Comentario: Educar requiere un extra 

Comentario: Educar requiere un extra 

Educar requiere un extra: Boris Luis Alonso

El año pasado me contraté, como pluriempleo, en un preuniversitario para impartir clases de español a dos grupos de onceno grado, 120 muchachos en total. 

En el poco tiempo que estuve frente a un aula, intenté impartir las clases como aquellos profesores que tuve y que tanto admiré. Con un tono desenfadado, sin repetir los apuntes del libro mecánicamente y siempre buscando la manera de mantener la atención de tantos adolescentes a la vez, sacándome una ocurrencia nueva cada día.

Pese a que fue una experiencia tanto enriquecedora como divertida, tuve que dejar el trabajo a los dos meses, porque mis otras responsabilidades laborales no me permitieron seguirle el ritmo a la docencia. Me fui más por no poder dedicarles toda la atención que mis estudiantes se merecían, que por el choque de horarios.

Reconozco que en otro momento, o tal vez en otro contexto, me gustaría volver a intentarlo, pero sin tantos proyectos a cuestas. Porque si algo aprendí en esos días es que enseñar no es algo que se pueda hacer de pasada o un trabajillo más para llegar a fin de mes. Educar requiere un extra.

Para ser maestro hay que entender lo que uno representa para los jóvenes. Somos una proyección de valores, sus mediadores con el orden establecido, los encargados de prepararlos lo mejor que podamos para un futuro que no entienden e, incluso, en el peor de los casos, podemos llegar a representar esa figura familiar con la que no cuentan.

Preparar clases no puede ser una acto repetitivo, vacío, mecánico. Ante todo, debe ser un ejercicio consciente de preparación, muy acorde al tiempo que vivimos. El educador hace la función de un entrenador deportivo, de un líder de obra, de un director de empresa, por lo que sus pupilos deben ser un proyecto personal a largo plazo.

A cada estudiante hay que abordarlo por separado, escucharlo, acompañarlo, con sus ventajas y desventajas. Algo que se convierte en un ensayo de prueba y error, que requiere planificar cada paso y reinventarse cada vez que el camino se distorsione.

Nuestras escuelas no son las mismas que en 2019 y la educación ha sido uno de los sectores más afectados por la compleja situación económica que atraviesa el país. Cientos de buenos profesores han emigrado, tanto fuera del país como a trabajos mejor remunerados.

La falta de presupuesto limita las actividades extraescolares, deportivas, culturares y de formación vocacional, por lo que nuestras escuelas pierden ese atractivo tan necesario que garantiza el compromiso del alumnado con las instituciones.

En estas circunstancias, la figura del maestro gana más peso en la construcción de futuros técnicos, profesionales, deportistas, artistas; en fin, en la cimentación del futuro de la nación.

Tenemos que vincular a todas las instituciones y sectores con el proceso educativo, gestionar que especialistas con resultados compartan sus experiencias, y sistematizar charlas y conferencias de figuras reconocidas en diferentes ramas.

También hay que vincular al sector privado en este sentido, para que todas las empresas, sin importar el tipo de gestión, puedan invertir en la formación de sus futuros trabajadores e, incluso, contribuir en el aprendizaje de habilidades para procesos productivos específicos o en la aplicación a becas.

La Cuba actual requiere una mayor implicación en la enseñanza a todos los niveles; romper la inercia de millones de estudiantes que se enfrentan, como nunca antes, a un futuro tan incierto como complejo es su presente. En fin, educar requiere un extra que nos está faltando.

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Sobre el autor: Boris Luis Alonso Pérez

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