El Rafa y la fórmula del cambio

El Rafa y la fórmula del cambio

Rafael puede parecer una persona muy seria a simple vista: mirada seria, gestos serios, palabras más que serias. Sin embargo, los que lo conocen de verdad saben que detrás de esa aparente seriedad se esconde una personalidad sumamente inusual, al menos dentro del mundo en que se desenvuelve. Se trata de “el Rafa”, para quien la ciencia, y en especial la Química, se tornan en un juego en el que la diversión no puede faltar.

Hace algunos días, exactamente el 14 de octubre, una nota escueta anunciaba lo siguiente: “El equipo que representó a Cuba en la Olimpiada Iberoamericana de Química, con sede en Costa Rica, obtuvo las siguientes medallas (…). La delegación estaba acompañada por su entrenador, el profesor Rafael Rodríguez Rodríguez”.

Con una trayectoria impecable, primero como concursante y ahora como entrenador del equipo nacional, el Rafa es algo así como un gurú de la ciencia, capaz de impregnarle un toque de humor a todo lo que hace, por muy serio que sea el asunto.

―¿Por qué la ciencia? Y, en específico, ¿por qué la Química?

El Rafa y la fórmula del cambio

—Esa es una pregunta difícil, porque, honestamente, a mí no me gustaba la Química. Creo que muchas veces las personas tienden a exagerar e intentan ver cómo desde pequeños estaban destinados a algo. Pero es más complejo que eso, y creo que depende del azar. Yo detestaba aprenderme de memoria todos esos elementos, iones, reglas, para mí era tormentoso.

“En aquel entonces lo que me gustaba era la Matemática. Desde que empecé la primaria, en Colón, teníamos muy buenos profes que nos preparaban con problemas de muy alto nivel. En la secundaria también tuve un profesor muy bueno, el Chino Juan, muy famoso en Colón, que fue de los primeros que nos motivó a estudiar. Pero mi amor por la Química llegó con el IPVCE”.

―¿Cuánto influyó el IPVCE Carlos Marx en tu formación, tanto en el ámbito personal como académico?

—Fue allí donde me orienté profesionalmente, gracias a los movimientos de concurso. En mi primer año, por temas de horario, solo pude ir a dos asignaturas: Matemática, que era la que me interesaba, y Química, para poder escaparme de los turnos de clases. En Matemática estábamos atrasados, así que ese no lo pude ganar, y el que terminé ganando fue el de Química, que, honestamente, no me hacía mucha ilusión (risas).

“Luego nos liberaron, y comenzamos las preparaciones con un profesor de la Universidad de Matanzas, Ariel García, quien de forma gratuita iba y nos orientaba qué estudiar, nos facilitaba bibliografía y, de alguna manera, fue quien nos enamoró de la Química como ciencia y nos hacía razonar, entender por qué las sustancias se comportaban de esa forma. Fue para mí un orgullo muy grande poder ganar ese año una medalla de bronce en el concurso nacional.

“A partir de ese resultado, y de mi deseo de mejorarlo, me empecé a definir profesionalmente y les dije a mis padres que lo que quería estudiar era Química. Ellos me apoyaron mucho. Esas vacaciones me las pasé estudiando, incluso iba al baño con un libro de Química General, para leer (risas). Fue así, y con la ayuda del profesor Anyer Luis, que conseguí en onceno grado estar más preparado para pertenecer al equipo nacional de la Olimpiada Centroamericana y del Caribe de Química.

“En esa Olimpiada, que fue aquí en La Habana, obtuve mi primera medalla de oro. Luego, en duodécimo, alcancé el primer lugar de todo el país y pude asistir a la Olimpiada Internacional de Química, en Tailandia, donde obtuve una medalla de bronce; el mejor resultado del país en varios años.

El Rafa y la fórmula del cambio

“Creo que un factor decisivo en todo ese proceso, además de la preparación, es la suerte. En mi nacional de onceno grado, que fue el que me permitió acceder a las olimpiadas internacionales, yo había dejado dos preguntas en blanco. No tenía muchas posibilidades de ganar. Pero, por problemas con la impresión del examen en algunas provincias, esas mismas dos preguntas se anularon y quedé entre los seleccionados.

“Eso para mí es algo importante, porque muchas veces las personas opinan que los resultados son solo fruto del esfuerzo y creen que con fuerza de voluntad todo se resuelve. Pero, verdaderamente, ningún resultado es un trabajo individual, y no solo está la posibilidad de haber tenido acceso a profesores, de prepararse, sino también la suerte y la actitud con la que uno asume las cosas”.

