
La bala, esa unión de muerte entre pólvora y metal, pasa por la cinta transportadora de una fábrica y cae en una caja. Es lanzada al mercado negro y termina en manos de terroristas africanos. Días después, uno de ellos carga su rifle y dispara. El proyectil acaba en la cabeza de un niño. Con esta impactante secuencia de ‘’la vida de una bala’’, Lord of War muestra sus créditos iniciales.
‘’Existen más de 550 millones de armas de fuego en circulación. Eso es un arma cada doce personas en el planeta. La única pregunta es: ¿Cómo armamos a los otros once?’’ Esta descarada declaración es el primer diálogo del filme y nos deja claro qué tipo de personaje es el protagonista.
Yuri Orlov (Nicolas Cage), un inmigrante ucraniano residente en Estados Unidos, comienza en el tráfico de armas junto a su hermano Vitaly (Jared Leto). Ascienden rápidamente y descubren un método más lucrativo que el comercio con gangsters: la guerra. Donde haya conflicto y muerte están ellos, sin hallar diferencias entre un dictador y un grupo terrorista de Medio Oriente.

A través de un derroche de riquezas seduce a Ava Fontaine (Bridget Moynahan), una supermodelo que siempre codició y logra casarse con ella. Todo parece ir en orden para el protagonista, excepto por la existencia de Jack Valentine (Ethan Hawke), un agente incorruptible de la Interpol que lo persigue en todo momento.
En cierto punto de la trama, el personaje principal atraviesa una crisis de arrepentimiento debido a sus acciones. Filmada con detallismo y cargada de metáforas visuales, la secuencia de ‘’redención’’ carece de sentido alguno. Yuri, cual animal de carroña, vive gracias a la muerte de otras personas y lo ve como algo normal. No es necesario añadir capas de humanidad a alguien que obviamente no las posee.
De igual manera, el personaje de Vitaly es relegado a un drogadicto sin gloria, su único objetivo en la obra es mostrar un ‘’lado bueno’’. Intento que, por su poco tiempo en pantalla, no convence ni genera empatía. El hermano del protagonista no va más allá de un secundario intrascendente.
En cierto diálogo se afirma que ‘’hay más negocios de armas que McDonald’s en Estados Unidos’’. Dicha línea marca el tono burlón y, a la vez, tremendamente dramático. Por sorprendente que parezca, en el país de la libertad son igual de comunes las hamburguesas y las pistolas.
Desde el comienzo advertimos que se trata de una sátira. La secuencia inicial de la bala, las estadísticas sobre la muerte y el desesperanzador final constituyen una tesis totalmente antibelicista. No importa la sensualidad con que las armas sean retratadas, la mejor manera de criticar la guerra siempre será mostrarla en todo su esplendor.

¿No existe un director que ha contado en múltiples ocasiones la historia de un hombre que alcanza el éxito al margen de la ley y luego cae en picada? Lord of War bebe hasta la saciedad del cine de Martin Scorsese. Y no solo por la frenética trama con tintes de thriller de mafia, sino por todos los montajes rápidos y demás técnicas narrativas.
Existen varios elementos para afirmar que la obra va más allá de un simple homenaje al mítico director neoyorquino. Yuri Orlov se asemeja demasiado al protagonista de Goodfellas, otro criminal carismático que cuenta su propia historia. Y para qué mencionar las escenas de droga, conversaciones sobre la moral y planos secuencias, tan similares a los vistos en Casino y The Wolf of Wall Street.

Y como Lord of War imita muchas virtudes del cine scorsesiano, lo hace de igual manera con sus defectos. En este caso, los personajes femeninos son los afectados. Ava Fontaine, en cuanto a importancia, deja mucho que desear. Como la mujer de Henry Hill o Jordan Belfort, Ava queda desplazada a un plano secundario. Nuevamente, otra historia sobre la bella mujer de un criminal que se mantiene al margen de los negocios y se redime cuando se entera de estos.
El filme destaca en otros aspectos como la voz en off. En ocasiones demasiado explicativa y deja poco a la imaginación, sin embargo, es digno de admiración que una historia ‘’ficticia’’ se cuente a través de hechos y estadísticas verídicas. Varios personajes están inspirados en criminales y dictadores reales. Vista desde otro ángulo, presume de valor documental.
Nicolas Cage se luce como pocas veces en su carrera. Para un actor tan explosivo y extrovertido, despliega una interpretación medida y entiende el tono de cada escena. Su voz, acompañante total de la narración, es un personaje más y encaja perfectamente con Yuri Orlov, un traficante sin muchas emociones.
El apartado musical está plagado de canciones populares y letras altamente relacionadas a la trama y sus personajes. Resulta contrastante juntar canciones con ritmos pegadizos junto a una historia tan dramática. Los sonidos, excesivos en ocasiones, contrastan con el plano y exponen una crítica detallada.
Amir Mokri, director de fotografía, apuesta por una imagen realista, y a la vez, estéticamente pulida. Incluso la paleta de colores obvia la temática thriller y carga la pantalla de escenarios naturales y llamativos. Sigue las tendencias de su época y género, por lo que abusa de los planos generales de ciudades y paisajes, otorgando un look inconfundible de ‘’película del sábado’’.
Al final nos hacemos una concepción sobre los traficantes y su culpa dentro del mundo de la guerra ¿Son ellos los principales culpables? De manera magistral, el filme concluye recordándonos que los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU son también los cinco mayores exportadores de armas en el mundo. No hay mayor traficante que los propios gobiernos, esos que financian guerras y gestionan la muerte como una cifra más. (Por Máximo Enrique Badía Yumar, estudiante de Periodismo)
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