Ya casi comienza la charla. En la semipenumbra del salón, Judith Prat se prepara para conversar sobre lo que mejor sabe hacer: contar, a través de imágenes, la memoria colectiva de los y, sobre todo, las olvidadas. Ella, la fotógrafa y documentalista española, llega a Matanzas como parte de FOTOCANÍMAR.
Esta vez se refiere a las brujas, y no a las ancianas arrugadas de los cuentos infantiles, sino a las de verdad: las que bailaban, reían, trabajaban; las que morían, ahorcadas, a manos de sus perseguidores.
Tiene unos pocos minutos. Preparo la grabadora. Sus brujas sobrevuelan la ciudad, y hay que aprovechar el momento.
—¿Es la primera vez que visita Matanzas?
—No es mi primera vez en Cuba pero sí en Matanzas, y la verdad es que estoy muy impresionada. Me ha encantado la ciudad y estoy agradecida de participar en FOTOCANÍMAR. Es un honor estar aquí.
—¿Cómo fue su paso por la Bienal de La Habana?
—Fue una invitación directa de la Bienal, evento mundialmente reconocido, por lo que para mí era muy importante participar. Allí presenté BRUJAS, que es mi proyecto más reciente.
—¿Cómo lo han recibido en Cuba?
—Pues muy bien, estoy muy contenta con el recibimiento que ha tenido por parte de la población. Instalamos la exposición sobre lonas, en la calle y en un comedor social. Me parece muy interesante la idea de sacar el arte a la calle para que todo el mundo pueda tener acceso a él y no solo aquellos que vayan de manera voluntaria a un museo; que toda esa gente que camina por la calle, que entra y sale de sus casas, que va a comprar el pan, pueda tener acceso a la cultura y al arte, en este caso a mi trabajo.
—Tengo entendido que ya se había acercado a Cuba a través de un trabajo fotográfico. Cuénteme sobre él.
—Sí, hace 10 años. Salud y mujer en Cuba es un trabajo que hice para una organización que colabora con la salud pública cubana, y constituye un acercamiento a la salud materno-infantil en Cuba, desde La Habana hasta las zonas rurales. Para mí fue una manera extraordinaria de conocer el país y cómo funcionaba la sanidad en Cuba.
—Por fin, ¿quiénes serían las brujas hoy?
—BRUJAS es un trabajo que habla de la cacería de brujas que se produjo en toda Europa y también en España entre los siglos XV y XVIII; un gran feminicidio en base a acusaciones ridículas como tener pactos con el diablo o ser capaces de provocar tormentas o sequías solo con la mirada.
“Asesinaron a mujeres que en aquel momento tenían oficios, presencia pública. Eran parteras, curanderas, pero también albañilas, herreras, carpinteras, mujeres que estaban fuera del hogar ganándose la vida y trabajando. Algunas escritoras feministas, como Silvia Federici, consideran que la caza de brujas fue una manera de devolver a la mujer al hogar y al rol de tener hijos, de quitarla de la escena pública y el trabajo remunerado.
“¿Quiénes serían las brujas hoy en día? Pues creo que todas, ¿no? Mujeres libres, con capacidad de desarrollar oficios. Creo que cualquiera de nosotras podría ser señalada como bruja”.
—Un concepto similar al que ya abordó en MATRIA.
—MATRIA es un trabajo que desarrollé en cinco países diferentes y habla de las violaciones de derechos que sufre el campesinado, con una mirada muy especial a la mujer campesina, quienes soportan violencias específicas como la dificultad de acceso a la titularidad de la tierra.
“En muchas partes del mundo el campo está altamente feminizado: las mujeres trabajan la tierra, pero los que se quedan con los beneficios son los hombres. Eso supone una violencia estructural, social y del entorno añadida para la mujer”.
—¿Alguna vez se ha llegado a sentir en peligro haciendo su trabajo?
—Creo que todas corremos el peligro de ser víctimas de la violencia machista solo por el hecho de ser mujeres. Cualquiera de nosotras está expuesta a esa violencia en el día a día, incluso en nuestro entorno más cercano.
“Yo nunca he dejado de hacer nada de lo que me propongo, ni he dejado nunca de ir a algún lugar por miedo a que me pase algo. Lo que hago es protegerme, aplicar los protocolos de seguridad que utilizamos los fotógrafos en determinados contextos, y nada más: trabajar como cualquiera de los compañeros”.
—¿Regresará a Cuba? Y, específicamente, ¿regresará a Matanzas?
—Seguro que sí, porque estoy con un proyecto nuevo que me ha llevado a varios países de África, Europa y finalmente a Cuba. No solo he venido al festival, sino que también estoy trabajando en este proyecto.
—¿Tiene nombre?
—No, todavía. Es un work in progress. Espero que pueda ver la luz el próximo año, pero es un trabajo con un proceso de investigación muy largo. Llevo dos años investigando sobre el esclavismo español, haciendo la ruta trasatlántica. Estuve en Sierra Leona, Liberia, Ghana, y ahora llego a Cuba, a las plantaciones de caña de azúcar de los hacendados españoles.
“Como decía, es un trabajo de documentación e investigación muy largo, y de seguro tengo que regresar para completarlo. Estos días he estado trabajando en la provincia, tanto en los archivos como en el terreno. Regreso ahora a La Habana, donde voy a estar 10 días más, pero el año que viene seguro volveré para continuar con este proyecto”.