¿Y si hablamos del pasado en tiempo futuro?

¿Y si hablamos del pasado en tiempo futuro?
¿Y si hablamos del pasado en tiempo futuro? Foto: Raúl Navarro

Todos conocemos a personas que no están viviendo al máximo que sus posibilidades le permiten, gente que no viven a full. Son un cúmulo de arrepentimiento y oportunidades perdidas que tantas veces me recuerdan a fantasmas de lo que nunca pasó. Y lo peor de todo es que aceptamos el teatro dramático del que hacen dramaturgia, y actuamos a su lado. En Cuba se habla del pasado en un tiempo que no es pretérito, lo estudiamos como quien escoge arroz, quedándonos con lo bueno y botando la piedra.

Yo quisiera escribir en este papel de las posibilidades que son tan reales para todos los cubanos, y que estoy seguro a más de uno le ha tocado vivir. El pasado es también una mentira que permite cualquier tachadura, y puede que contarlo en futuro nos ayude a desviarlo de un futuro impróspero.

Abel decidirá salir del closet con casi 70 años de vida. Nunca tendrá hijos y morirá solo. Sus últimos años de vida los pasará comiendo arroz con leche y tratando de no quejarse de los apagones, porque cuando uno es viejo a nadie le gusta que se esté quejando. Le sobrevivirán unos sobrinos que se irán del país muy jóvenes, Boris y Carla. Cuando lleguen a Estados Unidos, o como ellos lo llaman, la “Tierra de la Libertad”, se harán una foto con la familia de allá, y acá se quedará una madre que cuando le pregunten por sus niños responderá “Bien, tú sabes, no es fácil”.

A Daniel las cosas no le irán bien. Construirá una balsa con sus amigos y se santiguará en la costa justo antes de poner sus pies en la madera. A solo unos metros de Miami lo interceptarán unos hombres que cortarán de cuajo su avance; lo traerán de vuelta a la Cuba en la que nació, vivió y estudió. Un día, sintiendo lástima por su padre, quien (también aquí) nació, vivió y estudió, decidirá volver a intentarlo. Se meterá en la selva, destrozará zapatos y ropas, cruzará ríos y llegará, y prosperará ¿o no?, y se enamorará ¿o no?, y tendrá hijos ¿o no?, y extrañará mucho… Sí, definitivamente extrañará mucho.

Fabio tendrá mucho miedo al mar. Sabrá desde muy pequeño cuentos de emigrantes que se quedaron varados en medio del océano para no saberse nunca más de ellos. Se los imaginará en su niñez de miedoso crónico como anatomías humanoides ancladas en la arena de las profundidades, aún vivos, respirando sal y vigilados por los peces. Imaginará que les aparecen branquias y que los corales se apoderan de sus pieles como el acné de los pubertos.

Se los imaginará como prometeos acuáticos que le robaron las mareas a Neptuno. Se acordará de Elena, la niña de cuatro años e hija del hombre que le copiaba muñequitos, porque ellos fueron de los que se lanzaron en un barco a buscar el horizonte, y nunca los encontraron. Para ellos no hubo estancia en Guantánamo, barco madre o llamada desde La Florida, solo mar. Fabio se hará escritor, y nunca montará un barco. Le tendrá terror desde chiquito.

Alejandro tendrá más de 20 años y extrañará los días de antes, the days before, como los llama él. La nostalgia no le permitirá abrazar las felicidades de la vida diaria. No verá ningún atractivo en ella. La ansiedad consumirá cada célula de su cuerpo y este le castigará con una proporción física constantemente variable. Sentirá vergüenza de su cuerpo, de sus regiones llenas de grasas, sus brazos de Sansón con esteroides, su incapacidad motora y unas entrañas incapaces de mover semejante maquinaria. Alejandro tendrá miedo de nunca perder la virginidad por culpa del sobrepeso. Alejandro se suicidará a finales de mayo. Días después de encontrado el cadáver, algunas personas bromearán: “Milagro no se partió la soga”.

Roberto amará con locura a Ana, pero Ana amará con locura a Darío y Darío amará con locura a Marta (que nunca lo mirará con ojos de quien siente el deseo). El cuarteto de veinteañeros protagonizará una amistad que romperá las barreras eróticas, pero que nunca llegará, entre ellos, a algo más. Verán la juventud como un tiempo infinito y no como un préstamo, regalarán sus juventudes desnudas a extraños y extrañas, de quienes solo recordarán tiempo después meras sensaciones.

Descuidarán las conexiones que pueden llegar a construir con otros y, cuando se quieran dar cuenta, sus cuerpos ya no serán los de antes, y las geografías tampoco. América, Europa, Asia. En cada continente habrá un cubano castigado a vivir con los recuerdos de las cosas que nunca pasaron, con sus ficciones íntimas. Es el pecado irreversible de todo joven el creerse inmortal, a kilómetros de distancia del tiempo.

Zaida trabajará más de 30 años y durante todo ese tiempo nunca sentirá que su salario sirva de mucho. Robará, pero no se sentirá mal. Dirá: “Así es la luchita”. Y que nadie se asombre, porque así será hasta… Vivirá toda la vida con su madre y su hija. Dejará al padre de esta cuando los engaños sean ya demasiados, cuando más menospreciada y humillada se sienta. Todo lo hará por ella y no pedirá nada a cambio.

En sus momentos de mayor adultez se sentirá abrumada por el amor que llegará a sentir hacia esa muchacha que alguna vez vivió en su interior. Sentirá miedo de la espuma de mar que es el destino. Le pedirá a Dios que atrase toda ausencia, se hará cristiana, y seguirá robando, porque nada tiene que ver el aceite con el agua. ¿Qué roba? Sería mejor preguntar: ¿Por qué roba?

En nuestras manos está (¿estará?) siempre cambiar el futuro, utilizando el pasado como brújula. Conozco tantas historias y tantos secretos de la gente que es imposible ponerlo todo en una cuartilla y media. Conozco homosexuales de mi edad recluidos en sus casas, gente negra marginada, personas que han abandonado la universidad porque el dinero no les alcanza, ladrones y humillados, virtuosos y ególatras, malos profesores y ladrones buenos, boteros que no abusan y madres que no deberían ser madres, el abrazo del doliente y la sonrisa que alguna vez tuviste.

El papel aguanta cualquier mentira que uno le escriba. Tal vez nada de esto sea verdad, pero he ahí la gracia del asunto. Si yo conozco a estas personas de mentira, imagine cómo serán las que conozca usted. Hombres y mujeres golpeados por las circunstancias, víctimas de un pasado asfixiante. No sé, tal vez podemos cambiar el futuro.

(Por: Mario César Fiallo Díaz, estudiante de Periodismo)

Lea también

Recomendado para usted

2 Comments

  1. Muy bonito el escrito y muy real, me tocó de cerca en mis sentimientos. Yo ya no tengo futuro. Con 72 años y achaques viví mi vida como pude y hasta cierto punto como quise. Trabajé 45 años de mi vida y nunca pensé que mi vejez transcurriría con una chequera de 3000.00 pesos con los que no me puedo alimentar como debería, mucho menos comprarme ropa, zapatos e incluso medicamentos que necesito. Pero sigo aquí, trabajando incluso a pesar de mis limitaciones físicas para poder sobrevivir.

  2. Muy duro muy real pero por desgracia la situación no cambia. Ojalá estas publicaciones puedan trascender en esta plataforma o en cualquier otra le den la importancia que merece a este tema y el cubano pueda trabajar y tener una vida digna

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *