La tristeza se asoma a menudo, cuando recuerdo lo que un día fue la Sala de Historia del Deporte Santiago García, ubicada en el mismo corazón de la ciudad de Matanzas, y que tantos recuerdos y gloria atesoró antaño.
Todas las personas que asistían a este local disfrutaban con las diversas muestras que allí exhibían la gloria de numerosos atletas, que con sus medallas y resultados ponían en alto el nombre de Cuba y de este territorio.
El local fue inaugurado en 1984, y su nombre es un homenaje a quien fue un excelente activista deportivo en nuestra provincia, querido además por su carácter afable y su vocación de servicio.
Santiago estuvo activo como masajista durante muchos años. Incluso con una avanzada edad, mantenía la vitalidad y entrega que siempre lo caracterizaron en medio de diversas competencias, en las que asistía a equipos nacionales de múltiples disciplinas.
En 1985, por intermedio del compañero Humberto Suárez, que en aquel entonces fungía como director municipal de Deportes en Matanzas, convocó a un grupo de compañeros para llevar adelante el proyecto.
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Nos incluimos y trabajamos de lleno en eso, con el contacto que poseíamos de atletas, entrenadores; era esa una vía factible para llevar adelante la Sala, tan necesaria para el conocimiento y conservación del legado deportivo en el territorio.
Una de las exposiciones mejor logradas fue la de Javier Sotomayor, mientras se encontraba en el momento cumbre de su carrera. La afluencia de público era satisfactoria, hasta de visitantes extranjeros deseosos por conocer parte de lo mejor del deporte cubano.
Lamentablemente, hoy los atletas no cuentan con un lugar donde mostrar sus trofeos, galardones u objetos que les ayudaron a llegar al Olimpo. Quienes transitan por la calle Jovellanos, entre Milanés y Medio, lo que encuentran son las ruinas de lo que un día fue un sitio muy visitado y apreciado por la población matancera.
El deporte merece un sitio honorable, donde los amantes del mundo de los músculos puedan interactuar con la historia y el presente de sus ídolos. (Texto por Reynol Yll Lavín/Edición web: Miguel Márquez Díaz)
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