Este 29 de enero falleció, víctima de una penosa enfermedad, Carlos Evaristo Tamayo Reyes, combatiente del Ejército Rebelde y de la Columna Invasora del Che.
A modo de homenaje le proponemos releer la entrevista que hace unos años concediera a nuestro medio.
«Transcurría 1949 en el Central San Ramón, yo contaba con 11 años y sufrí en mi propio abdomen la maldad y arrogancia del sistema político al que estaba sometido la Isla. Fue una tarde de esas en que los más chicos solemos hacer maldades y desatar nuestro espíritu curioso, él era un guardia rural, yo solo un niño negro que quería tocar su pistola y terminé en el piso con una bala en el abdomen que me provocó 11 perforaciones.»
«Por suerte, el cubano es bueno de nacimiento y quienes estaban allí me llevaron al hospital. Me debatí entre la vida y la muerte pero parece que era muy fuerte porque aquí estoy para contar la historia.»
«Provengo de una familia numerosa, de esas que habitaban nuestros campos cubanos, sin dinero, sin recursos, a merced de los abusos de la Guardia Rural. Con un padre que intentaba sufragar los gastos y cuando llegaba a fin de mes se daba cuenta que era imposible. Mis recuerdos más nítidos rememoran aquella choza de guano, desprovista de comodidades, en condiciones reprobables y que a duras penas, albergaban a más de diez seres humanos. Por ello fui a luchar, por ver a mi Cuba libre y no sufrir más aquellos atropellos diarios.»
Relata el Teniente Coronel Carlos Evaristo Tamayo Reyes. Luego de escucharlo hablar pausado, con sencillez, modestia, de visualizar su esencia linda y alma de un verdadero revolucionario, supe el sabor de revivir la historia de mi Cuba.
Desde sus primeras palabras me cautivó este cubano quien solícitamente nos abre las puertas de su casa para contarnos de primera mano, la vida de un guerrillero de la Columna del Che.
¿Cómo se incorpora usted al Ejército Rebelde?–
-«Contaba con 19 años y ya había escuchado hablar de los Barbudos. Entonces, decido incorporarme, con lágrimas en los ojos mi madre me despidió a sabiendas que era lo mejor para todos. Salí con otros tres jóvenes: José Martínez, Yoyo Alarcón, Arnaldo Tamayo y yo a buscar a Fidel Castro.»
«Nadie nos dijo que sería toda una epopeya dar con el paradero de este líder revolucionaria. Tras días de caminatas intensas, en un lugar conocido como el Rancho Guas, hayamos al campesino Félix Torres, que nos dio cobija por unos días mientras lo ayudábamos en su siembra. Una mañana nos avisó que nos llevaría ante el Comandante. Nuestra sorpresa mayor fue verlo frente a nosotros, haciéndonos preguntas, y concluyó con el siguiente planteamiento: -si les doy esta granada y les digo que la tiren en el cuartel de Manzanillo, qué harían. Nuestra respuesta no se hizo esperar:-inmediatamente lo haríamos.»
«Supongo que desaprobamos la entrevista porque al retirarse le pidió a Félix que nos llevara para su finquita y siguiéramos ayudando allí en lo que hiciera falta. Qué frustración, en gran medida por la inmadurez que padecía, luego me di cuenta que era necesario probar antes a los hombres que harían la Revolución.»
«Al mes y medio, volvimos a encontrarnos con Fidel y esta vez, nos acogió para llevarnos a Las Minas de Frío y cursar una escuela donde nos enseñaban cuestiones básicas de la guerra como tirar con fusiles, granadas.»
¿Cómo fue el primer encuentro con el Guerrilleo Heroico?
«Primeramente decir que, era un hombre impresionante, revolucionario a todas. Reacio con su tropa pero a la vez humano y al tanto de sus necesidades. Recuerdo una vez que el dolor en una muela me estaba haciendo la vida insoportable y el Che me sentó en un taburete y me la sacó a sangre fría. Aquello dolió pero esa muela no volvió a molestarme jamás.»
«A veces nos damos cuenta de la gran figura que tenemos delante. Era un ser humano implacable, indomable y no entendía de indisciplinas. Una vez, cuando estábamos cruzando una laguna en plena noche, otros compañeros y yo fumábamos a escondidas nuestro cigarrillo y alguien se lo dijo al Che, solo que omitió los otros nombres y solo me delató a mí. El castigo fue 11 días en el batallón de los descamisados. Fue duro, imagínese luego de estar pelando el día entero, cuando llegábamos a un lugar de descanso nos tocaba a nosotros hacer guardia toda la noche.»
«Siempre era el último en comer y en su plato se evidenciaba la ración más pequeña. Guerrillero intrépido, valiente, decidido, daba órdenes con mano firme y sobre todo era muy radical en sus mandatos.»
¿Qué no le puede faltar a un revolucionario?
-«La fe en la Revolución, con aciertos y desaciertos uno debe confiar en el proceso, en la libertad, en los ideales que se defiendes. Sabe, a veces nos pasábamos más de diez días sin comer, sin bañarnos y nunca dudé de mi decisión de alzarme. Estar convencido de por qué se lucha, es fundamental.» (Por Yaidima Díaz Gómez)
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