―¿Cómo fue la transición de concursante a entrenador? ¿Crees que fue natural? ¿O significó un cambio radical en tu vida académica y profesional?

—En realidad, es algo que siempre he hecho desde que era estudiante, porque me apasiona dar clases y compartir el conocimiento con los demás. Creo que es un deber y una muestra de gratitud con los que me formaron. Me gusta ayudar a los demás desde lo que sé, animándolos a encontrar su camino y desarrollar su pasión por la ciencia.

“En la Facultad de Química recibí una preparación científica muy buena y entendí que un buen científico no es solo una cabeza enciclopédica llena de datos y reacciones; ese conocimiento hay que ponerlo en función de la sociedad, de resolver problemas. Actualmente imparto conferencias de Química Cuántica, una responsabilidad muy grande debido a mi juventud, pero que llevo adelante gracias al apoyo que me han dado mis profesores, sobre todo mi tutor Carlos Pérez, que es un ejemplo como científico y como persona.

“Ser profesor de la facultad también me ha ayudado a participar en varios eventos internacionales y continuar mi trabajo como entrenador, lo que me ha permitido conocer otros países como Rusia, Brasil, El Salvador y Costa Rica. En este último obtuvimos un muy buen resultado gracias, además, al apoyo del Ministerio de Educación y la gestión de uno de nuestros entrenadores, el profesor Gerardo Ojeda, quien junto a varios amigos nos ayudó a completar los pasajes necesarios para poder asistir con el equipo completo”.

―¿Crees que la ciencia y la vida de los científicos deben ser siempre serias? ¿Qué importancia le confieres al humor en estos ámbitos?

—En la universidad tenemos el Proyecto Delta, un espacio donde combinamos la ciencia con el humor. A muchos les puede parecer increíble, pero cada fin de semana más de doscientos o trescientos adolescentes van a un cine a escuchar hablar sobre ciencia, y pagan por eso. De ahí podemos concluir que el estado de apatía que hay con respecto a la ciencia existe en gran parte por la forma en que se hacen las cosas, porque nuestra educación se encuentra muy ‘bancarizada’, como decía Paulo Freire.

―¿Para Rafael, cuál es la “fórmula de la felicidad”?

—Los amigos. Las relaciones que uno establece. Eso de que “lo importante son las amistades que haces en el camino” ya es un poco cliché, pero, como te decía antes, ninguna obra, ningún resultado es individual: siempre está el apoyo de la familia, de los amigos, de los compañeros de trabajo o de estudio.

“Eso es algo en lo que también insisto mucho a los muchachos. No sirve de nada ser un buen científico: si eres un asco de persona, solo eres un asco de persona con un título. Por eso yo creo que lo más importante es tratar de ser bueno, de ser útil, ayudar a todos y en eso encontrar la felicidad”.

―¿Y la “fórmula del cambio”?

El Rafa y la fórmula del cambio

—Si me preguntaras qué fórmula tiene para mí un país mejor, te diría que quizás debe parecerse más a la ciencia. A diferencia de lo que la gente cree, la ciencia no son verdades absolutas escritas en libros. La verdadera ciencia está hecha de consensos entre personas que muchas veces son enemigos jurados, pero que exponen sus ideas, las contrastan y tratan de alcanzar a partir de ahí una mejor forma de enfrentar la realidad.

“La ciencia también tiene mucho de crítica. Constantemente se pone en cuestión si los resultados son correctos o no, y eso es algo con lo que uno tiene que saber lidiar y entender la intención con la que se hace, que casi nunca es mala, y hasta dónde se debe ceder.

“La ciencia también tiene transparencia, y los científicos deben mostrar los resultados de su trabajo y explicarle a sus pares, a la sociedad, qué hicieron, por qué llegaron a esa conclusión. En nuestro país ya tenemos una ciencia de muy alto nivel, y yo creo que, a medida que vayamos aprendiendo de la ciencia en todos los sectores, iremos teniendo una Cuba cada vez mejor”.

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Sobre el autor: Humberto Fuentes Rodríguez

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Matanzas en el año 2024. Egresado del Taller de Técnicas Narrativas del Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Jefe de la Sección de Literatura de la Asociación Hermanos Saíz en Matanzas. Escritor, fotógrafo, trovador y guionista.

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