Emily Dickinson y Milho Montenegro: el mundo desde el perímetro estrecho

Emily Dickinson y Milho Montenegro: el mundo desde el perímetro estrecho

A finales de la década de 1960 el escritor Paul Auster abandonó Estados Unidos. De aquel viaje diría tiempo después, que resultó fundamental para definir su trayectoria literaria, hasta el punto de recomendar ver, alguna vez, la tierra natal desde la distancia, desde otra perspectiva.

Cien años antes su compatriota Emily Dickinson entraba en la Historia con una obra escrita desde el perímetro estrecho de su habitación y en poco más de medio siglo de vida apenas sobrepasó los límites de Amhrest, Massachusttes, lo que la llevó a escribir: “para viajar lejos no hay mejor nave que un libro”.

El escritor cubano Milho Montenegro (La Habana, 1982) intrigado por los motivos que llevaron a una mujer como Dickinson a ese encierro sintomático construyó en su libro La misántropa (Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas 2023) un diálogo poético con la escritora norteamericana, demostrando que es posible a través de la poesía alcanzar desde lo “provinciano” lo universal. Sobre la próxima novedad editorial de Ediciones Matanzas conversamos con su autor. 

—Los poemas de Emily Dickinson, sin dudas, forman parte de lo mejor de la poesía universal. ¿Qué motivos encontró Milho Montenegro en la Emily Dickinson más íntima, personal, para recrear en un poemario su vida?

—Como bien dices, Dickinson es una poeta universal, referente de la mejor tradición de la poesía en todos los idiomas. Entonces, su literatura es la primera causa de conexión: su forma de expresar, de filosofar, me ha imantado desde siempre.

Luego, al conocer su historia de vida, esa irreverencia suya -tomando en cuenta la época que le tocó vivir- frente a la sociedad, al amor, a Dios y a casi todas las cuestiones íntimas y públicas de su existencia, aún hoy no deja de impactarme.

Poetizar su vida y obra, esto último a través de guiños intertextuales a su poesía y fragmentos de sus cartas, no solo es un homenaje a sus versos telúricos y desafiantes, es también una vía de arrojar luz sobre ciertas problemáticas familiares, sociales y sexuales, a partir de lo que el poeta y ensayista cubano Alberto Rocasolano ha definido como “despersonalización del motivo y la compenetración con la psicología femenina desde la sensibilidad masculina”. Ha sido un verdadero reto y un viaje de absoluto crecimiento la escritura de este cuaderno. 

—El encierro, como motivo poético, se encuentra en otras zonas de tu poesía. También le has dedicado parte de tu labor a la investigación de la poesía de tema carcelario. ¿El “encierro sintomático” de Emily Dickinson cómo lo valoras desde tu acercamiento, a partir de la escritura de La misántropa con respecto a estas otras zonas que has abordado? 

—Me interesa sobremanera el encierro como destrucción o florecimiento del Yo psicológico y del soma. Este “encierro” puede tomar forma ya sea a través de la prisión metafórica, es decir, como encadenamiento espiritual, moral o de ideas a pesar de un aparente albedrío; o a través de la prisión tangible, ese espacio de punición donde se priva al hombre de su libertad y se busca, mediante el martirio del cuerpo y de la mente, corregir la conducta delictiva.

Por motivos de índole personal, he investigado durante años la cárcel y el reo como referentes que incitan la escritura. De esa investigación ha surgido Desde el redil bramo. Cartografía de la poesía cubana de tema carcelario. Siglos XVI – XXI, y también el libro Vindicación de las jaurías (apostillas sobre una poética de los bordes), que acaba de obtener el Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2024, en Ensayo.

Ahora bien, Emily Dickinson con su misantropía es la otra cara de la moneda, ese otro lado del encierro que es el mental o subjetivo y que resulta igualmente aplastante, asfixiante. En el caso de esta poeta se trata de un fenómeno muy atrayente pues su reclusión no fue impuesta, sino lo contrario: ella eligió cortar su conexión con el mundo. Creo que con la escritura de La misántropa estoy más cerca, al menos desde mi punto de vista y para mí mismo, de mostrar de manera más holística ese fenómeno del encierro como destrucción o florecimiento del Yo psicológico y del soma que te comentaba al inicio. 

—¿La idea del encierro o los tan llevados y traídos versos inaugurales de La isla en peso, de Virgilio Piñera, hacen que se pueda hablar de una misantropía impuesta por las circunstancias históricas y/o geográficas en que vivimos? ¿Seremos los herederos literariamente hablando de la misantropía de Dickinson o precisamente nuestro encierro nacional provoque todo lo contrario?

