Este texto es un aplauso para Marta González Grau, Amílcar Salatti y todo el equipo técnico y actoral de Calendario, una serie que ha sentado pauta en el audiovisual cubano por muchas razones. Motivos para elogiarla —coincidirán conmigo— sobran, y muchos de ellos han sido expuestos de alguna manera desde perfiles en las redes sociales hasta críticas de expertos en medios de comunicación.
Hay en esta teleserie, en mi opinión como nunca antes, un guión capaz de convencer y conmover, una trama que no endulza las historias y que nos muestra a Cuba por dentro, con sus luces y sombras, con sus tristezas y esperanzas, y todo ello con una mirada que trasciende lo banal, lo establecido. Calendario llega a toda la familia, porque de algún modo está pensada para todos, y en ello también radica otro de sus tantos aciertos, al abordar disímiles conflictos con una coherencia dramática impecable.
En Calendario se habla sin prejuicios ni estereotipos acerca de prostitucion, drogas, antagonismos generacionales, convivencia, emigración, diversidad sexual, violencia de género, pobreza, impacto de las redes sociales, amor en sus múltiples formas y manifestaciones, envejecimiento, educación, y muchos otros asuntos que componen nuestra realidad. Quizá también por ello, por llevar a la pantalla con todos sus matices esa amplia gama de realidades, fideliza al instante.
En ese sentido, la segunda temporada ofrece la posibilidad de sostener la trama de cada historia de forma paralela, a diferencia de la primera, donde cada capítulo mostraba un único conflicto en profundidad, centrado en uno de los personajes. La nueva fórmula en cambio logra acaparar la atención y conectar mejor con los espectadores hasta el final.
Tanto, que la ausencia en esta temporada de personajes protagónicos de la trama inicial apenas se nota, o al menos no demerita el transcurso de los conflictos, ni disminuye su fuerza; aspecto en el que la dirección de actores y el compromiso de los jóvenes intérpretes resultan fundamentales.
“Una serie de ficción no es la realidad misma, sino un reflejo. Eso quiere decir que todo pasa por el espejo del realizador. Amílcar Salatti tomó situaciones cotidianas y luego las pasó por su sensibilidad para que podamos aprender de eso. Ese es el objetivo de Calendario. Estamos satisfechos si con eso podemos hacer que la gente reflexione sobre su conducta, sobre cómo enfrentar las carencias; que no sintamos la miseria del otro, sino que nos preocupemos por ser una mejor sociedad”, declaró la directora de este popular espacio en una entrevista, tras el estreno de esta segunda entrega.
La buena noticia para todos es que aunque cerrará el proyecto habrá una tercera temporada, actualmente en proceso de rodaje, con escenas y conflictos mucho más complejos, según su directora. En esta se introducirán temas como la religión y las discapacidades.
No es casual que el público cubano, tan exigente con los dramatizados del patio, celebre cada domingo la sensibilidad de Calendario y su capacidad de reflexión. Lo hace porque cada episodio pone la mirada en lo cotidiano y a veces invisible, nos invita a mirarnos por dentro, a recordar nuestras esencias como personas, como sociedad, y nos muestra, a fin de cuentas, cómo ser mejores seres humanos.