
Gran parte de los clientes que reciben los campismos provienen de los municipios, entre ellos Limonar y Unión de Reyes.
Desde su creación en los años 80, los campismos representaron una de las formas más populares y accesibles de turismo para los cubanos. Surgen como una iniciativa para acercar a la población a la naturaleza y brindar opciones de esparcimiento económico, en un contexto donde muchas familias no podían acceder a los hoteles turísticos tradicionales. Con un marcado carácter social, el Campismo Popular se concibió como una experiencia en contacto directo con el entorno natural.
Su cercanía con la naturaleza, la belleza de sus paisajes y lo económico de sus ofertas son de los elementos más apreciados por los campistas. Hospedarse en un lugar que garantice un buen disfrute con costos más accesibles es, sin dudas, una buena opción en tiempos en que los precios andan por las nubes.
Pero, ¿siempre sucede así? Desde luego que no, pues depende de la época, del contexto, de la experiencia de unos y otros.
No todo en estos lugares se limita a la “gozadera”, como diríamos en buen cubano. En determinados casos priman insatisfacciones a las que conviene prestar atención, ya que el campista en sí mismo es la razón de ser que sostiene esta forma de actividad económica, y su grado de satisfacción es el medidor de calidad más justo.

¿QUÉ TAL ESTÁN LOS CAMPISMOS?
Matanzas cuenta con cuatro de estas instalaciones en funcionamiento: Bacunayagua (primera categoría), Canímar Abajo (segunda categoría), San Juan (tercera categoría) y Faro de Maya (tercera categoría); además de Río Canímar (tercera categoría), que se encuentra cerrado, aunque en proceso de reapertura, según informaron durante la conformación de este reportaje, y el llamado Parque Turístico, integrado por tres componentes: el restaurante Río Mar en la calle Medio, la Base Náutica en Canímar Abajo y La Arboleda.
“Nuestros campismos funcionan todo el año —asegura José Ángel Yamyac Castillo, director comercial de la Empresa de Campismo Popular de Matanzas—. En ellos se brinda la posibilidad de alquilar medios de recreación teniendo en cuenta que en San Juan y Canímar el principal atractivo es el río, mientras que en Faro de Maya y Bacunayagua es la playa. Al cliente lo atendemos por tres vías: una en la propia Empresa, situada en Versalles; otra en la oficina de la calle Medio, junto al restaurante Río Mar; y mediante WhatsApp.
“En estos momentos contamos con alimentación en todos los campismos. Garantizamos desayuno, almuerzo, comida y merienda. Tenemos también la opción de venta de otros productos, como paquetes de espaguetis, cereales, pomos de refrescos; y ofertamos bebidas alcohólicas, ya sea cervezas, rones o vino, y alguna que otra confitura, como galletas y africanas”.

Durante el recorrido de este equipo por algunos campismos, se recopilaron algunas opiniones de los clientes. La mayoría de los entrevistados señaló como elemento positivo la facilidad de emplear ambas formas de pago, digital y en efectivo; y, como aspectos negativos, los precios disponibles elevados, sin llegar a ser excesivamente altos, como en otros establecimientos (hoteles y bares particulares); por último, poseen un desigual balance calidad-precio ante las opciones ofertadas en las instalaciones.
En cuanto a la recreación, el directivo destaca la importancia de Bacunayagua por la realización de fiestas universitarias en fines de semana recientes, como la Fiesta Playa, con la concurrencia de estudiantes procedentes de La Habana, así como excursiones y caminatas. Precisamente, incrementar las opciones recreativas es una necesidad latente en los puntos restantes, en la opinión de clientes hospedados en algunos de estos establecimientos.
Algunos de ellos nos recalcaban por otra parte que, a falta de mayor equilibrio calidad-precio en lo gastronómico y variedad en la recreación, la oportunidad de “dormir con corriente” era lo más positivo de su estancia.
Una afirmación a tono, a partes iguales, con el contexto electroenergético y la realidad campista. Es cierto que al menos tres de los cuatro campismos en activo sufren escasa afectación de suministro eléctrico, a excepción del Faro de Maya, desde su desconexión del circuito de Carboneras, que posee una mayor afectación en comparación con los demás.
Pese a ello, nos asegura la directora de este último, Celia Yadira Campañá García, que ya a inicios de julio se encontraba reservado más del 50 % del verano en su área, fundamentalmente por personas de municipios del interior de la provincia. La disponibilidad de un riquimbili incorporado hace poco contribuye a la movilidad desde y hacia el campismo, en la zona de difícil transporte donde se ubica Faro de Maya.
De igual forma que con la electricidad, el agua es el otro componente por el que todo visitante potencial de un campismo matancero preguntaría en estos tiempos antes de empacar sus cosas. Son dos las instalaciones que presentan dificultad con el tema hidráulico: Bacunayagua y Faro de Maya, a las cuales se les distribuye agua en pipas, pero con la inseguridad de que a veces la opción no está disponible.
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Una instalación bastante favorecida en estos aspectos es Canímar Abajo, mas no exenta de señalamientos como los ya referidos y, asimismo, se añade la dificultad de acceso para los vehículos en la vía de entrada y la ausencia de personal médico. Dichas problemáticas, nos asegura el director Randy Lázaro Fernández Deán, han sido planteadas a instancias superiores sin una solución a largo plazo al momento de nuestra entrevista.
Como pudimos apreciar durante el recorrido, en el entorno campista actual persisten contratiempos más o menos inherentes a un sitio u otro, no solo en los especificados. Los clientes consultados dieron sus declaraciones desde un mayor o menor grado de exigencia respecto a los parámetros de calidad de sus respectivos hospedajes, pero todos apuntaron hacia el denominador común de que todavía hay cosas que mejorar. Sobre todo, por la asiduidad de algunos de ellos a estas ofertas, razón de más para tomarles la palabra.
Resulta paradójica la concepción del campismo como una salida efímera del estrés cotidiano donde; no obstante, a la buena atención se opone una oferta costosa o al paisaje bonito una monotonía en lo recreativo, la cual no se suple con el alquiler continuo de juegos de mesa. Por tanto, coincidimos en que aún hay detalles que solventar para sacarle a alguien, recién regresado a su barrio o interpelado en plena tumbona, una respuesta satisfactoria cuando le preguntemos “¿Y qué tal está el campismo?”. (Por: Beatriz Mendoza Triana y José Alejandro Gómez)