—Tal vez esa “misantropía impuesta” a la que te refieres está vinculada a la sensación de encierro que provoca “la maldita circunstancia del agua por todas partes” y a la que Piñera hace referencia en sus versos. En ese caso, no es posible deshacer el fatalismo geográfico, espacial: la isla rodeada de mar y que, por lo tanto, no tiene conexión con otras regiones.

No obstante, un modo de evitar ese ahogo que padecen algunas criaturas de isla es la emigración, muy a pesar del alto costo emocional, material y económico que ese acto implica. Por otro lado, cuando hablas de circunstancias históricas no creo que tampoco pueda aceptar, al menos no del todo, el término “impuesto”.

Muchas veces hay un enorme capital de sumisión individual/social frente al contexto histórico, pues ese contexto puede ser modificable, reajustable. Sé que se trata de un fenómeno complejo; en cambio, comprendo también que, aunque la circunstancia histórica rige nuestro pensar y actuar, siempre existen opciones para modificarla o erradicar esos procesos suyos que pueden llegar a ser nocivos para ella misma o para la sociedad.

Habiendo dicho esto y retomando tu pregunta: los estilos de afrontamiento ante la realidad dependen de cada individuo, de sus formas de observar, entender y exteriorizar esa realidad. Entonces, habrá que esperar que cada quien decida por la sumisión o la disidencia frente al encierro de la isla y/o el contexto histórico. Luego se verá qué efectos tendrá esa decisión individual a nivel social. El tiempo tiene la palabra.  

—Hay unos versos de Eliseo Diego que dicen: No hay que salir nunca de casa, / todo es al fin tan lejos como todo. Por otra parte, un poeta de una generación posterior a la de Orígenes como lo fue Hernández Novás, escribe: Ya no basta la vieja biblioteca, ya no basta la vida, hay que viajar. ¿En qué punto entre Eliseo Diego y Hernández Novás se sitúa Milho Montenegro? 

—Te diría que en un punto intermedio. Para muchos, un creador debe viajar, conocer el mundo y experimentar nuevas vivencias que le permitan enriquecer su universo interior y, asimismo, su obra. Al margen de esto, pienso en Emily Dickinson, esa joven misántropa que a los 30 años se recluyó en su habitación, de la cual nunca volvió a salir y donde escribió casi su obra poética toda, sin mantener contacto con la realidad allende las paredes de su aposento.

Por mi parte, confieso que soy bastante misántropo, no me gusta la gente, ni el bullicio, ni la pose frente a los otros y mucho menos sentirme expuesto ante los demás. Todo eso me genera una ansiedad que a pesar de los años no he conseguido manejar adecuadamente. Tal vez es que no quiero hacerlo. Claro, nada de lo anterior implica que no tenga habilidades sociales para compartir en un evento, socializar ideas con otros colegas, hacer acto de presencia en determinados círculos de personas.

Aunque, eso sí, luego de ese proceso de socialización termino emocionalmente muy agotado y necesito días de estar solo, conmigo mismo, para reponer mis energías. Entonces, de manera ecléctica, entremezclo un poco de la filosofía de Eliseo Diego y otro poco de la de Hernández Novás. 

Como adelanto de la  La misántropa, Periodico Girón comparte un poema del libro: 

Las rosas muertas

Para Ariel Fonseca Rivero

Mi madre taló algunas rosas, las puso en un búcaro al centro de la mesa. Quería que todos miraran la magnificencia y pudieran sentir el aroma de esas flores que con sus propias manos ha sentenciado. “Para animar la casa”, dijo. Sus tijeras han hecho sangrar al rosal y, con él, también un pedazo de mí va supurando dolor. ¿Por qué se empeñan en destruir la luz ajena, tan solo para olvidarse un momento del vacío de sus existencias? ¿No saben, acaso, que toda belleza es endeble y no puede en su fugacidad abolir las roturas, las miserias, los descalabros? Los visitantes elogiaban las rosas recién arrancadas, se placían de verlas allí, en su muda tristeza de muerte. Lentamente fueron cayendo los pétalos, hasta su total desvanecimiento. El búcaro quedó despoblado y mi madre regresó a su cotidiana soledad. Comprendí entonces cuán abismal es el egoísmo de los hombres y lo poco que duran sus ilusiones en una vida que, como las rosas, termina marchitándose siempre. 

(Por: Brian Pablo González Lleonart)


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