Nostalgias de un mochilero: De Imías a Baracoa (Primera parte)
Cuando afloraron las primeras noticias del posible paso del huracán Oscar por la zona norte del oriente de Cuba, sentí la leve corriente del río Duaba golpeando mis rodillas, mientras intentaba avanzar como todo un equilibrista sobre las grandes piedras del fondo. Un paso en falso y terminaría en una zambullida que ensoparía mis pertenencias, sobre todo las botas que sostenía en cada mano y aquel tabaco que masticaba con insistencia para darle a mi figura cierto aire de veteranía. Fue esa precisamente una de las imágenes que conservo de aquel viaje.
Aunque la travesía la hicimos con bastante dificultad, y más de una compañera de viaje terminó con sus glúteos sobre las rocas del fondo, siempre me llamó la atención el amplio cauce que no guardaba relación alguna con la anchura real del río.
«Ves ese río así, medio inofensivo, cuando las lluvias son fuertes en las montañas se convierte en un monstruo que lo arrasa todo. Durante muchos días no se podrá cruzar», le escuché a un guajiro montañés y comprendí que en algunos momentos del año la corriente abarcaba el vasto cauce.
Desde aquella conversación comencé a mirar con respeto a los ríos que hallábamos a cada paso. Pero mi mente no fue capaz de imaginar el grado de devastación que podrían provocar aquellos torrentes cuando se producen escurrimientos en las montañas tras las fuertes lluvias.
Solo lo comprendí muchos años después, tras el paso de un huracán por aquella región, cuando los medios informaron sobre la total destrucción de un colosal puente de hormigón sobre la propia corriente del Duaba.
Bajo la sombra de aquella potente estructura disfrutamos de una jornada memorable lanzándonos al agua desde una plataforma de madera construida por los lugareños.
No recuerdo de quién fue la idea, pero todos los integrantes de aquel piquete de mochileros accedimos a tomarnos de la mano y realizar un círculo flotando a flor de agua para que desde lo alto del puente nuestro fotógrafo oficial, que no era otro que el genial Kako, inmortalizara el momento.
La foto aún se conserva, pero el puente desapareció algún tiempo después por la furia endemoniada del río Duaba tras el paso de un ciclón. ( Continuará…)