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Un héroe que no decidió serlo, un guerrero veterano que ya no es capaz de soportar el destino del mundo, compañeros tan leales como variopintos y cuatro enemigos poderosos que alimentan ese gran mal que amenaza con consumirlo todo. Eso es Death Doors, una historia mil veces contada, pero con un trasfondo propio que la hace única.
El juego nos pone en la piel de un pequeño cuervo que trabaja como segador de las almas de los muertos que se resisten a pasar al otro lado. Mientras realizamos la tarea, nos encontramos con un miembro anciano de nuestra especie que nos roba una de las almas, para luego explicarnos sus razones.
Resulta que perseguía a un mal primigenio, una entidad que se resistió a abandonar el plano de los vivos y que de su derrota depende el destino de todos.
La importante misión cae en nuestras manos, pero para poder vencer, primero debemos derrotar a cuatro enemigos que han usado al mal para evitar la muerte y vivir durante mucho tiempo, acumulando poder. Así se nos marcan tres caminos a seguir, el orden queda a nuestra elección, aunque al final los recorreremos todos.
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De esta manera Death Doors nos presenta una historia hermosa y hasta cierto punto tierna, con una música preciosa y unos gráficos sencillos, pero que funcionan a la perfección en su conjunto.
La mecánica de combate es un tanto limitada, contamos con un reducido grupo de armas que se distribuyen en equilbradas, rápidas y contundentes. También desbloquearmeos algunas habilidades y poseemos un arco que nos permite atacar desde la distancia pero las flechas tienen un tiempo de recarga considerable.
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Me hubiese gustado contar con más recursos para enfrentarme a los peligros que propone el juego y poder generar diferentes combinaciones, algo que le daría incluso rejugabilidad.
Por otra parte nuestros enemigos son muchos y variados, sobre todo los jefes y minijefes, los cuales cuentan con los suficientes patrones de ataque como para medir nuestra habilidad a los mandos y nuestra capacidad de memorización.
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El sistema de vida en Death Doors agrega otro punto de dificultad a la entrega ya que mediante unas semillas que nos encontremos explorando, podremos plantar macetas que nos permitirán recuperar salud en ciertos puntos. Esto nos obliga a dosificar nuestros recursos y escoger bien cuándo gastarlas y cuándo podemos darnos el lujo de seguir peleando.
Existe un mecanismo de subida de nivel en el que recolectaremos las almas de los enemigos derrotados para comprar puntos de mejora, pero son caros los condenados. Aunque por suerte para nosotros, no perderemos nuestras almas al morir, tal vez para marcar una distancia con la dinámica souls.
Por cierto, el juego se marca unos cuántos homenajes a la obra de Hidetaka Miyasaki y la desarrolladora japonesa From Software, con personajes que son claras referencias de obras como Darks Souls, Sekiro o Demons Souls. Puestos a buscar semejanzas, la línea argumental también es bastante parecida.
Death Doors es un indie que merece la pena ser jugado y que, pese a sus limitaciones técnicas, rebosa personalidad. Aunque la mejor descripción me la dio el amigo que me lo recomendó: un mini souls con cuervos.
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