El Cinematógrafo: Anora es un rayo en cámara lenta
Sean Baker no le quita el pie al acelerador. Con cada una de sus películas el director estadounidense demuestra interés por los marginados y su viaje en busca de lo que sea que necesiten. Una casa, una economía estable, o la popularidad de la que antaño gozaran cuando se dedicaban al mundo de la pornografía. En sus películas existe un común denominador llamado sueño americano, sin mayúsculas, porque este le pertenece a todo el mundo.
El caso de Anora, o Ani, no es distinto. La bailarina erótica interpretada por Mickey Madison se sumerge en dicha ilusión. Un adolescente ruso que juega videojuegos y se droga la contrata para encuentros sexuales casuales, la relación empieza a las evolucionar y se casan en Las Vegas. Este binomio compone la sátira oscura de una relación bastante incomprendida dentro del mundo del cine.
Baker, quien empezara su carrera con un IPhone, compone una historia oscura y cómica que a más de uno le traerá recuerdos de cuando Richard Gere y Julia Roberts protagonizaron un romance sin precedentes en el cinema estadounidense, Pretty woman. Pero, Federico Fellini lo hizo primero, punto para Italia. Las noches de Cabiria, donde Giulietta Masini también hace de prostituta, funciona como un espejo que muestra cuán trivial puede ser la acepción que la gente hace de una persona por cómo se gane la vida; desterrándola a una zona común llena de prejuicios.
De Fellini a Baker la distancia estilística es descomunal, pero ambos logran poéticamente destruir mitos y construir cimientos que, aunque funcionen como entretenimiento, también produzcan un cambio en el mundo. Es por ello que la profesión de cineasta es tan respetada y querida en todo el mundo, junto con la actuación y todos los medios de producción asociados a ella. La capacidad desde sus inicios de colocar un narrador invisible dentro de cualquier ecosistema.
Recordemos a la mordaz Bella Baxter, de Poor things, cuando, refiriéndose a su nueva profesión se describe a sí misma y a sus compañeras con “somos nuestros propios medios de producción”. Un amigo me diría que el marxismo puede relacionarse con cualquier cosa. Y puede que tenga razón: Anora es el sueño precoz de una chica que asciende de una clase social a otra y, en el proceso, secuestra nuestra atención. Resulta imposible levantarse de la butaca cuando el filme empieza. Atrae por la desnudez, por la música, por la premisa, por el morbo de saber quiénes son ella y las personas que la rodean.
Ani es una mujer de 23 años que trabaja en el mundo del entretenimiento erótico y sexual. Sean Baker no pierde tiempo buscando razones que puedan explicar por qué Ani llegó a ganarse la vida de esta forma. Esta omisión refleja cuán cercana puede ser su realidad con la de cientos de mujeres que conozcamos.
El ritmo es otro elemento calculado al milímetro en la película. Uncut gems, de los hermanos Safdie, es la obra en la que no podía dejar de pensar mientras la trama se desarrollaba; incluso los constantes metrajes de trenes me recordaron a la fría y solitaria Chicago, donde se desarrollan los eventos de The bear, pero no, todo ocurre en la ciudad de Nueva York. Mickey Madison maldice, golpea, corre, grita, muerde; verbos que construyen una torre de arcos dramáticos que se suceden y desaparecen en un epílogo liberador.
¿Pero qué pasa con los rusos? La comedia divierte, desviste y reinventa cualquier prejuicio que nosotros como audiencia podamos sentir. Desde una familia rusa con negocios turbios empeñados en anular un matrimonio, hasta un trío de sicarios anticonvencionales que traspasan las barreras del humor desde el primer momento, para luego regresar a ese comportamiento que se espera de ellos. En ese proceso, ocurre una desmitificación increíble, porque nuestro deseo primario cambia y pasamos de querer una mejor vida económica para Ani hacia un escape instantáneo de todo este cónclave de violencia y gritos.
Anora empieza como una comedia, pero adopta elementos de la tragedia cuando nuestra heroína reniega, combate y huye contra su destino ineludible. Por ello, sus últimas escenas constituyen una descripción certera y hasta ahora desaparecida de quién es Ani. La única forma que conoce de retribuirle un favor a otra persona es entregando su cuerpo.