Hace algo más de 15 años le pregunté a dos personalidades de nuestra cultura cuál era su opinión acerca de las canciones que por aquel entonces se transmitían en actividades públicas que, sinceramente, sus letras resultaban denigrantes por la vulgaridad que expresaban.
Esas dos reconocidas figuras fueron el maestro Ildefonso Acosta, compositor y guitarrista (Premio Nacional de la Música); y Berardo Alzola, cantante, conductor de programas y promotor cultural.
“Son pésimas, carentes de atractivo y sus letras son mediocres. Te digo la verdad: Yo disfruto la buena música, ya sea un concierto de Beethoven, una actuación de Los Muñequitos de Matanzas, o de Afrocuba. Son magníficos músicos y sus presentaciones constituyen un genuino espectáculo, pleno de cubanía”, expresó el concertista Ildefonso, excelente en su interpretación del Concierto de Aranjuez, entre otras hermosas páginas.
“Considero que esos ¿compositores? se van por el facilismo. Quizás las melodías que arropan dichas canciones resulten atractivas para determinado público, principalmente entre los jóvenes, pero en sentido general son piezas armadas con un rotundo sentido comercial, sin nada de creatividad o poesía, diríamos, en las letras”, argumentó por su parte Alzola.
Ha pasado el tiempo y perdura y hasta se multiplica ese tipo de canciones que rozan o expresan el erotismo más vulgar, en las que las mujeres llevan la peor parte en los sucesos de adulterio, desengaño, amor tarifado en que se ven envueltas.
Es cierto que las pocas veces que las he escuchado ha sido en ómnibus —al chofer les gusta y por eso las sintoniza, pero a todo volumen, aunque buena parte del pasaje esté en desacuerdo con tanto ruido y quizás también por la podredumbre de sus letras—, aunque es mayoritaria la frecuencia en las que se les escucha, transmitidas desde las múltiples motos y motorinas que se mueven por toda la ciudad y, encima de eso, tener que soportarlas en demasía de decibeles.
La mayoría de esas “obras musicales” son de la autoría de grupos foráneos que cada día ganan espacio en el gusto juvenil. Los adultos mayores tenemos otras preferencias estéticas y preferimos aquellos temas de antaño que aunque expresen desacuerdos amorosos, quereres no compartidos, pasiones desmedidas y hasta traiciones, sus autores lo abordan con suma delicadeza y decencia.
Estas últimas si son “Canciones que van por el aire, en busca de algún corazón, canciones que son ilusiones y son como son…”, gracias, Massiel. (Por: Fernando Valdés Fré)