La influencia de Poe en el cine es enorme y, sin embargo, no suele coincidir con adaptaciones per se de su vasta y sublime obra. Ahí está Vértigo, por poner un ejemplo de lo más ilustre que existe, con su amor constante más allá de la muerte, pero que pese a ser profundamente «poe-ética» no corresponde a una novela, cuento ni poema suyo. Mucho menos abunda él mismo como protagonista de ficciones a su altura.
Leí a inicios de siglo, en una revista Pionero de mi infancia, la noticia de que en breve Michael Jackson encarnaría al autor de El corazón delator en un proyecto que, como supimos con tristeza, no fue a ningún sitio: La pesadilla de Edgar Allan Poe, a priori una propuesta llamativa para un intérprete tan peculiar como el entonces palidísimo Rey del Pop y un director como, qué se yo, Sam Raimi o Tim Burton.
Ha acabado siendo el británico Harry Melling (el insoportable primo Dudley de Harry Potter), en la película que hoy nos ocupa, el rostro, la voz y la intensidad perfectos para hacer de Poe un fascinante personaje de película. Delgado e inquieto, como una ilustración humana escapada de un libro decimonónico, el gordito insufrible de antes se reafirma en la piel del escritor como uno de los más curiosos actores británicos de ahora.

Lo dirige Scott Cooper, uno de los hombres de cine damnificados por el histórico incendio de Hollywood, destruido su hogar y acogido en el de su reciente colaborador Bruce Springsteen, y que también gracias al Boss está pasando página al infortunio: Springsteen: Deliver Me From Nowhere es un triunfo. Por ahora «mejor film del año», según la publicidad; y lo más importante, garantía de que Cooper seguirá haciendo películas, generalmente muy buenas.
No está de más por eso repasar Los crímenes de la academia (The Pale Blue Eye, 2022), su anterior obra y hasta el momento mi predilecta de este oscuro y emocional cineasta, puede que en gran medida por basarse en el imaginario estético y temático de un gigante de las letras al que admiro más de lo que abarco. Por no irnos a Hostiles (2017), Black Mass (2015), La ley del más fuerte (2012) o Corazón rebelde (2009), sin comentarios hacia Espíritus oscuros (2021) porque la desconozco… pero que igual recomiendo porque sí sé quién la dirige, y es un autor al que sigo la pista.
De un cine hasta ahora tan denso, de luces y sombras, violento, visceral, y a la vez sostenidamente interesante y culto, Los crímenes de la academia es tal vez la pieza de mayor belleza y amplitud, la ejecución artística más rotunda y loable. Su obra maestra, podríamos declarar. Al menos lo será en mi opinión hasta que esta cambie tras ver Springsteen: Deliver Me From Nowhere (temo y deseo que ocurra), con lo cual variaría ese primer lugar. Es que le tengo mucha fe al film sobre mi cantor favorito…

Por tanto, mientras más se acerca a mis arcas el drama creativo y paterno-filial entre el músico de Nueva Jersey y su pasado, aprovecho para dedicar estas líneas al mejor Cooper que he visto hasta el momento. El del «ojo azul pálido», que, curiosamente, también sirve de homenaje a un poeta de las tinieblas (justo en eso se convirtió el Springsteen de Nebraska) como Edgar Allan Poe, despojado de mitificación y convertido (al fin) en un fascinante personaje de película.
Tenemos acceso a un salvaje paseo por el amor y la muerte, a una carta de adoración a Poe y, entretanto, a una maravillosa historia gótica y detectivesca en la tradición más escabrosa del género, protagonizada nada menos que por su creador formal (he ahí Los crímenes de la calle Morgue y La carta robada en el estante universal), como integrante entusiasta de una aventura que lo emparenta con otra mente célebre de su tiempo: Augustus Landor.
De acuerdo, la fama de Augustus Landor no existe fuera de Los crímenes… pues, al contrario de Poe, es un ser de ficción, creado en exclusiva por el norteamericano Louis Bayard para la novela de 2006 que da pie a este film. Pero dentro del relato, y con el rostro y la voz de Christian Bale, el Sr. Landor es un digno antecesor no sólo de Sherlock Holmes (símbolo de la novela policiaca, mas no su bautista de fuego), sino también del mismísimo monsieur Dupin, héroe detectivesco de Poe cuyo primer nombre ¿cuál era? En efecto: Auguste.

Un claro e imaginario homenaje al hosco e intrigante Landor, investigador retirado que se convierte en mentor de un joven Edgar mientras este cursa West Point y, todavía incipiente en las letras, se ve envuelto en un caso de misterio mucho antes de que su pluma definiese qué es «un caso de misterio». Para quien conozca y admire al legendario escritor, hay aquí infinidad de detalles para recordarle su gusto: el detalle del nombre del detective «real» en relación al posterior detective ficticio es solo uno entre tantos.
La presencia del agua, las rocas, la nieve el frío y la opacidad del día (¿no fue magistral Poe en La narración de Arthur Gordon Pym, como el Melville de Moby Dick, al describirnos el horror de «lo blanco»?). Todo ello se contrapone a la noche, a los recintos cerrados, a la luz y al calor del fuego, al terreno de lo macabro. Masanobu Takayanagi, en la dirección de fotografía, es artífice de esto y lleva entendiéndose con Cooper desde La ley del más fuerte, logrando cada vez ambos un trabajo visualmente acorde a la historia que se cuenta, con un cuidado más pendiente de lo atmosférico que de lo espectacular.
Filmada con una precisión autópsica, como si tuviésemos el gusto de diseccionar a los personajes mientras piensan, hablan, actúan, Los crímenes de la academia nos da la vuelta como al cazador cazado por sus presas satánicas y puesto boca arriba sobre el altar de sacrificio (alerta de cliffhanger: a uno de nuestros protagonistas le sucede algo por el estilo, y es muy tenso, puro cine de terror…); llegado un punto, somos tan vulnerables a merced de la trama como una víctima cualquiera de los asesinatos en ella cometidos.

Y no, no logramos evadirnos sin el corazón arrancado a punta de daga por el metódico e implacable Scott Cooper. El joven detective Poe, como el protagonista compartido de La vida privada de Sherlock Holmes y El joven Sherlock Holmes, el Wilfrid Robarts de Testigo de cargo o el Scott Ferguson de Vértigo, termina descubriendo que el amor es el mayor y el más desafiante de todos los misterios.
2022 fue un año de estupenda cosecha: X, Pearl, Los Fabelman, ¡Nop!, Barbarian, Tár, Ámsterdam, The Batman, Hasta los huesos, Glass Onion, Crímenes del futuro… Los crímenes de la academia pasó desapercibida a muchos ojos y a más de un corazón. Ojalá las atenciones dispensadas a Springsteen: Deliver Me From Nowhere remedien en buena medida ese amor no correspondido entre la maravilla de una película y su público no encontrado, en cuyas filas hasta hace poco estuve sentado yo.
FICHA TÉCNICA
Título original: The Pale Blue Eye; Año: 2022; País: Estados Unidos; Dirección y guion: Scott Cooper; Fotografía: Masanobu Takayanagi; Montaje: Dylan Tichenor; Música: Howard Shore; Reparto: Christian Bale, Harry Melling, Lucy Boynton, Toby Jones, Charlotte Gainsbourg, Simon McBurney, Timothy Spall, Robert Duvall, Gillian Anderson…; Duración: 128 minutos.
