Siempre que la carpa del circo comienza a montarse en las áreas cercanas a la plaza del Viaducto, todos los ojos se posan sobre ese espacio. Me atrevería a asegurar que, a pesar de los años, de los cambios, de la tecnología, el circo sigue generando la misma curiosidad que cuando, siglos atrás, llegaba a algún pueblito escondido de cualquier lugar del mundo y las personas podían descubrir por ellas mismas las maravillas extraordinarias que traía.
El circo nunca ha perdido ese poder de atraer, enamorar… de atrapar con su magia e ilusión a los más pequeños y de asombrar a los adultos. Traspasar su tela azul es como subirse a un carrusel de emociones, pues tiene la capacidad de llevarnos con sus actos de la risa al miedo, a la incertidumbre, la felicidad y otras tantas sensaciones contenidas que afloran una vez comienza la acción.
En esta ocasión, el sabor del show es diferente. Aunque ante los ojos inquietos de quienes esperan disfrutar de las artes circenses una vez al año, algunos detalles pasen desapercibidos, aquellos que tras máscaras, trajes y luces se desvelan para planificar todo milimétricamente saben que su espectáculo Evolución no se queda solo en el nombre.
EVOLUCIONAR SIEMPRE
“Justo durante la gira del verano anterior, luego de pasar por aquí por Matanzas, nos trasladamos a Villa Clara. Allí dimos la primera función y, cuando íbamos a realizar la segunda, un tornado tumbó la carpa, partió las torres y nos quedamos sin nada. Estuvimos desde entonces hasta principios de año en reparación.
“Todo el mundo pensó que la carpa no saldría más, porque el destrozo fue total; y no había combustible en el país ni recursos ni cintas ni lonas ni varillas…
“Tuvimos que coser, soldar las torres y todo ello gracias a los trabajadores, sin el apoyo de nadie más, solo de Carpa Azul. Pero somos así, evolucionamos siempre, no nos paramos ante nada, todo el tiempo miramos hacia adelante”, comenta Thelma Carrasco Stable, productora de Carpa Azul, del Circo Nacional de Cuba.
Así también lo sienten los 18 artistas que desarrollan este espectáculo, que desde el pasado 11 de julio presenta la Carpa Azul del Circo Nacional de Cuba en la urbe yumurina, y que los matanceros tendrán la oportunidad de disfrutar hasta el próximo 21 de julio.
Estas funciones forman parte de una gira de verano que desarrollan en Matanzas y que llevarán a Cárdenas desde el jueves 24 de julio hasta el 3 de agosto. Luego, avanzarán hasta el sur del territorio para ofrecer su arte también en Jagüey Grande, entre el 7 y el 17 de agosto
.“Las funciones siempre son de jueves a domingo, los dos primeros días en el horario de las ocho de la noche, mientras que los sábados y domingos realizamos dos: una a las cuatro de la tarde y otra a las ocho de la noche”, especifica Carrasco Stable.
Si se le pregunta a Belkis Causse López, directora de Carpa Azul, cuáles son los números que pueden atraer al público, ella, sin dudarlo, dirá que todos. Como una madre que no sabe por cuál de sus hijos decidirse, habla con pasión de los malabares, los equilibristas, los payasos, o del joven que domina el aro y las telas desde el aire.
Quizá porque sabe cuánto entrega cada uno de sus muchachos a este arte, el cual requiere un inmenso esfuerzo físico y emocional, destreza, disciplina y confianza, le es imposible escoger a unos por encima de otros.
CUANDO LA CARPA CIERRA
Adrián Llovet Cruz y Débora Rodríguez están unidos, además de por la pasión por el circo, por el amor. Ella, graduada de flauta en el Conservatorio Amadeo Roldán, y él, con una década de experiencia en la magia, llegaron hace algunos meses a la gran familia que es Carpa Azul. Ambos se especializan en crear grandes fantasías; aunque la muchacha confiesa hacer de todo un poco, porque además de maga, es cantante y presentadora.
“Es una ilusión, hacemos cambios rápido de vestuario, en un instante tenemos una ropa puesta y en el siguiente esta varía de forma, de color. También tenemos números de caja donde la asistente desaparece, o se le pica la cabeza…
“La preparación de un mago es bastante complicada, lleva muchos años de estudio, teoría y práctica. Es algo que no se aprende de la noche a la mañana, pero reconforta mucho. Ver a los niños disfrutar de la magia es muy lindo, ellos no pierden su fructífera imaginación y nos aceptan bien por su inocencia. Sin embargo, los adultos se sorprenden porque es impresionante la magia en vivo”, añade Llovet Cruz.
El escaso tiempo que llevan en el ámbito circense les ha bastado para comprobar que es una profesión sacrificada, que se basa en la confianza y apoyo constante entre compañeros, que el error de uno puede costarle caro a otro, y que lo más importante es la calidad del espectáculo.
“Se logra una complicidad muy linda. Nos apoyamos mucho, por ejemplo, son los mismos artistas quienes halamos a los que trabajan en las alturas con aro volante y cinta, y estando ahí no te queda otra opción que confiar”, dice Deborah Rodríguez.
Muy bien lo sabe Fabiely Muñoz Castro, a quien se le puede ver cada noche en las alturas, enredado entre aros volantes y telas aéreas, ejecutando magistralmente la obra de teatro El fantasma de la ópera.
“Es riesgoso. En el aro estoy suelto todo el tiempo, solo hago cambios de agarre, tiradas, y domino los elementos. En ese momento no tengo protección, porque si me pongo alguna mecánica me enredo en los vuelos y en los giros. La tela si es un poco más segura y manuable, porque lleva amarres para las tiradas”, comenta el joven que se inició en este mundo hace siete años.
En casa se sienten Rocío Barroso Velázquez y Leandro Jorro Peñate, un dúo matancero que también da color al espectáculo con su número de patines. Ambos, jóvenes estudiantes de segundo año de la Escuela Nacional de Circo, ven en esta gira una oportunidad para “foguearse” en los escenarios y aprender.
“Es una experiencia diferente a trabajar en la escuela, porque estamos frente a mucho más público; también nos ayuda a dominar los nervios y a crecernos. Cuando uno hace lo que le gusta, se siente realizado y satisfecho”, explica Barroso Velázquez.
Ya casi es hora de comenzar la función. Presurosamente se dan los últimos retoques al maquillaje y el vestuario. Dentro, alrededor de 800 personas aguardan ansiosas por que rompa la música y comience la función. Durante 25 años el Circo Nacional de Cuba ha hecho girar su Carpa Azul por municipios, comunidades, plazas, hospitales, escuelas, teatros y otros espacios de la Isla, donde reparten magia.
Aunque el calor casi derrite, todos quieren ver con sus propios ojos el mundo colorido que desfilará por la pista. Todos, como hace siglos, aguardan por conocer lo increíble y dejarse arrastrar por la fantasía que inspira y hace soñar. Hoy no será diferente, ¡es noche de circo, noche de ilusiones!