Foto: Raúl Navarro
Apenas cinco minutos de lluvia fuerte y comienza el desmadre, el desfile de bolsas de nailon que descienden colina abajo (del que no se conoce punto de inicio y menos destino), la inundación que imposibilita transitar, los peligros de un vial cubierto al que hay que adivinarle huecos y alcantarillas… ¿sin tapas?
Ves el agua hacer olas y te remontas al mar y los efectos de la luna, y no a los escombros que desde hace más de un mes botaron los vecinos al doblar de la esquina, los que decidieron remodelar su casa y a los que les fue más sencillo echar los desechos ahí, que pagar un transporte para llevarlos más lejos. En definitiva, es al doblar, tampoco es tan cerca. Y se inunda allá, por su frente todo fluye.
Dicen los que peinan canas que las lluvias arrastran lo «malo» y se llevan esas vibras negativas que ponen los pelos de punta. Y optas por creerles y pensar que los infortunios de la semana se irán con ellas: el refrigerador que no aguantó más vaivenes del voltaje, el matrimonio que colapsó ante tantas infidelidades y tensiones económicas, o el salario que dejó sus dotes de chicle y perdió esa capacidad elástica de extenderse un poquito más en el mes por eso de los precios «topados» a los que realmente les faltan topes o control.
Penas quizá no arrastre, pero las latas de refresco sí navegan con las lluvias, como barcos en la bahía, a donde pudieran llegar si nadie las frena y por donde ya se les ha visto, aunque hay quienes aseguran que en ese caso la culpa, más que de las aguas benditas, es el verano. ¡Y no precisamente el calor! Pero sí, tal vez la tenga, a fin de cuentas, son las altas temperaturas las que aumentan el gentío en el litoral.
Apenas cinco minutos de lluvia y reflexionas sobre lo importante del combustible y no solo porque de tantos apagones ya no sabes si duermes o estás despierto. Piensas en que, desde que el petróleo escasea tanto como la leche de dietas médicas, el vertedero de la esquina ya no es tan «micro» y los mosquitos se han convertido en inquilinos permanentes de la zona.
Justo del basurero debe ser parte de lo que flota, de lo que hace un tiempo atrás le ha dado por decorar los entornos de una ciudad que se marchita ante los ojos de quienes la aman, pero no la salvan.
«¡Ey!, por ahí no cojas, hace rato que la alcantarilla esa no tiene tapa». Y no solo esa, ¡varias! La culpa dicen que la tiene la Empresa de Acueducto y Alcantarillado, que desde hace rato la reportaron y no la repone. La culpa es de la entidad y hasta del bloqueo, que limita la entrada de recursos, sí, porque ese siempre carga con los platos rotos de los que nadie quiere hacerse responsable. Pero pocos piensan en aquellos insensatos ladrones que prefirieron llevarse tres pesos al bolsillo a costa de que alguien pueda caer en uno de esos agujeros negros y fracturarse sabrá Dios qué.
Apenas cinco minutos de lluvia fuerte, para entender de irresponsabilidades y consecuencias, de culpas aparentemente sin dueños y de desastres que, como se ha demostrado otras tantas veces, siempre pueden prevenirse y mucho antes de que el cielo se ponga empedrado.
Pregunto a esta excelente periodista como trata sus artículos tan interesantes inteligentes y audaces que por eso leemos con interés sus artículos,pero que la mayoría de las veces no se resuelven sus señalamientos
Hasta cuando la población resistirá esta SITUACIÓN DESASTROSA