En el barrio de La Marina, en Matanzas, seis cuadras sufren una crisis con el abasto de agua que parece no llegar a su fin. Las familias pasan semanas, a veces meses, sin acceso regular al servicio, mientras las roturas y salideros en las zonas altas se convierten en barreras infranqueables que acentúan el problema.
Entonces allí, entre cisternas vacías y tuberías secas, emerge Espartaco, como popularmente lo conocen en el lugar, un hombre que carga más que agua: sobre sus hombros, lleva la esperanza. Con pasos firmes y un carrito improvisado, recorre los caminos hacia los manantiales cercanos para regresar con el alivio que las tuberías no proveen. Su lucha no es con espadas, pero sí con una voluntad que no se rinde ante la adversidad.
No obstante, su esfuerzo no resulta suficiente para solucionar una situación que exige atención inmediata de autoridades e instituciones involucradas en este tema, con el fin de buscar alternativas para aliviarle la cotidianidad a estas personas.
Mientras tanto, en La Marina la esperanza lleva el nombre de Espartaco, pero la solución requiere del compromiso de muchos. El bienestar de estas seis cuadras no puede depender solo de un héroe anónimo; sino que precisa de un sistema que garantice el acceso al agua como lo que es: un asunto vital.