Erislandy bien merece una misa

Erislandy Álvarez en París 2024

Erislandy Álvarez besó el cielo de París con los pies dorados. Foto: Ricardo López Hevia

Si la voluntad, entereza y coraje tuviesen un nombre, de seguro el de Erislandy Álvarez estaría entre los candidatos a representar todo eso que forma parte de la fórmula para triunfar en la vida. 

Desde su primera presentación en los 63.5 kilogramos del boxeo olímpico, el cienfueguero demostró cuán convencido estaba que en ese difícil ring había que saber golpear, pero sobre todo no parar de hacerlo. 

Dicen que los últimos serán los primeros y esto lo puso en práctica el antillano, pues clasificó último en la escuadra cubana; sin embargo, fue el único con un título en esta cita bajo los cinco aros, salvando así la honra del boxeo cubano.

Destrozó pronósticos precompetencia, vaticinios, cábalas y todo lo humano y divino que escribía sobre piedra que no era favorito; aunque muchos lo vimos tan inspirado, concentrado y feliz, que sí confiábamos en su potencial. 

Para no dejar margen a la duda de los jueces y como carta de presentación, noqueó en su primer combate al representante de Papúa Nueva Guinea, John Ume, en los tres siguientes se impuso por decisión unánime, para llegar al duelo final frente al francés Sofiane Oumiha.

En una entrevista antes de la discusión del oro, un periodista le preguntó cómo se sentía que no se hubiese imaginado en estas instancias, a lo que él respondió: “Claro que sí me vi aquí, si otros pudieron hacerlo, yo también puedo”. Ahí ya tenía ganado el podio en su más alto escalón. 

Iba a ser un combate muy difícil, su rival lo había derrotado en el último mundial, con un palmarés de lujo y francés, además; pero el nuestro no creyó en favoritismos y puso el Arco de Triunfo a sus pies.

Fintas, cambio de pies, golpes certeros, guardia en alto, boxeo elegante y mucha combatividad y confianza, de esa que faltó por montones en el ring de estas Olimpiadas por parte de los nuestros. 

Desde el primer asalto, el de la Perla del Sur sabía que tirar más le podría garantizar los puntos de los jueces y así lo hizo, aunque sin descuidar la técnica, y tampoco la guapería, esa característica de la escuela cubana de boxeo que a todos nos hace sentir orgullosos.

In the blue corner” fue la voz definitiva de la felicidad de un joven y de un país ansioso por no dejar caer en el lodo su tradición entre las 12 cuerdas. Fue también el silencio sepulcral de la sala parisina, solo banderas cubanas se agitaban en medio de la ovación a su púgil. 

El boxeo de la Isla obtuvo un bronce a través del multilaureado Arlen López, quien no pudo cumplir su sueño de convertirse en el cuarto boxeador que logra su cuarta presea dorada en estos certámenes multideportivos.

El otrora Buque Insignia de las delegaciones cubanas dejó mucho que desear en esta ocasión, pues tampoco se cumplió el pronóstico con Julio César La Cruz, por demás abanderado de la comitiva.

El análisis debe efectuarse con prontitud para encontrar una solución a las deficiencias, además de dar paso a nuevas figuras que continúen el legado de una de las disciplinas con mayor tradición en nuestro país. 

Por lo pronto, nos toca disfrutar de la bien ganada gloria de Erislandy Álvarez, que por lo que pudimos observar traerá mayores alegrías en lo adelante. 


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Sobre el autor: Norys Castañeda Valera

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