Crónica de Domingo: Asalto a la noche

Crónica de Domingo: Asalto a la noche. Fotos: Raúl Navarro
Crónica de Domingo: Asalto a la noche. Fotos: Raúl Navarro

Muchos son los que toman por asalto a la noche. Van hacia ella como si se dirigieran a un campo de batalla en el cual no todos librarán los mismos combates.  Como un ama de casa que le asusta morir en la soledad,  ella acoge en su seno perfumado y de donde le cuelga una medalla de San Judas Tadeo, santo de las causas perdidas, a boteros con chancletas de artesano y riñoneras, vendedores de rosas de cristal, buzos que pescan en los cestos sus peces de lata. Ella no desampara a nadie. 

Nos refugiamos en sus rincones oscuros. El novio primerizo busca un sitio discreto para que no se percaten cómo le salen bocas de más, cómo las manos se le multiplican cuando soba a la muchacha tímida que, a veces de tímida no tiene nada. La noche es de los Donjuanes con apuro y morbo y de las femme fatale que te manchan de carmín la paciencia. 

También localizan un lugar apartado los ladrones. Ellos no ven personas, sino los objetos que llevan. Lo brillante, lo que titila en las sombras, el rolex de oro, el brillo de la pantalla del celular, el destello de una cadena los hacen salivar. Quizás no quisieran estar ahí, posados como urracas en las perchas de la oscuridad. La noche le pertenece a los hombres de manos rápidas, a los usureros veleidosos, a los barberos que te colocan la cuchilla al cuello sin preguntarte si quieres que te hagan los cortes. 

A otros no le interesan los escondites y las emboscadas y el no dejarse ver. Ellos en cambio van a la caza de los zarpazos del león de Neón, de las serpientes de luz led que reptan en las fachadas de las discotecas; de las panteras que acechan en las barras de los bares. Bienvenida(o) a la jungla estereoscópica, estrambólica, escandalosa, etílico y elitista. 

Hacia esa conjunción de luminiscencias artificiales y de mercadotecnia, se dirigen los hombres con una crisis de la mediana edad que intentan disimular su barriga debajo de su camisa Calvin Klein y hermosas mujeres que visten lentejuelas cuales escamas plateadas, como si quisieran reflejar todo el brillo chic que les rodea. Ellas saben que con tanto macho ávido su belleza pagará las largas cuentas que son el salario de un mes de un proletario estatal. La noche ayuda a esconder esas fisuras que deja el tiempo en ti y resalta tus armas desalmadas. 

Además, asisten los muchachos que toda la semana trabajaron en garajes de fregado de carros, en hamburgueseras copias de McDonald y quieren en una noche, por lo menos en una, sentir que pertenecen a una clase social a la que no pertenecen.  La noche es siempre joven y por tal motivo más de un conquistador se perdió en ella para hallar la fuente de la juventud.

Hay quien, al no poder pagarse esos viajes a la nocturnidad rutilante deben conformarse con versiones más humildes de la misma. Entonces se acomodan debajo de un poste del alumbrado público o de una farola y se matan a ronazos o con las mismas historias de siempre o con forros en el dominó. La noche le provee un corredor humanitario a los aburridos, a los que se persignan no contra la mala fortuna, sino en contra del tedio, a los que no tienen a dónde más ir. 

Existe el que solo quiere, cuando el sol se va a jugar al cubilete, calma y tranquilidad. Son esos que van de aquí para allá toda la jornada, los que cuando llegan a casa el cuerpo les pesa como si se hubieran echado el cielo a cuestas. Atlas se fue a estibar al puerto. Atlas recorre la ciudad con un carrito de cabillas donde vende duro frío. Atlas rellena tablas de Excel horas y horas con indicadores macroeconómicos que muchas veces no se cumplirán. Atlas también puede ser una mujer que realiza todo lo anterior, pero a la vez cocina, limpia las orinas del perro, calma al niño con rabieta, le cambia el pamper a la abuela. 

Para esos, el único asalto del que desean saber es el de un tren en un apartado pueblo del oeste de los Estados Unidos, o el de un banco ficticio que guarda dinero de la mafia en la Película del Sábado.  Probablemente no lleguen a la primera media hora del filme antes de derrumbarse en el sillón. Ocurrirá de esa manera si en ese momento tienen fluido eléctrico, de lo contrario se preguntaran cuál déficit los golpea más, el cansancio acumulado o el de los megawats. Ellos solo quieren probar el sueño de los ángeles para a la mañana siguiente, después del café del desayuno, echarse el cielo a cuestas otra vez. 

La noche siempre regresará y  habrá quien vaya en su persecución como una última esperanza, como un orfanato, como una trinchera. La tomaran por asalto y si fallan tienen el día para lamerse las heridas hasta el próximo combate.

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