
Pedaleo, sudor y utopías
Una veterana mirada detuvo su paso en bicicleta por la carretera hacia la Ciénaga de Zapata para observar y darles paso a cientos de jóvenes de La Habana, Mayabeque, Matanzas, Cienfuegos y Villa Clara que, como en una maratón ciclística, pedaleaban en grupo en ese paraje histórico símbolo de nuestra épica popular y lección de independencia, soberanía y autodeterminación para los pueblos del mundo.
Es viernes y el crepúsculo asoma, pero aquel señor con la piel quemada por el tiempo y el mar contempla emocionado a tantos muchachos y muchachas. «Cuando la Revolución hizo la carretera y estaba más nuevo, dijo frente a unos pocos, yo iba en bicicleta hasta Playa Girón». Y sus palabras fueron como un resorte para que aquella multitud también se empinara en su aventura.
Hay rutas que nacen imperecederas, valiosas, y gente que las asume con la voluntad de sentirse parte de las hazañas. La de él, la proeza costumbrista del pedaleo diario; mientras que los 150 bisoños que se atrevieron a desandarla, como muchos otros cubanos, fueron motivados para revivir las esencias de la heroica gesta que le propinó al imperialismo su primera gran derrota en América.
Cada paso por la carretera de Jagüey Grande hasta la Ciénaga de Zapata conduce a lo nuevo, a conocer de cerca la historia de una zona bañada por la epopeya de un pueblo generoso. Desde el viejo central Australia —la Comandancia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias durante los días de Girón—, que es un emblema de partida hacia la victoria, una representación de jóvenes arrancaron la ruta sin más armas que sus bicicletas y el deseo de adentrarse profundo en la historia.
La Ciénaga no se parece hoy a aquella que intentaron volar a fuerza de bomba y metralla hace 64 años, pero atesora los recuerdos mejor guardados del triunfo arrollador, conseguido sobre el entrenado y muy equipado poderío yanqui en menos de 72 horas, porque ellos se rindieron ante la moral, los ideales y el coraje del pueblo, tres armas decisivas de las cuales carecían.

Las arenas de Playa Girón, dicen con razón, son las más socialistas y antimperialistas no solo de esta Isla persistente, soñada y resguardada a lo largo del tiempo por las aguas de la utopía, sino del mundo. Girón marcó un antes y un después, fue la fidelísima victoria de abril y un legado de resistencia que estremecerá para todos los tiempos.
Cuando existen utopías de ese tipo en el horizonte, hacia allá vamos siempre las nuevas generaciones sin pensarlo dos veces. No importa pedalear diez, 20 o 30 kilómetros, si al final del trayecto, el cuerpo queda oxigenado con recuerdos y aventuras, porque eso fue lo que nos demostró Jeili Teresa, quien desafió su «rudimentaria» bicicleta para dominar el trayecto.
Entre mangle y asfalto hubo quienes vencieron el cansancio y otros que, como Yasel, fueron descubriendo por primera vez la belleza del lugar mientras rememoraban aquella contienda ráfaga, donde brillaron, nuevamente, las dotes de conductor invencible del Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz.
Laura, en cambio, una de las muchachas más jóvenes sobre la carretera cenaguera, avanzaba con destreza, apresurada, para tomarse una selfie en cada sitio de la ruta. No eran fotos por pura vanidad, o al menos eso daba a entender su rostro, sino por un sentimiento tan sincero como la bandera cubana que mantuvo colgada en laparrilla de su bicicleta en todo el trayecto.

Como ella, justo en el último vestigio donde estuvieron los mercenarios de Girón, se detuvieron los pedales para tomar una foto grupal, obligatoria frente al cartel que rememora el punto conclusivo de la fracasada incursión militar.
«Si el enemigo se rindió aquí, nosotros tenemos que seguir dando pedales para ganar», gritó alguien, ya de noche, en Pálpite. Así fue, todos sin excepción recorrieron los 30 kilómetros por carretera. Algunos llegaron jadeantes, otros más rápido que el resto, pero eso importa poco cuando al final se impone el deseo y el aprendizaje.
En la Ciénega de Zapata vimos muchachos sorprenderse al descubrir que el mártir más joven (14 años) de Playa Girón, Nelson Fernández Estévez, no era solo el simple nombre colgado en la puerta de un estadio beisbolero, sino que forma parte de la reivindicación generacional, de las cualidades que deben seguir guiando los pasos jóvenes de este archipiélago.
No existe otra forma más atinada de recorrer la historia que poniendo los pies sobre el suelo donde se vivieron las contiendas, o escuchando voces protagónicas como la de Nemesia, la flor carbonera, en las mismas arenas de Playa Girón. Así les recordó el Presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, a quienes protagonizaron esta bicicletada de abril, porque «la historia de Cuba es heroica y estamos sintiéndola junto a ellos en todos los escenarios».
Son razones, como muchas otras, que explican el profundo antimperialismo que debe caracterizar a la juventud cubana; y es en la historia, como dijo Meyvis Estévez Echevarría, primera secretaria del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, donde vamos a encontrar todas las respuestas, donde nos vamos a inspirar para continuar venciendo en los tiempos actuales.
Donde hubo fuego y metralla, sigue reviviendo el símbolo de la victoria, pero también el de los mártires que cayeron con el fusil a cuestas o las personas inocentes asesinadas por el único delito de comenzar a sentirse seres dignos dentro de la naciente Revolución, esa Revolución que sigue siendo atacada y nosotros tenemos que seguir defendiéndola, como nos convocó el Presidente.
Para construir las utopías es necesario mirar el pasado y sentirlo hondo. Eso procura hoy la juventud cubana en cada cita con la historia, en cada diálogo e intercambio, porque lo único que nunca podrá quitarnos el enemigo es el orgullo, la dignidad y la Patria edificada a base de coraje, de resistencia y patriotismo.