embargo, por lo general, en la medida en que se es más adulto, el contacto con su vida y obra se va perdiendo. Los niños y adolescentes aprenden de él a través de obras como La Edad de Oro, los Versos Sencillos, los Cuadernos Martianos. Reflejan su percepción desde el arte, la música, la literatura…En la escuela existe preocupación porque se acerquen al Maestro; sin embargo, no ocurre igual con los jóvenes, a quienes falta mucho por enseñarles.
Hay que mostrarles facetas y aristas más profundas. Que no solo se queden con lo asimilado en las primeras etapas escolares. Duele ver cómo muchas veces documentos tan valiosos como las Obras Completas se empolvan en las bibliotecas.
En los tiempos que transcurren, cuando se afianza un genuino sentimiento patriótico que responde al empeño de defender y mantener la soberanía nacional, seguir el camino que nos trazó el Apóstol nos ayudaría a resolver muchos de los problemas que hoy confrontamos.
Hay que verlo también como el ser humano que fue, con virtudes y defectos; padre, hijo, amigo. Los valores que se sintetizan en él queremos que se reflejen en nuestra niñez y juventud: sincero, honesto, cortés, humilde, fiel a sus convicciones, valiente… En fin, todas esas cualidades que enaltecieron su grandeza y lo convirtieron en maestro de generaciones.
LOS JÓVENES EN MARTÍ
José Martí fue un joven de ideas firmes, que aunque pudo equivocarse alguna vez, siempre tuvo presente el sentido del deber. Supo ser el mejor de los amigos y si bien nada de lo humano le fue ajeno —como aprendimos a distinguir mejor luego de ver el filme de Fernando Pérez— en la misma medida en que se iba forjando su personalidad también se consolidaron sus principios éticos y morales.
Tenía, entonces, más que claro el papel que le tocaba a su generación para cambiar el destino de la Patria, pero también en este aspecto trascendió las fronteras de la época en que vivió. Basta conocer algunos de sus pensamientos al respecto para darnos cuenta cuán vigentes están.
“Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa, y la levantan con la levadura de su sudor”. ¿En qué manos, si no en las de ellos está el ahora y el porvenir de esta tierra?
Otras ideas refieren el ímpetu de esa edad: “Es de jóvenes triunfar”, “Es necesario que la juventud sea dura”, “Hacen mal los hombres jóvenes que se entretienen en morder con dientes envenenados el virgen seno de la patria” y “Cuando se es joven se crea”.
A José Martí, como dijo un colega, “no lo podremos ver como un mago todopoderoso que viene del siglo XIX a solucionar los problemas contemporáneos. No lo es, ni podría serlo, porque su carrera fue la del padecimiento y el amor humano. Sin embargo, algunas de sus clases magistrales deberían estar en la agenda de muchos seres de este mundo”.